Medio ambiente

La ambientalista que aúna esfuerzos por la vida de monos tití cabeciblanco

Desde hace más de 20 años, la arquitecta barranquillera se enamoró de esta especie de primates que solo habita en los bosques tropicales del Caribe colombiano.

Uno de los lugares que más tranquilidad e inspiración le producen a Rosamira Guillén Monroy son los bosques tropicales.

Precisamente, en uno de estos espacios que aún existen en el Caribe colombiano dejó ver el amor desmedido que desde siempre ha tenido por la preservación del medio ambiente, como espacio para el buen vivir.

Con unas botas, jeans, camisa de color beige y una gran sonrisa, esta barranquillera de 56 años trabaja día a día y de sol a sol por la defensa del mono tití cabeciblanco, pues es un pequeño primate que habita únicamente en los bosques tropicales del Caribe colombiano y que, además, se encuentra en peligro crítico por la deforestación de su hábitat natural.

Así inició todo

Es la menor de 10 hijos que nacieron de un hogar conformado por un español y una barranquillera, ambos docentes, y en donde creció con un énfasis en el significado de la vida de una persona en el mundo, de buscar caminos que aportaran y dejaran huella en la humanidad; todo esto inclinado hacia los valores del bien común.

Estudió arquitectura, y su pasión por los temas ambientales fue fundamental para ganarse una beca de maestría en Arquitectura Paisajista en Estados Unidos.

Esta preparación le sirvió de base para tener su primer acercamiento de lleno con el mono tití cabeciblanco o como su nombre científico lo dice: saguinus oedipus.

“Mi primer trabajo como paisajista cuando regresé a Colombia fue el proyecto de remodelación del Zoológico de Barranquilla, y ahí empecé a conocer y aprender sobre la riqueza de la biodiversidad de Colombia y del Caribe, y me enamoré de esta especie en particular”, indicó Rosamira, quien tiempo después fue directora del Zoológico y le apostó al trabajo de lleno por los tití.

La familia

Su tiempo se divide entre salidas de campo y la atención del hogar. El apoyo de su familia y en especial de su madre, en la atención de los primeros años de vida de su única hija, y que hoy ya tiene 18 años, fue pieza clave para el desarrollo y la ejecución del gran proyecto que lidera Guillén. 

“Uno se apoya mucho en la familia. Ellos han sido muy comprensivos y aunque hay muchos sacrificios en esta labor pienso que al ver ellos lo auténtico y emocionante que es la preservación de estas especies, se meten también en el cuento. Mi esposo también es arquitecto y abogado, y es un apoyo importante dentro de este proyecto”, señaló.

Ardua labor

La lucha por ser escuchados y promover la conservación a largo plazo del tití cabeciblanco inició hace más de 20 años. Las poblaciones en donde se han desarrollado proyectos de impacto medioambiental, comunitario y de formación, se ubican en el Atlántico, más específicamente en el municipio de Luruaco y sus alrededores, así como en Bolívar, en el sector de Santa Catalina, San Juan de Nepomuceno y en
Sucre.

Dentro de los programas comunitarios se realizan actividades que buscan ayudar a formar comunidades amigables con el tití, así como conscientes del cuidado del medio ambiente y que puedan vivir en armonía con estos entornos de bosques tropicales, para disminuir las acciones que pongan en riesgo a estas especies.

A través de las ‘Ecomochilas’, también se busca que las comunidades rurales generen ingresos económicos por las mochilas tejidas con bolsas plásticas recicladas y que aportan a la descontaminación
del medio ambiente.

Reconocimientos

En 2017, Rosamira Guillén recibió en Washington el premio al liderazgo ambiental en Latinoamérica, entregado por National Geographic Society y The Howard G. Buffett Foundation, como reconocimiento a los esfuerzos de su equipo de trabajo para promover la conservación del tití cabeciblanco y de los bosques tropicales que son su hogar.

“Fue algo muy emocionante y valioso para el proyecto porque a nivel internacional se interesaron por el trabajo que venimos realizando, desde ese día no hemos parado de trabajar con el mismo empeño y dedicación, esto nos ha permitido exigirnos más y proyectar a un mayor alcance la preservación de estos hábitat y especies”, puntualizó.

Se han logrado proteger cerca de 5.500 hectáreas de bosque. Orlando Amador
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