El Heraldo
Enfermedades digestivas y cutáneas son frecuentes entre los niños, por consumir el agua de este insalubre jagüey. Luis Rodríguez
Barranquilla

Un pueblo entre la indiferencia y el abandono

Palmar de Candelaria pensó que tener a un hijo del corregimiento como alcalde de Luruaco pondría fin a sus problemas.

Edilfredo Fajardo Pino no es el hombre más fuerte del mundo. Tampoco practica karate. Pero cualquiera se sorprende ante la facilidad con la que este campesino de contextura delgada deshace bloques para construcción con sus manos desnudas. (Ver galería El olvido penetra las calles de Palmar de Candelaria).

Y la sorpresa aumenta tras descubrir que mujeres y niños de Palmar de Candelaria, y prácticamente cualquiera de los tres mil vecinos de este corregimiento de Luruaco, destrozan bloques con la misma facilidad.

Al menos, aquellos bloques tomados de una pila de materiales a la intemperie frente al templo católico, donde se construye una plazoleta que consta de una explanada de unos 50 metros cuadrados y de un templete.

Una valla informa que la contratista es la arquitecta Martha Espinosa Rangel;  que la interventoría fue asignada a la firma Civicar S. A. S.; que la “vigencia” es de 6 meses, y que el valor del contrato equivale a 642,11 sueldos mínimos mensuales legales vigentes.

A vigencia de 2013, son 378 millones 523 mil 845 pesos. 

Los pobladores se preguntan si lo de “vigencia de 6 meses” anunciada por la valla equivale al tiempo que la plazoleta debe permanecer en pie luego de su inauguración. Mientras tanto, hacen a puño limpio sus propias pruebas de resistencia de materiales ante el lente del reportero gráfico Luis Rodríguez.

Edilfredo Fajardo no es karateca pero deshace ladrillos con sus manos desnudas. Ladrillos de barro. “De galleta”, dice Fajardo, cuya paciencia se agota.

“Lo más indignante”. Ayer por la tarde salieron masivamente de sus casas y se lanzaron a las polvorientas calles tras advertir la presencia de periodistas, todos ansiosos por dar a conocer sus padecimientos y por denunciar la “total indiferencia  estatal”.

Se preguntan cuánto cobra Civicar por la interventoría y qué clase de interventorías hace realmente esta empresa. Pero lo más indignante, expresan, es el despilfarro implícito en gastar 378 millones de pesos para construir una superflua plazoleta en un pueblo acuciado por toda clase de necesidades básicas insatisfechas, “incluso aunque los materiales no se deshicieran como galletas”, dice Liliana Freyte Bolívar, vicepresidente de la Junta de Acción Local del corregimiento.

Por ejemplo, los palmarinos obtienen su agua “en condiciones vergonzosas, literalmente prehistóricas”, dice la líder comunal, extrayéndola de “una charca putrefacta”, a dos kilómetros del corregimiento. Las enfermedades cutáneas y digestivas por su consumo, sobre todo entre la niñez, son frecuentes.

“Desvalijado e inservible”. Pero la atención médica deben buscarla en la cabecera municipal (a algo más de 6  kilómetros a vuelo de pájaro), ya que el único puesto de salud del corregimiento ha sido desvalijado y permanece inservible.

Aunque la falta de ambulancia dificulta mucho el traslado de pacientes. Y si ha llovido con cierta intensidad, es totalmente imposible: el pueblo queda dividido por peligrosos arroyos que incomunican a los palmarinos unos de otros y del resto del mundo, ya que los tres puentes que debían evitarlo están semiderruidos y nadie se atreve a usarlos cuando hay creciente. Observan que la muerte es casi segura si uno de ellos llega a desmoronarse del todo en el momento de utilizarlos.

Y cuando no llueve, los lechos de los arroyos, donde se mezclan rocas y sedimentos con las basuras arrojadas y jamás recogidas, deben ser utilizados como vías peatonales, con lo penoso que ello resulta sobre todo para los ancianos.

Estos últimos se quejan de que el centro de adultos mayores es un recinto en obra negra a medio camino entre orinal y muladar. El olor que despide el local parece confirmar esta curiosa hibridación.

La cancha de fútbol —denominada así sólo gracias a la buena voluntad de los palmarinos— presenta un relieve escabroso y una de sus áreas de corner se halla contigua a un pequeño barranco por donde más de un menor ya se ha despeñado, fracturándose un brazo uno de ellos. “Y no existe otro espacio para la recreación de los niños”, se lamenta el labrador Rafael Vargas.

Los puentes de Palmar, testimonio del abandono.

Apuestas divididas. Los palmarinos aseguran que al alcalde, Mufith Janna, no le ven desde que éste obtuviera la votación históricamente más cuantiosa del municipio —9.968 votos; el 71,72% del total de los apoyos—, en buena parte gracias al cerrado respaldo de los votantes de Palmar de Candelaria, quienes ingenuamente pensaron que poner en el principal asiento de la Alcaldía de Luruaco a un hijo de este castigado corregimiento significaría el final de décadas de latrocinio, de abandono y de atraso para ellos.

EL HERALDO intentó dialogar ayer con el mandatario municipal sobre todas estas denuncias, puestas en conocimiento de este medio mientras una delegación de palmarinos protagonizaba, el lunes pasado, una manifestación de protesta frente a la sede de la Gobernación Departamental, en Barranquilla.

“Ese día, conseguimos el compromiso de que el gobernador Segebre vendrá este viernes (mañana) para atender, por fin, nuestras necesidades”, comenta Edilfredo Fajardo.

El anuncio causa grandes expectativas, pero las apuestas están divididas entre quienes piensan que Segebre cumplirá la cita y quienes creen que, una vez más, serán olímpicamente sometidos a ese desprecio oficial al cual ya están tan acostumbrados.

Menos división existe al opinar sobre las posibilidades de que el alcalde de Luruaco “se atreva” a acompañar al gobernador durante esta proyectada visita: “Mufith Janna no se atreve a venir por aquí; no va a dar la cara”, es el consenso no oficial pero casi unánime.

“Amanecerá y veremos”, concluye filosóficamente la líder comunal.

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