
Porteños se resignan a ver morir el muelle
Hoy comienzan las obras de restauración de la estructura, entre la incredulidad de los residentes, que ya no creen en esas promesas.
A sus 83 años, aún vive en su mente el recuerdo de la primera vez que vio el mar. La brisa fría de las cinco de la mañana, el olor a sal y el sonido de las olas retumbando en aquel muelle, que todavía conservaba un viejo esplendor, son sensaciones que lo acompañan hoy. Ahí en Puerto Colombia, de la mano de su padre, David Barriga Olivares conoció la que en tiempo atrás fue la puerta de Colombia al mundo.
Desde aquel día, siendo un pequeño de ocho años, las visitas fueron frecuentes. Las caminatas hasta el final de la estructura, los saltos al aire que desafiaban el peligro y lo hundían en el agua, y las puestas de sol con Beatriz Camacho, su actual esposa, fueron momentos que vieron transcurrir su vida frente al muelle de Puerto Colombia, aunque nació y se crió en Barranquilla.
Dos años, aproximadamente, tiene sin visitar a su “amigo de aventuras”, que volvió a sus pensamientos por su más reciente “agonía”. Leyendo EL HERALDO, como es habitual para este suscriptor desde hace 40 años, se enteró de la última pérdida del muelle, los casi 60 metros que se desplomaron la madrugada del pasado viernes 11 de marzo. David expresó su tristeza al imaginarse solo los cerca de 769 metros de la estructura que se mantienen en pie, de los 1.219 originales.
“Solo le pido a ese mar imponderable, que fue su amigo y compañero por años, que en un gesto de piedad y caridad, arrope con sus olas las tristes miserias que quedan de él y las lleve hasta su fondo para que nadie más vuelva a mirarlo con compasión. No volveré, jamás, a visitarlo, porque ya no es el mismo de hace un par de décadas”, declamó como poema el médico pediatra que, como muchos otros, está resignado a ver partir el monumento nacional.
Poca confianza. Entre la incredulidad de los porteños comienzan hoy los trabajos en los alrededores del muelle para proteger su deteriorada estructura, según anunció la administración local. En esta primera intervención construirán un enrocado de piedra de 150 metros en la parte izquierda, y en la derecha un espolón semisumergido de 100 metros y un relleno de arena de 25 metros; para lo cual la Alcaldía invertirá entre 6.000 y 8.000 millones de pesos.
“Doloroso que la política haya acabado con el muelle de Puerto Colombia, solo cuando un pedazo se cae llegan las autoridades dolientes, mientras lo mantienen en el olvido. Desde el miércoles de cenizas están comenzando las obras y nada, vamos a ver si esta vez es cierto. Igual yo creo que es muy difícil que lo recuperen, está muy desgastado”, dijo Omar Macías Blanco, un porteño de 49 años que ha dedicado su vida al municipio atlanticense.
Frente al muelle sobresale un inmueble de dos pisos y techo de paja, es el restaurante que levantó hace 20 años Macías y que se ha convertido en visita obligada de los turistas que llegan a degustar la gastronomía de Puerto Colombia, o que, simplemente, quieren conocer su historia. En el interior del ‘Viejo muelle’ hay reliquias antiguas y modernas, vajillas de náufragos, cadenas de embarcaciones, tiquete de pasaje de los barcos que llegaban al municipios, fotos del siglo pasado. Se combinan con decoraciones simbólicas de animales propios de esas playas.
“El muelle ya cumplió su ciclo de vida estructural de más de 100 años. Esa reconstrucción no va a solucionar la estabilidad de la obra, por el contrario es malgastar un dinero en época de crisis económica, energética, de salud y de educación de nuestra región Caribe”, expresó el ingeniero Ramsés Del Gallego, un barranquillero que frecuenta las playas de Puerto Colombia.
Poco turismo. Ayer pudo ser el día más movido en las playas del municipio en toda la semana, de acuerdo con la opinión de los comerciantes del sector. Aunque muchas chozas estaban vacías, en la tarde del domingo se acercaron turistas a relajarse frente al mar. Algunos, con sorpresa, se topaban en la entrada del muelle con una valla que prohíbe la entrada.
Desde el último derrumbe la Alcaldía municipal restringió el acceso al muelle por razones de seguridad. Durante el día dos policías custodian la entrada y bomberos hacen sensibilización a habitantes y visitantes. Las familias deben conformarse con ver de lejos la casilla a la que antes se podía llegar caminando sobre la estructura.
“Eso ha espantado a los turistas, ya no vienen casi, y si llegan no demoran, o sea no consumen mucho. Se han bajado las ventas mucho, yo antes vendía 100 mil pesos diarios, ayer no vendí nada, y hoy solo me han comprado tres cocteles y ya es medio día”, dijo Salomón Acosta, un vendedor que tiene una pequeña cevichería en la entrada del muelle.
Al cierre se le suma la erosión costera y las fuertes brisas y oleajes ocasionadas por las diferencias de presiones en el litoral Caribe, que están dejando sin playa el sector aledaño al muelle. “Tenemos restricciones en diferentes balnearios con el fin de garantizar la seguridad de los bañistas. En los 18 kilómetros de playa que tenemos, unos 12 kilómetros están con restricciones”, indicó Saúl Leiva, secretario de Turismo de Puerto Colombia.
La incertidumbre que hoy cargan los porteños y visitantes asiduos del sector seguirá hasta que el muelle sea restaurado o se caiga finalmente. “Solo el tiempo lo dirá”, dijo David Barriga, quien recopiló en un libro todos los escritos que le inspiró esa corroída estructura de cemento y metal que amenaza con convertirse en un monumento nacional submarino.