"En Villa Clarín hay una sola escuela y un hogar del ICBF para los 260 niños menores de 14 años que habitan el sector.

Si no fuera por el ruido de los pocos televisores que permanecen encendidos, o por el corretear de los niños en las calles polvorientas de Villa Clarín, cualquiera diría que puede escuchar el zumbido permanente de los mosquitos en este asentamiento de Palermo, Magdalena.

Porque allí en ese sector de desplazados integrado por 86 viviendas en 11 manzanas, si bien hace 12 años cuando llegaron, lo único que se percibía era rencor por la forma en que muchos de sus familiares fueron asesinados o sacados a la fuerza de sus pueblos, hoy son ejemplo de tolerancia y para unidad.

El sinnúmero de dificultades empieza por la falta de agua, porque para abastecerse, lo único que tienen es Villa Clarín. Tampoco tienen alcantarillado ni puesto de salud y a llegar hasta la Troncal del Caribe, tienen que caminar un kilómetro, lo que les complica más la vida si se enferman.

Estas fueron las razones que llevaron a los miembros de la Fundación Uno (www.facebook.com/misionrescate.fununo), que preside Juan Hernández, a concentrar su labor social en Villa Clarín.
En los cinco años que llevan en el sector, que tiene una población de 260 niños menores de 14 años, dicen que el resultado más gratificante es el cambio de mentalidad que han tenido.

“No tenían sueños, creían que la vida llegaba hasta aquí, pero hoy mantienen la esperanza de que pueden salir adelante”, dice Hernández, quien además es pastor de la Iglesia Cristiana Misión Rescate, cuyos miembros han sido sus grandes soportes.

La labor, que comenzó llevando títeres y helados a los niños, se extendió a brigadas de salud, donación de ropa, juguetes, mercados y charlas con sicólogos para prevenir la violencia intrafamiliar, entre otros aspectos.

Para Juan y su hermano Leonardo, lo más hermoso y al mismo tiempo conmovedor, fue la primera vez que llevaron a los niños a la pizzería Jeno´s en Barranquilla.

“La mayoría no había pasado del barrio y cuando empezaron a ver los edificios, las luces, sus ojos brillaban con más intensidad. Y cuando les sirvieron las pizzas, lo primero que dijeron fue: “eerrdaa, como lo habíamos visto en televisión”, recordaron.

Los Hernández dicen que ellos hacen énfasis en los valores y en ayudarse unos con otros. Por esto, este año empezaron los proyectos de cultivo de hortalizas en sus casas o cría de peces para autoconsumo y comercialización. “Veníamos de sembrar y no se nos había ocurrido, ahora, muchos están jalándole”, asegura Alfredo Corrales, quien recordó que decidió salir de la zona rural de Sevilla (Magdalena) por la ola de crímenes contra vecinos y amigos.

A su lado lo escucha atenta María Luna Pérez, madre cabeza de hogar y quien huyó de Palomar, en Bosconia, desde que desconocidos subieron a un camión a su marido Fredy Antonio y nunca lo volvió a ver.

“Yo me le mido a lo que sea, he criado a mis 5 hijos sola y le debemos mucho a la Fundación Uno porque ellos nos han apoyado para que nuestras vidas mejoren”, dice con una enorme sonrisa, la misma que acompaña a la mayoría de sus vecinos.

Para unirse a Fundación Uno: comunicaciones@fundacionuno.com o a 317-8470556.

Por Alix López
Twitter: @alixlopezvargas

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