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A pesar de las precariedades y esfuerzos con que Cecilia Orellano De la Hoz le ha tocado enfrentar la vida, jamás había sufrido un trance tan doloroso como el que está padeciendo en estos momentos a causa del coronavirus.

El 9 de junio pasado Yin Polo Orellano, 39 años, el quinto de sus siete hijos, murió víctima del patógeno; y como denuncia la familia, sin recibir algún tipo de asistencia médica en el Hospital de Galapa a donde fue llevado.

Seis días después, cuando Cecilia aún no se sobreponía de la pena por lo de Yin, otro de sus hijos, Yianco, de 44 años, ingresó por urgencias a la Clínica La Merced en Barranquilla, también acosado por la pandemia. Estuvo en UCI y sigue hospitalizado.

Pero el drama para esta humilde mujer galapera, de 66 años, no termina aquí. El temible COVID-19 también se ensañó contra ella y la infectó, e igualmente sucedió con la esposa de Yin, Marelvis Blanco, quien está a punto de parir un tercer hijo.

El virus atacó igualmente a dos nietos de Cecilia, de 20 y 4 años. Todo este núcleo familiar reside en una misma vivienda del barrio Villa Esperanza en Galapa.

La madre de Yin recuerda los últimos días de este, cuando suplicaba le pusieran en la cabeza toallas empapadas en agua helada, buscando calmar el intenso dolor que no lo dejaba en paz.

A su vez Marelvis, la ahora viuda, trae a la memoria la fecha en que a su marido lo sorprendieron los primeros síntomas.

'El 28 de mayo le empezaron calenturas, que luego pasaron a ser fiebres de 40 grados. Todo esto acompañado de fuertes dolores de cabeza'.

La familia fue consciente de inmediato que podrían estar ante un caso de COVID-19, y aislaron a Yin en el último cuarto de la casa.

El 2 de junio decidió ir al Hospital de Galapa a que le practicaron la prueba. Cinco días más tarde, el 7 de junio, le confirmaron vía celular lo que todos en casa temían: positivo para coronavirus.

'Aislados y abandonados'

Al día siguiente una comisión de la Secretaría de Salud de Galapa los visitó para practicarles la prueba nasal. Arrojó afirmativo para los ya mencionados.

A partir de ahí comienza el descontento y reclamo de Cecilia Orellano, que asegura fueron abandonados y desatendidos, dejados a su suerte por el sistema de Salud del municipio de Galapa.