Desde la entrada ya le están advirtiendo que todo cambio, algo como cortarse el pelo no volverá a hacer lo mismo, unos círculos pegados en el suelo advierten que hay que guardar una distancia de un metro marcan la entrada a la barbería Don Bigotes ubicada en el centro comercial Grand Bulevard en el norte de la ciudad.
El contacto humano ha sido relegado por la pandemia de COVID-19, antes de los buenos días en la barbería le piden alzar piernas para rociar desinfectante en la suela de los zapatos.
Esto es nuevo para todos, la mujer que recibe parece un robot recitando el manual de bioseguridad con él que está peluquería arranca su nueva realidad.
'Nombre, tiene cita confirmada, extienda las manos, le voy a tomar la temperatura, siga y lávese las manos', recita como si fuera un rosario aprendido por años.
Así, con esta expectativa, Barranquilla inició así su nueva etapa de reactivación económica y productiva, en la que el objetivo principal es la recuperación de la generación de ingresos para los ciudadanos. El caso de peluquerías operará con un aforo máximo del 30% y atenderán a clientes y visitantes según el ‘pico y cédula’ establecido en el decreto de la Alcaldía.
'Esto es una elegancia, estamos muy contentos', dice Anderson Restrepo, barbero desde hace siete años y quien desde hace tres meses no volvía a su sitio de trabajo por cuenta de las medidas de aislamiento obligatorio decretadas por las autoridades nacionales y distritales.
'Para nosotros los barbados es muy complicado que haya habido una pausa porque somos personas que vivimos del día a día. Fue complicado porque ya nosotros teníamos nuestro sueldo asegurado cada 15 días y cuando cerraron todo se fue para abajo, no recibimos ayuda del gobierno ni de nadie', dice Anderson mientras limpia sus cuchillas y máquinas de afeitar mientras espera a su primer cliente.