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Marlene Chalá y su hija destornillan el motor de un abanico descompuesto por una variación en el fluido eléctrico. Jairo Rodríguez observa desde la puerta de su casa el poste de energía que lleva más de 10 años inclinado. Vilma Esconés mira en su cuadra otra columna de concreto tirada hace más de un año. Entre las redes eléctricamente subnormales del barrio La Esmeralda, suroccidente de Barranquilla, se teje la historia de sus habitantes. Del sector de la ciudad con más redes ilegales de energía, que tiene la mayor deuda por el servicio, según registros de la empresa Electricaribe.

'Aquí uno duerme más afuera que adentro' sentencia Marlene, morena de labios gruesos y cejas pobladas, sin quitar la mirada del aparato. Hace referencia al calor que soporta cada vez que 'se va la luz' y debe abrir la puerta de la casa para que entre fresco.

Su vivienda, como muchas en el barrio, es de tablas, costales de lona y techo de zinc. Sobre el madero superior del frente se lee 'Jehova es mi pastor y nada me faltará', un fragmento del salmo 23 de la Biblia. Atado a este hay dos cables que van al poste más cercano de energía en la carrera 15 con calle 73B: uno para acceder al servicio eléctrico y otro para guindar la ropa.