En las afueras de la Iglesia San Luis Beltrán de Polonuevo hay una estatua. La base está hecha de cemento; aún está fresco y parece tierra. Los pies están arqueados hacia adentro, representan el clavo que unía estas extremidades durante la crucifixión. El cuerpo está, más que vestido, envuelto en una tela de arcilla que cubre desde las rodillas hasta los hombros. Los brazos enjutos, se extienden horizontales como si estuvieran sujetados por una cruz. El cabello es largo y está peinado hacia atrás, dejando ver las facciones. No tiene barba, sus cejas son delgadas, y el mentón fino. Tiene por nombre el Cristo del Perdón.
La escultura está metida dentro de una caja de cristal desde el sábado pasado. Muchos de los habitantes del pueblo ni siquiera han notado la diferencia, como Raúl Alberto Jiménez Cervantes. Camina por la plaza, se detiene y dice extrañado, 'La cara es de mujer', y sigue su camino.
El hecho que las facciones sean femeninas no obedece a lo que dicen vecinos del pueblo. No es la 'búsqueda de participación política' o 'un irrespeto al municipio', sino, de acuerdo con Hermes Carmona, líder del proceso de recuperación de la escultura, a 'rescatar el legado cultural y espiritual del pueblo'.
La historia de esta escultura se traza a 1944, año en que Milciades Palma se casó con Leonor Martínez. 15 años después, el marido falleció, dejando a la mujer sola pues nunca lograron tener hijos.
En medio de su luto, Martínez, modista y escultora, quiso hacer una figura que representara 'su sufrimiento y el de su marido'. Escogió a su primo Aníbal Martínez como molde para el cuerpo y a Maura Mercado como guía para el rostro por sus facciones finas.
Le puso como nombre el Cristo del Dolor y la colocó sobre la tumba de su difunto marido. Allí se quedo desde 1959 hasta 1963 cuando Leonor rehízo su vida con otro hombre en Barranquilla. Una noche, Heriberto, hermano de Milciades, junto a un grupo de amigos entró al cementerio y, juntos, destruyeron el Cristo por completo.
Según las personas del pueblo, desde aquel día, ha caído una 'maldición' sobre el pueblo y especialmente sobre aquellos que participaron en la destrucción de la figura. De este hecho, le quedó el sobrenombre a las personas del pueblo de 'matacristos'.
El primer hecho que desató esta creencia fue la muerte de Heriberto Palma en el 66 en un accidente de tránsito en Valledupar.
Dos años después un bus Ford modelo 65 rojo, que tenía el nombre de Canario, se incineró en la vía a Barranquilla cuando chocó contra una volqueta que llevaba thinner, dejando el saldo de 11 muertos y 43 heridos.
Según Hermes Carmona, una parte de la comunidad enfurecida, que se hizo llamar los ‘Monos’ causó presión en la población, obligando al alcalde de turno, Carlos Mendoza, a colocar otra estatua en el lugar donde habían destruido la antigua; se le conoce como el Cristo de las Ánimas.
No obstante, personas del pueblo, como Manuel Escorcia, aseguran que esta maldición no se ha levantado y que por eso es que el municipio 'no ha progresado'.