Carrizal fue uno de los dos primeros y más extensos barrios de invasión de la ciudad. Entre sus calles, ahora asfaltadas casi por completo, es difícil identificar los estragos que ha dejado la larga historia de violencia e inseguridad que, además de muerte, ha marcado en los carrizaleros un estigma contra el que dicen luchar cada día.
En sus inicios era un sector enmontado y tugurizado que no contaba con los servicios públicos. Ahora, el microtráfico, las pandillas y los estallidos de intolerancia son sus principales problemas.
De acuerdo con el Sistema Unificado de Información de Seguridad Ciudadana (SIU), del Fondo de Seguridad, Carrizal, que hace parte de la localidad Metropolitana, posee una población de 29.259 personas.
El miedo y sus secuelas en muchos de los vecinos se pueden evidenciar en el gran número de puertas cerradas en un mediodía cualquiera, y las gigantes rejas que muchos de los residentes han interpuesto en las entradas de sus hogares para ahuyentar los peligros de la calle. Según el SIU, en 2013 se registraron 7 casos de homicidios; 4 en 2014, y en lo que va de 2015 se han registrado 3 casos.
A pesar de los enfrentamientos o luchas territoriales por las llamadas fronteras invisibles en sus esquinas, que han sido testigo mudo del cruce de balas y que han cobrado su precio en sangre en el barrio, la mayoría de los carrizaleros dicen a bocas llenas que son más los profesionales, obreros y trabajadores. 'Son más los buenos que los malos', afirma uno de ellos.
2 muertos y 8 heridos. El último capítulo de esa violencia que puso una vez más a esta barriada en la mira de los medios de comunicación ocurrió el pasado 11 de enero, a las 11 de la noche en la carrera 2G con calle 49. En medio de un bazar bailable, en hechos todavía confusos, el infante de marina John Jairo De la Hoz protagonizó una balacera que dejó como saldo dos personas muertas y ocho heridas, incluyéndolo a él mismo.
'Este fue un hecho lamentable de intolerancia que se desprende del consumo incontrolado de licor. Lastimosamente Carrizal desde sus inicios ha estado asediado por la violencia', cuenta Manuel Villa, un sociólogo y licenciado en teología, que lleva más de 4 décadas residiendo en Carrizal. Prosigue su relato: 'Recuerdo la historia del Mono Gallina, un bandido muy peligroso y temido que vivió por acá y lo mataron de una forma terrible; lo amarraron con alambre y fue asesinado a puro golpe y tranca. Yo diría que este sería el episodio que marca el inicio de la historia de la violencia en este barrio'

De acuerdo con Villa, el barrio debe su nombre a una planta llamada carrizo, que abundaba por estos terrenos de invasión cuando Carrizal era una finca y una tierra baldía de propiedad de la familia Muvdi.
'Este barrio fue invadido en tres etapas y se puede decir que en el año 1949 se dio la primera. El celador que la cuidaba instó algunos pobladores de la Ceiba, Barrio Abajo y de algunos pueblos circunvecinos del Atlántico a invadir. Gente pobre y sin tierra comenzó a establecerse. En 1959 le cambiaron el nombre y lo llamaron barrio Mariano Ospina pero no caló y se quedó Carrizal'. Las palabras de Villa coinciden con los recuerdos de varios otros residentes de la zona. Carrizal cuenta con dos iglesias católicas, un centro de salud, un comedor comunitario, 4 colegios de primaria, 4 de bachillerato, 100 tiendas, 10 billares, 4 barberías a la vieja usanza, tres fábricas de trapero, 3 de escobas, 15 talleres de ebanistería.
la ciudad y sus demonios. Javier Ecorcia es un abogado de 51 años que nació y se crió por estas calles asediadas hoy por la violencia de las pandillas, y otros fenómenos que llegan con la expansión de la urbe.
'Es innegable que desde los años 70 hemos sufrido con el tema de las pandillas. Los Ajimolíos, los Buitres, los Poteras fueron de las primeras pandillas que surgieron en el barrio. Ahora hay otras, el fenómeno se expande y se transmite de forma generacional. Hoy hablamos de los Mijitos, de los Simpson, los Tomasopa y otros más; parece un cuento de nunca acabar', dice este líder barrial que ha trabajado como Edil, como presidente comunal, y que además aboga por su barrio con fiereza.'Aquí tenemos zonas donde se expende droga y el microtráfico es una cosa que descompone mucho a los pelaos. Aquí hay una ausencia del Estado clara, además que los núcleos familiares están muy descompuestos. Juega también un papel importante en toda esta descomposición social, el desempleo y la extrema pobreza', agrega Ecorcia.
De acuerdo con el SIU en lo relacionado con violencia interpersonal Carrizal presentó 61 casos para el año 2013 y 45 para el 2014, obteniendo una reducción del 26%.
Las fronteras invisibles. Hansel Ruiz lleva una raya de color rubio en el centro del cabello, porta un par de zarcillos en sus orejas y en su rostro sobresale una pequeña cicatriz. A lo mejor es una de esas marcas de ‘guerra’ que le dejaron sus años al frente de la pandilla que se autodenomina los Menores de la Inspección.
Hansel sabe muy bien qué significa una frontera invisible. Conoce la paranoia que genera la violencia y la guerra entre los combos. Hoy hace parte de la nómina del programa Distrital Va Jugando y es uno de los mediadores de conflictos que apuesta por la paz y el fútbol, para esquivar el filo de los puñales, los disparos de los chopos y el traqueteo de los fierros en la cancha de la vida.
'El trabajo se viene haciendo y bien, pero el programa necesita expandirse. Carrizal hoy tiene unas 20 pandillas, pelaos con problemas de pobreza en la familia, de drogas, desempleados. Algunos tienen ya hijos y con ellos es un trabajo que tiene que ser constante, porque se vuelven a salir de las manos', dice Hansel.
Él estuvo en Brasil con la selección de fútbol callejero que obtuvo el campeonato mundial de esta categoría y dice que, si bien se han logrado reducir tanto las fronteras invisibles como los índices de violencia, el barrio necesita más presencia policial y los jóvenes más oportunidades para estudio y empleo.
El SIU reporta que dentro de las actividades de prevención social en el barrio se han realizado encuentros de fortalecimiento de liderazgo para la gestión comunitaria de la seguridad y la convivencia, tales como: talleres de núcleos de convivencia y fortalecimiento de los frentes de seguridad, y la creación de un Sistema Social de Alertas Tempranas para la prevención de la violencia incidental.
Esto además de que se está desarrollando el programa ‘Va Jugando’ , que procura el respeto a los valores entre los menores y los jóvenes que han decidido ponerle fin a la guerra. En 2014, el programa atendió un promedio de 120 jóvenes pertenecientes a 10 grupos del barrio, de igual forma, se realizaron 2 campeonatos de fútbol callejero en los cuales participaron 8 equipos del sector. Formados por expandilleros como Hansel, que hoy se cuenta en el bando de 'los buenos'.