Barranquilla cuenta con dos rellenos sanitarios, uno de ellos declarado parque ambiental con procesos de tecnología de punta para el manejo de residuos sólidos, y una empresa de aseo privada, a la cual se le ha concesionado la prestación total de los servicios de aseo urbano. Pero a pesar de eso, nos intranquiliza la sensación de que vivimos en medio de la basura y la inmundicia, y esto se debe, según lo notifica el Damab, a la persistencia de 92 basureros a cielo abierto que alimentan comerciantes y grandes productores de desechos de la ciudad.
Es increíble, sostiene Humberto Mendoza, director del Departamento Administrativo de Medio Ambiente de Barranquilla, Damab, pero a la vuelta de cualquier calle del norte, o de cualquier punto de la ciudad, te puedes topar con un basurero. Barranquillita, por ejemplo, uno de los centros de comercio más importantes de la ciudad, en sí misma, es un basurero.
¿Por qué sucede esto? ¿Quién no está haciendo su tarea? ¿Quién debe controlar esto? ¿Cómo podemos parar toda esta contaminación y peligro ambiental? ¿Existen normas o leyes para frenar este desorden?
Parte de las respuestas están contenidas en las escenas diarias -filmadas y fotografiadas como pruebas en cada uno de los procesos que se han abierto contra innumerables establecimientos comerciales por parte del Damab-, que se desarrollan todas las madrugadas en las calles de norte de la ciudad.
Entre la cuatro y cinco de la mañana aparecen carretilleros o carromuleros en estas zonas de establecimientos comerciales, clínicas y restaurantes. Estacionan las carretillas y comienzan a recolectar todas las enormes bolsas llenas de deshechos. De un solo lugar sacan hasta doce.
Uno de ellos, después de llenar su vehículo comienza a recorrer las calles hacia el centro de la ciudad y de esquina en esquina va dejando las bolsas. Pero al llegar a la carrera 50, entre calles 70 y 72, detrás de la paredilla del Colegio Lourdes, esparce el resto de bolsas que le quedan tratando de rescatar algo que le sirva para vender en las bodegas del mercado. Detrás de él llegan otros dos carretilleros a descargar más desperdicios de restaurantes.
Igual que esos carretilleros, trabajan todas las madrugadas otros tres mil recogedores de basuras y carromuleros que más tarde depositan, sin control, los desechos en 92 basureros a cielo abierto en diferentes puntos de la ciudad.
Aquí parece que estuviera el meollo del asunto, en los grandes generadores o productores de basura, a los cuales la empresa de aseo tiene planillados en un programa especial de recolección por volumen producido, a un costo obviamente superior al domiciliario.
“La generación de botaderos es una suma de muchas cosas, ya sea por la evasión del gran productor que quiere evadir el pago del servicio de aseo, entonces lo que hace es entregarle la mitad a la empresa de aseo y la otra mitad al corromulero. También está el que realiza la poda en su casa y que por no pagar el permiso ante el Damab para hacerla, le paga al carromulero para que se la lleve. Súmale todos aquellos que producen escombros, que para evitar el pago a la empresa de aseo, prefieren entregárselo a un carretillero para lo tire a la vuelta de la esquina”, explicó Mary Ángela Peralta, Directora de Aseo de Triple A.
Agregó que también están todos aquellos carretilleros y carromuleros que recogen basura de las residencias y se la llevan a cualquiera de estos 92 botaderos para realizar allí un proceso de selección de material que sirva para vender en los depósitos de reciclaje. El resto de la basura la dejan tirada, acumulándose en estos botaderos.
La solución de todo este problema, según analiza Humberto Mendoza, no solo está en manos del Damab, también Espacio Público, Movilidad, Secretaría del Interior y la Policía deben tomar cartas en el asunto.
Por Hipólito Palencia




