El Heraldo
Johnny Olivares
Judicial

Un ‘cementerio’ antes llamado Triplex Pizano

El desplome del techo de la antigua empresa dejó a dos hermanos sin vida. Saqueos generan incertidumbre en los extrabajadores.

Mientras Nancy lloraba a sus dos hijos acostada en su cama, en la antigua empresa Triplex Pizano la mona era turnada entre hombres para seguir extrayendo el hierro de las vigas, motivados por los 600 pesos que vale el kilo de este metal. 

El sobrevuelo de los goleros no da buena espina, pero son ignorados. Los carromuleros esperan su carga. Ruinas y más ruinas, ahora todo parece un cementerio en el que se enterraron décadas de “gloria”.

En ese lugar los hermanos Luis y Gabriel Jiménez González, dos hombres extranjeros que se encontraban en la compañía procesadora de manera extrayendo los vestigios del sitio, perdieron la vida luego de que cayera uno de sus plafones debilitados por las lluvias recientes. El accidente ocurrió el pasado 25 de agosto. El primero de ellos murió en el lugar, seis días después falleció el segundo.

Su progenitora, Nancy González, no ha encontrado consuelo alguno para lo que ella definió como “el dolor más grande del mundo”. Según la mujer, Luis y Gabriel eran el sustento de la familia y dejaron uno y seis hijos, respectivamente.

“Pagaban el arriendo, me daban para la comida, me daban para mis medicamentos, atendían a sus niños. Ellos eran lo del todo y ahora yo quedé sola”, dijo Nancy entre lágrimas.

Contó además que sus hijos no trabajaban en algo fijo: “Un día reciclaban, otro descargaban un camión, limpiaban un monte, siempre de manera digna”. “No entiendo porque dejan entrar gente ahí, parece que quieren que haya más muertes en ese sitio. Que tumben todo eso para que no muera más nadie”, pidió la mujer.

Sus nietos y sus otros cuatro hijos viven en una casa en la Bendición de Dios, barrio al que llegaron en el 2016. A esta familia le tocó salir a pedir dinero para reunir lo del pago del funeral de los hermanos Jiménez González, pero aún no han podido completar el monto. “Ellos solo estaban buscando el pan para dar de comer a su familia”, concluyó la mujer.

Johnny Olivares.
De no acabar.

Evier es uno de los rebuscadores, si así podría llamárseles, de esos que van casi todos los días a Pizano en busca de hierro para vender. Según él, el kilo de este metal oscila entre los 600 a los 1000 pesos, dependiendo de la calidad del mismo.

“Hoy me vine desde la mañanita, pero no pude hacer mucho porque la varilla está difícil de sacar. Aquí donde estoy no he desayunado y bueno, yo vengo porque debo llevarle comida a mis dos hijas que me están esperando”, cuenta el hombre, quien también reside en La Bendición de Dios.

Así como Evier, un centenar de hombres, muchos en grupos, a punta de mona y cincel continúan picando lo que queda de las instalaciones de la empresa, sin miedo a correr con la misma suerte que los Jiménez González, todo por hacer algunos pesos.

Al tiempo, un grupo de mujeres llega al sitio con agua y algo de sopa para sus parejas y familiares, quienes encapuchados golpean la piedra como si se tratase de una “mina de oro”. En varias ocasiones estas personas han sido sacadas del predio, pero el sitio sigue llenándose de gente día a día. 

Extrabajadores protestan.

Un 18 de febrero de 2018 despidieron a José Munevar, un ex supervisor de la compañía Pizano. El hombre, quien según él trabajó allí por 34 años, ha denunciado desde hace tres años el incumplimiento del acuerdo de liquidación que le prometieron desde la empresa. 

“Nos reunieron y nos dijeron que nos iban a pagar entre tres a seis meses después del despido. Somos más de 400 familias las que vivimos un calvario por esta situación. Hemos acudido a todos los entes y no han hecho nada. Hemos visto que los activos han desaparecido y ni siquiera nos han pagado las cesantías que por ley nos tacaban”, aseveró Munevar.

El extrabajador mencionó que “han dilapidado todos los recursos. Vimos con asombro, con tristeza y con preocupación que invadieron la empresa. Al final vimos un saqueo que parece que hubiese sido programado para ‘legalizar’ todos los robos que hicieron para no pagarnos”.

Munevar concluyó asegurando que “nos han hecho padecer, hemos perdido la paciencia frente al abuso”, concluyó.

Asimismo Manuel Fontalvo, quien trabajó como técnico mecánico en la mencionada empresa procesadora de madera, expuso su preocupación. “Todos los extrabajadores de Pizano estamos llenos de incertidumbre. Nadie nos ha prestado atención”, apuntó el hombre.

La planta de producción de esta empresa en Barranquilla que, durante varias décadas fue símbolo del progreso y generadora de empleos, ubicada en la franja del corredor portuario (sur de Barranquilla), fue clausurada el 13 de febrero de 2018.

En ese mismo año la compañía que, por más de medio siglo se dedicó a la producción  de láminas de madera, anunció su entrada a un proceso de liquidación judicial, el cual hasta la fecha no se ha logrado resolver.

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