El 8 de noviembre de 1978, los dolores de Martha Díaz fueron desgarradores para poder dar a luz al primero de sus dos hijos, Douglas Alberto Tavera.
Veintisiete años después ese dolor fue una simple anécdota, ante el drama en que se constituyó para ella reconocer que su hijo había desaparecido. Pero la pena fue mayor cuando el 8 de junio de 2008 la Fiscalía le confirmó que Douglas Alberto había muerto, dizque en un combate con el Ejército por pertenecer a las Farc.
Ese día el mundo se vino al suelo para Martha, pues el corazón de madre, como ella misma dice, nunca supera el dolor por la pérdida de un hijo, así este no haya sido precisamente el más virtuoso de todos.
El único refugio que ella ha encontrado para seguir adelante es la lucha por develar la verdad y ayudar a otras madres que aún padecen la zozobra de no saber qué ocurrió con sus hijos, víctimas de las ejecuciones extrajudiciales, más comúnmente conocidas como ‘falsos positivos’.
Por un sueño
Martha Díaz se vino a Barranquilla procedente de su natal Medellín cuando tenía 15 años, buscaba mejores oportunidades y eso contemplaba montar un negocio propio, y como buena paisa lo pudo lograr. A los 17 años se casó, y con su esposo se fue a vivir a Venezuela. Allí nacieron sus dos hijos.
Años más tarde regresó y montó en el Centro una venta estacionaria, con la que sacó adelante a sus hijos, pues se separó de su cónyuge.
Cuando Douglas Alberto cumplió 10 años, ella resolvió irse a Estados Unidos en busca de un mejor futuro. Este y su hermano quedaron bajo el cuidado de familiares. Bastaron 4 años para que el joven terminara metido en el mundo de las drogas. Ante esta circunstancia el amor de madre hizo que Martha regresara antes de lo previsto y se dedicara a luchar por sus hijos, a pesar de las dificultades y a costa de su propio sacrificio, como lo fue abandonar una mejor condición de vida en el ‘sueño americano’. Durante mucho tiempo hizo lo imposible por sacar a su hijo de la drogadicción, pero hasta el último día en que lo vio con vida no pudo lograrlo. El joven se recuperaba y volvía a recaer.
La desaparición, el fin indeseado
El 26 de marzo de 2006, ya con 27 años, Douglas Alberto salió a las 11 de la mañana a jugar fútbol en la cancha del parque Universal. Testigos dijeron que cuando compartía con los amigos, llegaron unos hombres ofreciéndoles trabajo.
En un país donde las oportunidades no sobran, pero sí los desafíos, el muchacho vio en esa oferta la posibilidad de recuperarse y dejar de darle dolores de cabeza a su mamá. Recibió un dinero para comprarse ropa, como en efecto lo hizo, y a las 4 de la tarde de ese mismo día fue nuevamente a la cancha a cumplir la cita que sin saberlo lo llevaría a la muerte.
A las 8 de la noche del 29 de marzo, fue la última vez que Martha supo de su hijo. Este la llamó por teléfono para pedirle perdón por todo lo que la había hecho sufrir, y le informó que estaba en Valledupar, “porque iba a trabajar duro para ayudarla”.
Pasaron casi dos años para que Martha conociera la cruda verdad después de denunciar la desaparición de su hijo y pedir un cotejo de huellas con cuerpos sepultados como NN en el Cesar. El 8 de junio de 2008 la Fiscalía la contactó para informarle que su hijo Douglas Alberto era guerrillero del frente 59 de las Farc, y que había muerto en un combate con el ejército el 2 de abril de 2006. “Me mostraron algo que había salido en un periódico de Valledupar, Douglas estaba boca abajo. Yo apenas lo vi dije: ese es mi hijo”, recordó Martha en medio de las lágrimas que no se agotan en su interior cada vez que revive esos momentos de angustia.
Ahí empezó la lucha para confirmar el ya común caso de las ejecuciones extrajudiciales. Otros dos años padeció para poder tener respuestas sobre la muerte de su hijo. Para recuperar sus restos, apeló a todo, hasta con una tutela que finalmente dio sus frutos. “El 11 de septiembre de 2010 pude lograr que me entregaran a Douglas en Barranquilla, después de hacer 59 exhumaciones y pruebas de ADN, se entregaron 6 cadáveres…Lo de Douglas no lo he podido superar, no sé por qué, a pesar de que era un pelao drogadicto yo no tenía ninguna esperanza en que él me mantuviera, pero yo sí tenía las esperanzas de que Dios me lo iba a cambiar y él iba a entrar al reino de los cielos. A mí me ha dolido mucho, en mi cabeza es la hora y no me cabe cómo el Ejército se lleva unos pelaos y los mata de esa forma, sabiendo que hay tanto guerrillero”.
Una lucha incansable
De todo este drama y gracias a una publicación en la prensa, comenzaron a unirse mujeres que vivían la misma tragedia de las ejecuciones extrajudiciales. “En diciembre de 2008 ya eran 10, hoy somos 58 madres unidas por el mismo drama, 16 de ellas no han encontrado aún los cadáveres de sus hijos…La cabeza no da para nada sino para pensar en esto. Esto no se supera, me he refugiado en que las madres tengan sus cadáveres, porque es que en ese momento es un dolor muy grande, pero también es un consuelo que ya sepan donde los tienen. Así está uno en ascuas, es como sí lo tienen y no lo tienen, la negación es el primer paso al duelo”, así expresa la madre de Douglas Alberto Tavera su sentir, que la llevó a crear y liderar en el Atlántico la Asociación de Familias Unidas por un Solo Dolor (Afusodo).
Según cifras de la asociación, en el Atlántico se cometieron 120 ejecuciones extrajudiciales entre el 2005 y el 2008, razón más que suficiente para que el amor de madre lleve a Martha y a sus compañeras de duelo a seguir en la lucha para encontrar la verdad y que se condenen a los responsables, aún a pesar de los obstáculos y de las amenazas.
“Yo muero en esta lucha, porque esto es lo único que me da a mí paz, esto es mi oxigeno día a día”, puntualizó esta madre luchadora, quien en un día como hoy dice no tener nada que celebrar.
Viany Pérez Vargas
EL HERALDO