Poco a poco se van conociendo detalles de las trágicas muertes del médico epidemiólogo Roberto Vásquez Camargo, de 88 años de edad, y su esposa Porfiria Isabel Escorcia Villalba, una experimentada enfermera, de 80 años, reportada por las autoridades policiales de Barranquilla durante la noche de este viernes 13 de junio.
Como ya se ha manejado, un sobrino de la pareja de esposos fue quien alertó a la Policía Metropolitana, pasadas las 6:30 p. m., una vez se hallaron los cuerpos sin vida del médico y su pareja dentro del inmueble localizado en la calle 94 No. 56-58, en el sector de Altos de Riomar, en el norte de esta capital.
Según su relato a las autoridades este abrió la puerta de la residencia de las víctimas y notó “rastros de sangre” a su ingreso, por lo que inspeccionó el lugar apresurado y halló los cuerpos de sus tíos en una de las habitaciones. Los dos estaban tendidos sobre una cama y ensangrentados.
Luego de esta situación, el allegado llamó al CAI de Plaza del Parque y los uniformados acudieron hasta el sitio.
Tras una labor de peritos de la Sijín se determinó que la muerte de los esposos fue ocasionada por golpes con “objeto contundente”, pero, hasta el momento, no se ha revelado con qué tipo de elemento se les atacó.
No obstante, en un reporte judicial conocido por EL HERALDO se detalla que las víctimas tenían graves lesiones en sus rostros y fractura craneal por el ataque con el “objeto contundente”.
Las sospechas
El médico Vásquez y su esposa tenían como costumbre diariamente leer el periódico, en la tradicional edición de papel, y luego de eso llamar vía telefónica a hermanos, hijos y otros parientes para saber sobre sus vidas. Al parecer, durante toda la mañana de este viernes esta rutina no se llevó a cabo, pues Néstor Escorcia, sobrino de las víctimas y quien halló los cuerpos sin vida, encontró la edición del periódico del día donde el voceador solía dejarlo para que el médico lo retirara y entrara a su casa a leerlo.
En diálogo con EL HERALDO, Escorcia manifestó que este acudió hasta la vivienda de sus tíos luego de una alerta de allegados que se extrañaron por la ausencia temporal del médico y su esposa.
Además Escorcia aclaró que sus tíos habían llegado desde Washington, Estados Unidos, desde el lunes anterior y que ese viaje al extranjero era frecuente, pues hijos están radicados en el exterior.
“Ellos habían regresado de los Estados Unidos y tenían una rutina de llamar a los familiares, a las hijas y a las hermanas. En el caso de mi tío (Roberto), a ciertas horas del día y varias veces al día. Ayer viernes (13 de junio), al ver que no llamaron en la mañana ni al mediodía, nos preocupamos. Como digo, eran muy activos por celular. Llamaban todos los días, redes sociales, por WhatsApp. También hubo gente que vino acá a la casa y la vio cerrada. A eso de las 4:00 me llaman, preguntándome si yo sabía algo. Estaba cerca y vine y vi el periódico afuera. Y dije, pero esto es raro porque mi tío siempre llega temprano a buscar el periódico. A las 5:00 de la mañana”, relató Escorcia.
Seguidamente expresó que fue su padre quien llevó las llaves para que se pudiera acceder a la vivienda del médico y reveló que los dos y otro allegado entraron al mismo tiempo al domicilio.
“Entramos los tres. Y cuando subimos al segundo piso, la puerta estaba cerrada con llave. Cuando la abrimos, vimos los cuerpos sobre la cama. El segundo piso estaba todo revuelto. El primer piso no tanto, pero el segundo piso sí. Estaban las gavetas revueltas, los clóset y todo”, comunicó el allegado.
Aquello consolida la teoría del hurto que hoy mantienen las autoridades policiales y por las que rastrean información en todo el sector donde se registró el hecho.
Una vida de servicio
Néstor Escorcia también se refirió a la labor ejercida por sus tíos en el campo de la salud durante muchos años.
Reconoció que en el caso de su tío este prestó servicios a la Armada Nacional de Colombia como médico y allí se pensionó. En el caso de su tía dijo que durante mucho tiempo, al menos 30 años, fue profesora de la facultad de medicina de la Universidad del Norte.
También estuvieron vinculados laboralmente con la Universidad Metropolitana de Barranquilla, especializada en el campo de la salud.
“Era pensionada allá de la Universidad del Norte. Y mi tío es pensionado de la Armada. Durante más de 20 años fue médico de la Armada. Y después sí ejerció otros cargos. Fue jefe de epidemiología del Departamento del Atlántico. Ya retirados, ya pensionados, se iban a actividades de eventos de apoyo a los grupos con VIH. Se iban dictando charlas, conferencias, y en eventos de obras benéficas. Eran muy activos en la iglesia, eran católicos. Y eran también, y bueno, lo invitaban (a Roberto) mucho a eventos y actividades relacionadas con la medicina para que hicieran charlas. Entonces se mantenía investigando sobre temas nuevos de medicina. Y transmitiendo ese conocimiento a la gente y a los profesionales jóvenes. Y lógicamente dándoles apoyo a los pacientes. Eran muy caritativos hacia personas que no tenían recursos y creían tener la enfermedad del VIH. Él los atendía en su casa”, señaló Escorcia.
Roberto Vásquez fue un médico epidemiólogo que desde los años 80 asumió con valentía y, sobre todo humanidad, un rol fundamental en una época marcada por el miedo y el estigma, cuando el VIH apareció como una amenaza invisible y devastadora.
Su entrega a la salud pública de la ciudad y el Atlántico estuvo marcada por el sentido humanitario que tenía para tratar a los pacientes con VIH, convirtiéndose en un faro de compasión y conocimiento.
Su lucha no solo fue médica, sino también humana. En los años 90, cuando las personas con VIH enfrentaban no solo la enfermedad, sino el rechazo social, además de precarias condiciones por la falta de recursos que tenían la mayoría de los pacientes para ser atendidos, Roberto abrió su casa y su tiempo para brindar atención directa, medicinas y apoyo nutricional.
Mientras tanto, Isabel, su esposa y con quien compartió su vida por 50 años, también fue un pilar fundamental en este camino, aportando su calidez y dedicación en el acompañamiento y la asistencia a los pacientes.
Más allá del consultorio, Roberto se convirtió en un educador incansable. Salía por las noches a recorrer la ciudad, entregando preservativos y compartiendo charlas con el movimiento LGBTI y trabajadoras sexuales, poblaciones vulnerables que a menudo eran ignoradas por la sociedad.
Su vínculo con organizaciones internacionales, especialmente en Estados Unidos, le permitió traer a Barranquilla prácticas avanzadas de prevención y tratamiento.
“Roberto y Porfiria Isabel merecían un homenaje porque salvaron vidas en Barranquilla, porque su formación, pero también su actividad de prevención, permitió que muchas personas que viven con VIH tuvieran mecanismos preventivos. Valoramos mucho de Roberto e Isabel su gran profesionalismo, estuvieron todo el tiempo muy en la vanguardia de entender la epidemia del VIH, de entender que se puede prevenir, fueron voceros de todo el ejercicio de motivar mucho que la gente se hiciera pruebas para diagnosticar si vivían con VIH (...) fue un ejercicio muy significativo”, señaló Wilson Castañeda, director de Caribe Afirmativo.