Hace 2 años, María Elizabeth Ossa Posada resultó con quemaduras luego de que su exesposo, Jorge Luis Díaz Pimienta, le rociara gasolina y le prendiera fuego.
Transcurrido este tiempo, con las marcas de aquella brutal agresión en su cuerpo, la mujer asegura que su drama está lejos de terminar.
María Elizabeth actualmente mantiene dos batallas. La primera es con la EPS Salud Total, pues las heridas por quemaduras de tercer grado aún no terminan de cicatrizar totalmente. La mujer, que es madre de 5 hijos –de los cuales 3 fueron con su agresor– explica que en un principio su EPS la asistió, luego de salir de la clínica Reina Catalina donde duró 7 meses hospitalizada, pero dice que ahora no está recibiendo los ciudados y visitas de médicos y fisioterapeutas que necesita.
'A mí un médico tiene que verme todos los meses pero ha durado hasta cuatro meses sin visitarme. Las cremas que necesita mi piel no duran lo que necesito, pues yo me gasto 6 tubos de crema en todo mi cuerpo en un día, pero la EPS solo me manda 5 y son para un mes', dice.
La segunda lucha es a nivel judicial. Ella asegura que las autoridades le han dicho que para que su agresor sea capturado tiene que desplazarse hasta Riohacha, lugar del intento de feminicidio. 'Me dicen que como el caso pasó en La Guajira tengo que estar allá pendiente, pero yo tengo mucho miedo de irme para allá porque me puede matar', sostiene la mujer que fue remitida a Barranquilla por la gravedad de sus heridas.
La noche del infierno. 'La agresión ocurrió el 6 de octubre de 2017 en Riohacha, donde yo me dedicaba a mis hijos y a mis quehaceres del hogar. Esa noche, alrededor de las 8, él llegó con una botella litro de gaseosa que en su interior tenía gasolina', contó a EL HERALDO la mujer nacida hace 29 años en el municipio de Apartadó, Antioquia.
'Esa noche iba a llover, él me dijo que le diera de comer a los niños para acostarlos y que recogiera la ropa de la cuerda porque iba a llover. Yo le dije que luego lo hacía, porque sentía la necesidad de leer la Biblia'.
Entre lágrimas sigue su relato, mientras permanece sentaba en una mecedora en la terraza de un refugio donde lleva casi un año de hospedaje por gestión de la Oficina de la Mujer, pues a pesar de que su caso no ocurrió en Atlántico ha sido asistida oficial y extraoficialmente por los funcionarios de esta dependencia.
'Luego de que me leí unos capítulos de la Biblia recogí la ropa y empecé a doblarla. Los niños, a pesar de que les di la orden de dormir, no tenían sueño', recuerda.
'Él me miraba muy extraño y a mi hijo de 6 años le dijo que saliera de la casa, enseguida se me acercó, me abrazó, me dio un beso en la frente y me dijo perdóname. Yo me voltee a seguir doblando la ropa, él se fue para la cocina, cogió la botella y ahí sentí que echó la gasolina en mi espalda y con un fósforo me prendió fuego', dijo.
'Yo hubiera preferido que me hubiera dado una paliza o me hubiera violado en vez de quemarme. El dolor de las quemaduras no se compara con nada; no fue solamente ese día, es todos los días que me duele. Eso me quitó toda la tranquilidad y me dañó la vida', puntualiza la mujer, que no puede contener el llanto.
El Viacrucis. Luego de estar prendida en llamas, María Elizabeth salió, se tiró al suelo y fue apagada por vecinos. Su agresor, que sufrió quemaduras en su mano derecha, dijo que ella se había prendido en fuego porque quiso.
'Nunca llegó la Policía, y me llevaron a un hospital donde no hay recursos para atender a un paciente con quemaduras. Duré cuatro días y mis heridas estaban infectadas, de allí en una ambulancia con precarias condiciones me trajeron a la Reina Catalina, donde estuve siete meses internada y más de un mes en coma'.
La mujer dice que los familiares de Díaz Pimienta no han hecho sino esconderlo y entorpecer el proceso judicial. 'Ellos llamaban a amenazarme', asegura María.
Dijo que su expareja permanece entre Bogotá, Barranquilla y Riohacha, y que aunque tiene una orden de captura pero 'no hay un policía o investigador que esté detrás de el para capturarlo'.
'Actualmente quien me ayuda es gente que me ha conocido, funcionarios de oficinas del Estado que de manera extraoficial me atienden porque me ven sola. Yo quiero irme a Apartadó con mis hijos pero si me voy pierdo cualquier ayuda, por mínima que sea, de la EPS', explicó.
Su angustia ahora es que a partir de este lunes se queda sin refugio y no sabe a dónde irá, porque aún la entidad no ha logrado renovarle por un año más su estancia en el lugar.