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Durante toda esta última semana, España ha estado celebrando, recapitulando y evaluando lo que ha dado en considerar el fenómeno literario que, en la segunda mitad del siglo XX, 'cambió el español': el boom de la narrativa latinoamericana; lo cual ha sido estupendo, sobre todo porque nos ha provisto a los lectores, vía Internet, de un cuerpo de memorias, análisis, fallos críticos, encuestas de opinión, imágenes…de una riqueza gratificante y apasionante.

No importa que el motivo con el cual justificaron sus organizadores tal gran homenaje crítico (centrado en el congreso El canon del boom) no constituya un hecho comprobado, sino apenas una premisa hipotética: el supuesto cumplimiento de 50 años exactos de dicho movimiento, pues proponen que 1962 es el año en que tuvo lugar el nacimiento del mismo. Lo que importa es el producto cultural de alta calidad a que ha dado lugar.

Ensayando unas cuantas conclusiones que cabe sacar del contenido de dicho evento celebratorio, anotaré por lo menos cuatro cosas:

1) No se tiene una idea clara y distinta de lo que es el boom; al menos, la extensión de este concepto resulta confusamente delimitada. Algunos de los académicos y escritores participantes incluyen, por ejemplo, a Borges, Carpentier y Rulfo dentro del boom, mientras que otros los excluyen y los ubican en la categoría de 'los precursores'.

2) García Márquez resulta consagrado como el autor más influyente y de mayor difusión universal del boom (honor compartido con Borges, al que no todos, repito, juzgan parte de este grupo), y en particular su novela Cien años de soledad es ratificada como 'la pieza literaria más influyente escrita en español desde el Quijote', tal como lo sostuvo el lúcido escritor mexicano Jorge Volpi.

3) Todavía, pese a esfuerzos contrarios que se han hecho, dos notables escritores colombianos no son ni siquiera reconocidos como precursores del boom: Héctor Rojas Herazo y Álvaro Cepeda Samudio.

4) La cándida y necia posición de algunos autores muy posteriores al boom (los de la facción de McCondo) que insisten en esa rutina propia de un clown que es negar y satirizar este movimiento y la literatura que produjo. Tontos: si antes de los brillantes novelistas y cuentistas del boom, el español era una lengua poco conocida, marginal, carente de una literatura de alcance e interés universal; es sólo gracias a ellos justamente que las obras literarias en lengua castellana se hallan hoy por hoy en los estantes de todas las librerías del mundo.

A estas conclusiones, hay que añadir, como un episodio digno de resaltar, la magnífica exposición que ofreció Vargas Llosa en el acto de apertura del certamen: 56 minutos y 11 segundos de espontánea charla improvisada, lo que no le impidió ser de un rigor (no exento de emoción), una precisión en los datos y una amenidad y fluidez impagables, lo que se vio reflejado en la larga ovación que al final le tributó el exigente auditorio.

Joaquín Mattos Omar
joamattosomar@hotmail.com