Cómo quisiera escribirte, Norman. Te evoco y llegan flashes, como si Acuña, Buitrago, Manarres nos acecharan. Con la primera luz, veo un chico pataleando. Baja Tita, por la 52 y se lo lleva arrastrado.
Te calmas cuando encuentras a Julio Roca. Los tres en la misma canasta. Años más tarde, juntos otra vez.
La luz de The Factory, nos ilumina. Frente al estudio de Andy Warhol, la aristocracia neoyorkina desfila disfrazada. El sombrero de congo que llevas, me impresiona. Julio dice cosas tremendas e inteligentes.
Un gran flash enceguecedor abre la escena, Norman habla del Padre Cardenal. Conocer al gran poeta nicaraguense, de quien Álvaro Pablo habla con tanto asombro, fue algo mágico. Intelectual, escritor, revolucionario, monje trapense (Hora Zero), guerrillero contra Somoza. La imagen del hombre contemporáneo. Auténtico hasta la médula. Demostrado a través del tiempo. Su comunidad, Ignacio de Loyola, tiene universidades en todo el sur de los Estados Unidos.
De Washington D.C., Maryland, Pensilvania, Filadelfia, Virginia y hasta de Ohio, llegaron a escucharlo a Baltimore.
Gran túnica blanca y sandalias, fue común encontrarlo en los bares, rodeado de discípulos, en debates entusiasmados.
Contarte, todo un happening, Norman. Ni me creías y te morías. Norman...te morías...
Ernesto Cardenal, gana el Cervantes 2012. ¡Qué celebración, Norman!
Pienso en tu estudio, y un flash, me aturde. Aquel día, casi no puedo mover tus grandes lienzos, quería ojearlos.
¡Hay cien lienzos aquí! ¡Qué manera de trabajar, Norman!
No fue esta vez que pude sumergirme en un mar inescrutable, Tarskovki y Malick, manos evidentes lo que se veía como un espacio sideral con su correspondiente planeta, dentro de otro planeta, dentro de otro planeta en llamas.
Estaba en la oficina de un amigo generoso que lo tenía a la vista de todos.
Llega un flash, y Norman, estás furioso. En tus manos una serie de poemas, para que los edite.
¡Aaaayy, Norman! Estoy recopilando y editando, material y fotos, para la revista Huellas.
Tengo la cabeza llena de Cepeda, digo con desesperación. Salió, tiró la puerta.
Desaparecieron los flashes, por mucho tiempo.
No importa, de repente vuelve su vozarrón. Quiere consultar las conveniencias del matrimonio civil, después de vivir juntos más de treinta años. Tiene una serie de preocupaciones, que aclaro con mi abogada. Parece satisfecho.
Pronto llega el último flash: ¿Quieres ser la madrina de mi boda con Tina?
Sigues presente, Norman. Las brujitas, me miran, El arcángel –no me disparen– me mira.
Me mira la fotografía de Álvaro. Le has pintado un trapo rojo y signos extraños como aureola. Y una corte de cabezas cósmicas en la base. Catch As Can.
Tita Cepeda
Opinión





















