El Heraldo
Esther Forero con traje de cumbiambero en Venezuela, 1945. Archivo Álvaro Suescún
El Dominical

Esther Forero, una ‹mujer caminadora›

En el centenario del nacimiento de esta folclorista y compositora, un nuevo libro amplia la mirada sobre la vida y obra de quien fue mucho más que la ‹novia de Barranquilla›. 

Antes, mucho antes de que Esther Forero Celis (1919-2011) fuese bautizada la ‹novia de Barranquilla›, le decían que era una ‹mujer caminadora›. A mediados del siglo pasado, ser señalada como caminadora era algo que, para las clases dominantes, restaba valor y estatus. Una caminadora era una «mujer de la calle» y serlo implicaba cargar con juicios comprometedores y severos. Lejos de detenerse, Esther caminaba, componía y cantaba: «Ay yo no sé por qué dirá la gente que soy una mujer caminadora». Más adelante, un coro de hombres le respondía: «No llores comay y eche pa´lante, eso le pasa por ser caminante». 

«…Ay, si la cosa, compa, sigue así, caramba, paro la cola y
me voy de aquí.
Ay, tanto tiempo, compa, tanto tiempo tengo que de mi
tierrita me salí».

Esther Forero fue compositora, cantante, folclorista, realizadora radial y publicista. Y, como se reconocía en una de sus canciones– aunque en tono sarcástico y contestatario– una ‹caminadora›. Pero caminadora no en el sentido con el que pretendían tacharla, sino caminadora por distintas regiones de Colombia y buena parte de América. Por el centro de Barranquilla, antes de cumplir 18 años, para subsistir y ayudar a su mamá. Por la zona ribereña del Magdalena, a finales de 1937, donde estudió e investigó las músicas populares mientras trabajaba como agente vendedora para una empresa farmacéutica. Por Venezuela y Panamá, sus primeras conquistas internacionales. Por República Dominicana, Puerto Rico y Cuba, donde se convirtió en una embajadora de su folclor. Por Nueva York, donde alcanzó la cúspide de su carrera.

Sin embargo hasta ahí, pese a su fama y exitosa trayectoria, Esther Forero no era suficientemente reconocida en Barranquilla, una tierra –casi desconocida– a la que regresaría en 1960 después de once años de gira.  

 

Bajo una nueva luz

Los viajes, geográficos y musicales, así como las luchas y pasos adelantados a su época amplían la mirada sobre una mujer pionera y trasgresora. Ese recorrido, a propósito del centenario de su natalicio –que se cumple este mes de diciembre–, es el que propone Esther Forero: la caminadora, libro de la investigadora musical Daniella Cura publicado por la editorial Artimaña que resulta de una investigación hecha bajo la luz de la musicología feminista.

Aquí, hablar de Esther Forero no es hablar solo de la ‹novia de Barranquilla›, sino es seguir el camino de una mujer que antes de ser conocida en su tierra fue valorada y amada en otros muchos lugares. Una mujer, prácticamente la única mujer, que hizo parte de una generación de autores – junto con Lucho Bermúdez, Pacho Galán, José Barros, Rafael Campo Miranda, Antonio María Peñaloza y Luis Carlos Meyer–capaces de hacer que las sonoridades de la costa Caribe empezaran a resonar dentro de la identidad musical de Colombia.

 

«Esther es admirada como figura pública; pero la primera etapa de sus composiciones es casi totalmente ignorada y su situación y acciones como mujer en la música no han sido observados con detenimiento. Los estudiosos de la música la han visto de reojo y las feministas ni siquiera han volteado a mirarla; para ambos podría ser fuente de inspiración y de riqueza argumentativa», sugiere Cura en las primeras páginas. 

A partir de ahí se inicia un viaje atravesado por paisajes sonoros, historias de otras mujeres– como la chilena Violeta Parra–, retratos machistas y diversas coyunturas políticas. Uno que desempolva canciones y recupera desde fonogramas originales extraños hasta temas pocos conocidos que fueron digitalizados, restaurados, masterizados, curados y compilados al final del libro, bajo el título ‹Canciones rescatadas›. 

De ahí que Esther Forero: la caminadora, sea un libro tanto de aventuras como de música y de liberación femenina que decide ir más allá del discurso de ‹la novia de Barranquilla›, un apelativo que le fue hecho por primera vez, de forma espontánea, en un programa radial de gran sintonía en Barranquilla, a mediados de los sesenta, pero que más tarde se incrustaría hasta definirla. 

Para Cura, pese a los múltiples reconocimientos que ha recibido Esther Forero y pese al cariño que se le profesa en su ciudad natal, que su obra esté tan confinada al plano local y sea principalmente vista a través de éxitos como Volvió Juanita, La luna de Barranquilla, Mi vieja Barranquilla o La Guacherna, termina por propagar una versión única de Esther Forero, Esthercita, reduciendo así su alcance real.  

«Hay que repensar muchas cosas en cuanto al imaginario de ‹la novia de Barranquilla›. No se trata de descartar este discurso sino de mirar más allá de él y saber que esa no es la única manera de ver a una mujer tan absolutamente compleja y longeva como lo fue Esther Forero. El feminismo nos ha enseñado que es anacrónico entender a una mujer en función de algo más», defiende la autora. 

El bolero Santo Domingo (1950), su primera composición, o el porro Disimúlame, grabado en 1953 en Nueva York, dan cuenta de lo compleja y avanzada que era. Con Santo Domingo, una carta de amor a un pueblo oprimido, Forero logró estremecer  la cruel dictadura de Trujillo, que consideró su canción como una falta de respeto y desafío. En Disimúlame, cuando Esther Forero no sabía lo que era ejercer el derecho al voto– algo que se hizo oficial en 1957–, escribía:  «La mujer también debe tener derecho de mirar pa’ allá, pa’ donde le dé la gana».

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