Es impresionante la manera en que, de todas las esquinas del país y del mundo, han surgido reacciones solidarias para socorrer física, económica y humanamente a las víctimas del catastrófico invierno de nuestra región.
El Gobierno Nacional, encabezado por el presidente Juan Manuel Santos, sus ministros y viceministros, funcionarios de las gobernaciones, algunos alcaldes más que otros, todas las Fuerzas Militares, los organismos de socorro, la Cruz Roja, la Defensa Civil, empresarios, trabajadores, diversas ONG y voluntariados han brindado en todo momento su apoyo físico y moral a las acongojadas víctimas.
Es por eso que cae muy bien la noticia que esta semana entregó el gerente del Fondo de Calamidades, Everardo Murillo, a los mandatarios regionales en el marco de una teleconferencia, en el sentido de que el Gobierno Nacional destinará, a partir de la fecha, 151 mil millones 735 mil pesos para los cerca de dos millones de afectados por el invierno. En virtud de que la Región Caribe se ha visto más afectada, esta recibirá un 62 por ciento de esos recursos, que están girados a una cuenta especial que administra La Previsora. Dichos recursos deberán ser administrados a través de un operador idóneo que tendrá que proponerle al fondo de calamidades.
En el Caribe, el departamento que más recibirá recursos será Bolívar, seguido por Magdalena y Córdoba. Atlántico recibirá más de nueve mil millones de pesos, y hay rumores de que ciertos jefes políticos desde ya están haciendo planes con ese dinero.
Jamás ha resultado más acertado que en esta ocasión aquel manido decir de los abuelos campesinos de que “río revuelto... ganancia de pescadores”, en especial cuando se trata de esas millonarias contribuciones. Ya sabemos que existen personajes expertos en tragedias que, a nivel nacional y regional, están a la caza de situaciones fortuitas para inescrupulosamente aprovechar la ocasión y extraer beneficios a costas del mal ajeno. Todos recordamos calamidades anteriormente vividas en Colombia, como las de Armero o la del Eje Cafetero, o a nivel internacional las más recientes en Haití y Chile, en donde proliferaron mentes criminales que obtuvieron millonarios beneficios usando como señuelo estas catástrofes y se apropiaron, en mayor o menor proporción, del dinero de almas caritativas que donaban recursos.
En la actual emergencia invernal de nuestro Departamento, hay una lista de insensibles oportunistas, empezando con aquellos que al inicio de la tragedia robaban el ganado y demás animales y los comercializaban a precios paupérrimos; o los que cobraban el transporte a precios impagables; o los que vendían las donaciones o las entregaban a personas o familias escogidas con criterios no muy humanitarios; o los que personalmente o por Internet, se valen de la ocasión para recaudar fondos, recoger donaciones y organizar eventos cuyos beneficios son destinados a sí mismos. Se podría continuar con los invasores de tierra profesionales, o con los damnificados profesionales que ni siquiera vivían previamente en esos municipios. Por eso es necesario el manejo transparente del censo de afectados para que no se filtren estos avivatos personajes.
Igualmente, es innegable la percepción de que algunos personajes, calculadora en mano y precisamente en estas épocas pre-electorales, se frotan las manos al pensar que esta situación les traerá mucho dinero, por lo que intentarán canalizar hacia su terreno alguna porción de los billonarios recursos. En ese sentido no dejan de ser gravísimas las denuncias que se vienen presentando acerca de que algunos líderes políticos y candidatos a cercanas elecciones están traficando y haciendo proselitismo con las ayudas humanitarias que consiguen.
Por eso, tanto las autoridades como la ciudadanía en general debemos abrir los ojos y fortalecer los mecanismos de veeduría y control para que esos billonarios recursos, aportes y donaciones en dinero, especies y alimentos vayan a parar a donde deben ir, es decir a beneficiar a las familias directamente afectadas por la catástrofe invernal y que previamente vivían en las zonas del desastre natural. Reiteramos que hay que tomar todas las precauciones para defendernos de aquellos que intentan hacer una suculenta pesca en el río revuelto, de tal manera que algunas personas no resulten siendo ‘idiotas útiles’ de aprovechados oportunistas que están armando un libreto de duración ilimitada que, en últimas, solo beneficiará a sus torcidos intereses personales o grupales.