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La oposición en Venezuela pasó una importante prueba en el proceso político con el que buscan revocar el mandato del presidente Nicolás Maduro, y con ello interrumpir el proyecto chavista que pretende consolidar la Nación en un modelo socialista.

El primer paso para la revocatoria fue el aval que le otorgó el Consejo Nacional Electoral (CNE) para que proceda la Mesa de Unidad Democrática (MUD), que ha venido concentrando la oposición, a formalizar la petición del referendo y allegar unas 4 millones de firmas que son indispensables, dado el patrón electoral de casi 20 millones de ciudadanos. Si son avaladas, obligan a la convocatoria de la consulta revocatoria en unos seis meses.

El chavismo reaccionó manifestando que no permitirán el referendo. Sin embargo, está muy activa una presión internacional para que se desarrollen debidamente las instituciones democráticas.

En Venezuela todos los cargos y magistraturas de elección popular son revocables y Maduro es la pieza principal que quieren cobrar los opositores. Es un gobernante debilitado por una recesión económica que, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), alcanzará este año un crecimiento negativo del 10% y una inflación del 700%.

Las caídas del precio del petróleo y de su divisa, un desabastecimiento alimentario, apagón eléctrico e ingresos fiscales que solo alcanzan para redimir la deuda tienen exasperados a la clase media y hasta los sectores populares, antes grandes beneficiarios de un Estado altamente pródigo en subsidios, los cuales podía cubrir con unos ingresos petroleros que ahora no existen.

Tras la derrota del chavismo en las parlamentarias, el gobierno declaró a principios de año la emergencia económica y su más reciente medida ha sido obligar a las empresas públicas y privadas a ceder personal para que vayan al campo a producir alimentos por 60 días. El sistema cambiario es caótico y por eso el comercio se hace más bien de manera informal. La credibilidad del gobierno está lejos de los registros de Hugo Chávez, y Maduro es frecuente víctima de escarnio internacional e interno por sus excentricidades. Hay una oleada internacional de reparos por el trato que da a la oposición, con una presunta violación de los derechos humanos porque es nebulosa la separación de poderes. Desde la cárcel los líderes socavan la fuerza popular del gobierno con la consigna de que falta poco para que se caiga.

La crisis social, económica, fiscal, cambiaria, alimentaria, energética y política de Venezuela ha venido arrastrando las zonas fronterizas con Colombia. Por lo tanto, lo que ocurre allá no es tan ajeno entre nosotros. Aunque el gobierno Santos busca no inmiscuirse en los asuntos internos y trata de cimentar las relaciones económicas. Maduro, no obstante, suele culpar a Colombia de sus crisis.

El proceso para el referendo dinamizará la vida política de Venezuela, sea cual sea el resultado. Sea dentro del mismo chavismo o desde la oposición, es una señal de avance y cambio. No se puede soslayar que hay riesgos latentes de que la violencia política se active más. Venezuela está en uno de los momentos más críticos de su historia, pero este nuevo proceso es una oportunidad para desencadenar transformaciones en procura de un mejor porvenir. Su pueblo no merece menos.