Cuando hace tres meses las aguas del mar Caribe embistieron las playas de Salgar llevándose por delante unas 150 casetas, cientos de familias dedicadas a las labores turísticas se hundieron en la desesperación ante lo que parecía el final de uno de los destinos más populares y queridos por los atlanticenses.
Hoy el panorama parece otro. La construcción de espolones le ha cambiado la cara al paisaje de Salgar. Las amplias playas, protegidas por las estructuras de piedra, han devuelto a los caseteros la esperanza de que regresen los visitantes, muchos de los cuales todavía ignoran el trabajo que se ejecutó en el lugar.
La Gobernación del Atlántico, bajo la batuta de José Antonio Segebre, ha tenido la feliz iniciativa de invertir $52.000 millones en la estabilización de las playas de SalgarPradomar y Miramar. Solo en la primera, que muestra una cara radicalmente diferente desde hace algunas semanas, se invirtieron $22.303 millones.
El impulso de la industria turística en el departamento del Atlántico es una asignatura pendiente para la dirigencia política. Los candidatos a la Gobernación y a las alcaldías municipales suelen anunciar muchos compromisos al respecto en sus campañas electorales, pero, una vez apagados los focos de los comicios, el asunto queda arrinconado en el ‘cuarto de San Alejo’ de las promesas incumplidas.
El turismo no es solo brisa y mar, por supuesto. Pero, sin unas playas acogedoras, limpias y listas para recibir a los turistas, resulta imposible pensar en una cadena de desarrollo productivo soportada en este renglón de la economía.
Los paisajes de las playas del Atlántico quizá no estén catalogadas entre las mejores del mundo, pero tienen un particular encanto, una belleza y exotismo singulares, que a veces no son percibidos por los propios lugareños. Puerto Velero, Puerto Caimán, Caño Dulce, Santa Verónica y las más cercanas, Salgar, Sabanilla y Pradomar, poseen cada una un enorme potencial.
Comenzar por la estabilización de las playas, garantizar las inversiones apropiadas y convertir en política departamental permanente el cuidado de estos espacios naturales es una necesidad imperiosa, máxime si se considera que desde hace décadas no se acometen las obras con la determinación requerida.
La población de municipios costeros como Puerto Colombia, Juan de Acosta y Tubará se beneficiarían notablemente de unas buenas obras de acondicionamiento.
La decisión de invertir en la construcción de espolones para tener playas apropiadas para el turismo debería replicarse en otras zonas de la Costa Caribe, dueñas de gran potencial turístico y, además, urgidas de contar con medios de subsistencia para sus habitantes.
Proteger las playas es importante no solo para impulsar el sector turístico, sino, sobre todo, para elevar las condiciones de vida de la población que habita las zonas de costa. La próxima Administración departamental, con Eduardo Verano a la cabeza, tiene la responsabilidad de mantener los trabajos hasta ahora realizados y hacer las inversiones necesarias para potenciar la franja costera.