La celebración, hoy, del Día de la Madre, constituye una excelente ocasión para hacer algunas reflexiones acerca de la maternidad en Colombia y las distintas aristas que esta presenta.
Lo primero que hay que decir es una obviedad: que, si bien existe un día instituido para honrar a las madres –en la mayor parte de América Latina corresponde al segundo domingo de mayo–, ese reconocimiento debería prolongarse todo el año, por el significado que tienen las madres como eje articulador de nuestro país. Papel que, por debatible que hoy resulte, guarda relación con una antiquísima configuración de roles de la organización humana y que, por su propia dinámica a lo largo de siglos, se ha convertido en elemento esencial de sostén afectivo, incluso económico en muchos casos, de las familias.
Como decíamos con anterioridad, el reconocimiento a las madres no debe consistir solo en darles algún obsequio en su día o en llevarlas a comer a un restaurante. Por supuesto que estos detalles nunca están de más para quienes pueden permitírselos y, por cierto, no solo benefician a la agasajada, sino que sirven de estímulo a la economía en general; no hay que olvidar que el Día de la Madre es la segunda festividad que más mueve el comercio después de la Navidad.
El reconocimiento a las madres debe ser algo mucho más firme y sostenido en el tiempo, y ha de estar acompañado con políticas públicas mucho más activas desde las instituciones.
En casi todas las sociedades, incluso en países más avanzados, ser madre es muy difícil. Muchas veces la decisión de engendrar obliga a las mujeres a truncar sus estudios o renunciar a prometedoras carreras profesionales. En naciones más desarrolladas, los gobiernos han establecido redes de guarderías públicas para facilitar a las mujeres la conciliación de la vida laboral con la familiar. O también ofrecen a las empresas incentivos económicos para contratar mujeres con hijos. Pero ni siquiera con esas iniciativas es suficiente. Las mujeres, que ya se encuentran discriminadas salarialmente en el trabajo por su propia condición sexual, se enfrentan muchas veces a presiones añadidas cuando toman la decisión de ser madres. Son aspectos en los que una sociedad debe trabajar a fondo para animar la maternidad y honrar a las madres.
En Colombia, este Día de la Madre debe servir también, como lo señala Lola Salcedo en estas mismas páginas, para pensar con afecto en tantas madres colombianas que han perdido a sus esposos y a hijos en la violencia que azota al país desde hace décadas. Toda la sociedad está en deuda con esas mujeres a las que les ha tocado, en medio del dolor, levantar solas a sus destrozadas familias. Y este día de fiesta también debe servir para reflexionar sobre un problema dramático en nuestro país, que es el de la maternidad adolescente, y que ciertamente merece un intenso trabajo pedagógico por parte de las autoridades.
Todos –instituciones y ciudadanos– estamos en la obligación de poner de nuestra parte para construir una sociedad en la que las mujeres que elijan ser madres puedan desarrollar esa faceta de su ser con tranquilidad, con seguridad y con la garantía de que la dedicación a sus hijos no será en ningún caso un obstáculo para su realización personal.