Se debe padecer de serios problemas de percepción visual como para no darse cuenta de lo que está pasando, especialmente los fines de semana, en Barranquilla y los municipios de su alrededor.
Pavorosas reuniones festivas culminan en actos de vandalismo con saldo de múltiples personas muertas y cuantiosos heridos, fuera de destrozos materiales en las zonas aledañas. El ejemplo más fehaciente remite a los desmanes acaecidos el pasado fin de semana en Soledad durante la tercera caravana de motos, motocarros y carros convocada a través de la red social Facebook, y que desembocó en una monumental refriega, escenificada por policías y motociclistas, dejando como infortunado fruto más de 70 personas heridas, tal cual si hubiera sucedido en una de las calles de Irak, en el Medio Oriente. Seres de todas las edades y condiciones resultaron afectados, ya fuera acuchillados, apretujados en medio de la correndilla y el tumulto, o asfixiados por los gases lacrimógenos que la Policía tuvo que lanzarle a la descontrolada turba enardecida por la explosiva mezcla del ruido de las motos, el licor, la música y, en algunos, los estupefacientes.
Todos estos hechos, aunados a los actos vandálicos que se han registrado en las últimas semanas contra los buses de Transmetro, a los permanentes enfrentamientos entre pandillas en barrios como 7 de Abril , Rebolo, o La Central, San Vicente y Villa María, en Soledad, son campanadas de alerta para la comunidad y las autoridades acerca de lo que puede suceder en estas épocas de pre-carnavales y carnavales en nuestro Departamento. El Gobernador, el Alcalde y las autoridades civiles y militares conjuntamente deben desde ya concertar e implementar un plan con sus respectivos mecanismos de control para garantizar y blindar de estos vándalos la seguridad durante estos meses, haciendo énfasis en los fines de semana, que es cuando se realizan las multitudinarias manifestaciones de alegría con alto consumo de licor. Por lo pronto, los secretarios de Gobierno deben revisar muy bien los permisos que se den a bailes y verbenas populares para que no se repitan lamentables casos como los que sucedieron en Soledad.
Como un ejercicio que sirva de ejemplo para observar la efectiva implementación de estos planes de seguridad, porte de armas y conservación del orden público que adoptarán las autoridades en esta temporada del Rey Momo, todos vamos a poner los ojos en lo que suceda este fin de semana en Soledad, en donde está prevista la toma de esa ciudad, con la Reina del Carnaval a bordo. Confiamos en que con un buen ejercicio de la autoridad y la colaboración de la comunidad se podrá reducir la tasa de criminalidad, al menos en estas ansiadas épocas carnavaleras.
Bajo ninguna circunstancia se debe permitir que las muchedumbres, por la razón que sea, se salgan de control y hagan lo que quieran con esta ciudad y sus municipios vecinos.
Tragedias paralelas
Cualquier parecido con lo que sucedido en Colombia es pura coincidencia. La cruel ola invernal que inmisericordemente nos azotó en noviembre y diciembre parece haberse trasladado ahora al cercano país brasilero.
A solo 20 días de haberse posesionado, la presidenta Dilma Rousseff está enfrentando su primera gran prueba de fuego con el que ha sido considerado uno de los peores desastres naturales en la historia de ese país. A similitud del ayer nuestro, gran parte de la población serrana de Río de Janeiro experimenta hoy la dramática situación provocada por las excesivas lluvias, como son la escasez de alimentos y medicinas, la inexistencia del suministro de energía eléctrica, telefonía y agua, el cierre de los comercios, el bloqueo de carreteras, los deslizamientos de barrios enteros, los temores de la propagación de epidemias, los saqueos y asaltos, los rumores sobre rupturas de represas que generan pánico entre los moradores de la región, en la que más de 6.000 personas han perdido sus viviendas y 8.000 abandonaron sus hogares bajo riesgo de ser sepultados por deslizamientos.
Y no es que estemos diciendo que ‘mal de muchos consuelo de pocos’, pero a semejanza de nosotros, allá los brasileños al unísono igualmente han señalado a las autoridades como determinantes en la causalidad de la tragedia debido a la ausencia de un sistema eficaz de alerta ante urgencias ambientales. Después de haber ocurrido la tragedia es cuando el gobierno brasileño, como el colombiano, destina millonarios recursos para remediar la situación.
Como última coincidencia con la dolorosa prueba que vive ese pueblo brasileño –con el que de corazón siempre nos hemos identificado en el Caribe colombiano– es que hoy allá algunos presagian que está en peligro la realización del célebre carnaval de Río de Janeiro, tal cual en el peor momento de nuestra tragedia algunos llegaron a pensar de nuestras mundialmente famosas fiestas carnestoléndicas.