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El gobierno del presidente Gustavo Petro mantiene buena relación con el Congreso. Cortesía
Economía

La Ley del Montes | ¡Es la economía, estúpidos…!

¿Qué debe hacer el gobierno de Gustavo Petro para que el 2023 sea menos desastroso en materia económica de lo que avizora?

La economía colombiana se sostiene en una mesa de cuatro patas: el Gobierno nacional, el Banco de la República, el sector productivo y el Congreso de la República. Del trabajo en equipo de las cuatro patas depende la fragilidad o la solidez de la mesa. Si una de las cuatro patas falla, el resultado podría ser desastroso. El sostenimiento de la mesa depende de que las cuatro trabajen en armonía. Y eso es precisamente lo que no sucede en estos momentos.

 

La llegada de Gustavo Petro a la Presidencia significó un cambio drástico –¿dramático?– en las relaciones del Ejecutivo con el Banco de la República, el sector productivo y el Congreso. De todos ellos, con quien mantiene el Gobierno nacional mejor relación es con el Congreso, donde logró conformar unas mayorías sólidas que le permiten disfrutar de cierta tranquilidad mientras saca adelante sus principales iniciativas, entre ellas las reformas tributaria y política.

La “mermelada” que ha sabido distribuir en justas proporciones le ha permitido contar con el respaldo no solo de la coalición de los partidos que conforman el Pacto Histórico, sino también de los tradicionales, como el Liberal y el Conservador. La maquinaria del Congreso está muy bien aceitada. Esa no es –por ahora– la mayor preocupación del Gobierno.

Pero a diferencia de lo que sucede con el Congreso, las relaciones del Gobierno tanto con la clase empresarial como con el Banco de la República no tienen la armonía que se requiere para que la mesa no solo se mantenga estable y sólida, sino que no se desplome y nos caiga encima a todos los colombianos.

En lo que tiene que ver con el Banco de la República, Gustavo Petro no es el primer presidente al que no le gusta ni su independencia ni su autonomía. Todos quisieran un Emisor más dócil y manejable. Pero por fortuna todos han fracasado en su intento. Es la independencia y la autonomía del Banco de la República la que ha impedido –hasta ahora– que Colombia padezca de plagas ruinosas como las que postraron economías que fueron prósperas hace algunas décadas, como las de Argentina y Venezuela, entre otras.

Aunque todos los presidentes prefieren un Banco de la República más cercano a sus intereses, ninguno había llegado tan lejos, tanto en la forma como en el fondo, como Gustavo Petro. Mientras sus antecesores no pasaban de un par de declaraciones que generaban algunos titulares en los medios de comunicación, Petro considera que la “política monetaria” del Banco está equivocada y que por consiguiente es esa “política monetaria” la que tiene que cambiar. Se trata, pues, de un asunto de fondo y no solo de formas.

Por eso las declaraciones destempladas de Petro contra las decisiones de la Junta del Banco de la República, en lo que tienen que ver con la subida de las tasas de interés para tratar de frenar la inflación. No solo generan titulares de prensa, sino que producen un ruido impresionante, capaz de alterar todos los indicadores, entre ellos –obviamente– el precio del dólar.

Es decir, no todo lo que sucede con la economía en estos momentos se debe a factores externos, que sin duda están ocurriendo en el mundo, sino también a los anuncios y decisiones del propio Gobierno nacional.

Pero la pata de la mesa con la que Petro no ha podido entenderse de la mejor manera es con el sector productivo. Esas relaciones no van bien y podrían empeorar. De todos los gremios del país con el único que ha logrado acuerdos concretos –para sorpresa de muchos– es con Fedegán, que deberá venderle al Gobierno en los próximos años 3 millones de hectáreas, para darle cumplimiento al punto número uno del acuerdo de La Habana, que tiene que ver con la posesión, propiedad y distribución de la tierra.

Con todos los demás gremios, las relaciones de Petro no solo no son cordiales, sino que en algunos casos podrían considerarse hostiles, como ocurre con Fenalco y la Andi, grandes opositores de la reforma tributaria.

¿Qué hay que hacer para que las cuatro patas de la mesa que sostiene la economía nacional funcionen de forma cordial y armónica para que la mesa no se desplome?

Una cosa es ser candidato y otra muy distinta ser presidente

Gustavo Petro no ha podido entender que una cosa es ser candidato y otra muy distinta ser presidente. Mientras aquel puede ser lenguaraz y hasta irresponsable al hablar, este último tiene que ser prudente y muy medido a la hora de expresar sus opiniones.

El Petro candidato podía dudar de la independencia del Banco de la República y señalar a su junta de “estar entregada al uribismo”, como en efecto lo hizo durante la campaña, pero el Petro presidente no puede poner en tela de juicio la autonomía del Emisor, ni cuestionar la política monetaria, porque de inmediato eso produce graves efectos en la economía.

Igual sucede con el sector productivo. Mientras de candidato le funcionó el discurso contra los “ricos del país”, de presidente debe trabajar de la mano con quienes generan empleos y mueven la economía. Punto. Pelear con la Andi y con Fenalco, por ejemplo, para no hablar de los sectores energéticos y financiero, es un pésimo negocio.

Pésimo para todos. De esa pelea nadie sale ganador. Llama la atención que un gobierno que promueve el diálogo y “la paz total” hasta con los peores delincuentes, mantenga una posición hostil contra quienes hacen grandes sacrificios para pagar nóminas y generar empleo.

El discurso del Gobierno es particularmente agresivo contra el sector productivo, que lo diga la ministra de Trabajo, Gloria Inés Ramírez, cuya andanada contra los “empleadores” parece no tener límites.

¡Mucho cuidado con naufragar en las aguas de la desaceleración o la recesión económica!

De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, la economía colombiana –pese a los nubarrones internacionales– muestra una dinámica interesante, distinta a la de otros países de América Latina.

Pero ese panorama alentador podría cambiar dramáticamente el próximo año, por cuenta de la proyectada desaceleración de la economía, tanto global como nacional. El presidente Petro –curiosamente– ha ido más allá y en un desbordante arrebato de pesimismo habló de una “recesión”.

 

Así las cosas, la única manera de que Colombia supere el 2023 sin naufragar en las aguas turbulentas de una desaceleración o –inclusive– de una recesión es que las cuatro patas de la mesa trabajen de forma mancomunada.

No hay de otra. Como sucede con las célebres “relaciones burlescas”, aunque se detesten, es necesario que las cuatro patas de la mesa convivan unas con otras de forma armónica. Es necesario, por ejemplo, que Petro le baje los decibeles a su discurso “antiempresariado”, al que señala de “no pagar impuestos”, algo que no corresponde a la realidad. 

Las últimas reformas tributarias del país se han diseñado sobre la premisa de que “los que más tienen, más paguen”. Decir que “por primera vez los ricos pagarán más”, puede ser un buen discurso de plaza pública, pero un pésimo precedente a la hora de diseñar una política tributaria seria y responsable.

Mejor con Ocampo que sin Ocampo

Después de ser uno de los países con mayor crecimiento en América Latina durante el primer semestre de este año, Colombia tendría uno de los crecimientos más pobres el próximo año.

Según el FMI, dicho crecimiento solo sería del 2,2 por ciento. Se trataría –sin duda– de una desaceleración drástica, que requiere de mucha cabeza fría a la hora de tomar decisiones que comprometan la suerte de la economía nacional. Pero en los tiempos que corren ya no es necesario tomar decisiones: un solo anuncio basta para derrumbar un imperio.

Presidente Petro, si la economía sale mal, todo saldrá mal

A la hora de defender la decisión del Gobierno de suspender la “exploración de hidrocarburos” en todo el territorio nacional, la ministra de Minas, Irene Vélez, sostuvo que dicha medida se mantiene firme porque se trata de una “promesa de campaña”. Qué bueno que el presidente Petro se preocupe por cumplir todas sus promesas de campaña y no solo la que atenta contra el crecimiento de los próximos años.

Ojalá la ministra entienda –hasta ahora ha sido imposible– que cada punto del Producto Interno Bruto (PIB) que Colombia deja de crecer –no de “decrecer”, como alegremente promueve la ministra– significa menos empleos, menos producción y más hambre para millones de colombianos.

Colombia no puede darse el lujo de pretender “salvar el planeta” acabando con nuestra economía. Es irresponsable, cruel y cínico insistir en imponer una política que atenta contra la inversión nacional y extranjera, reduce dramáticamente los ingresos del país y deja sin recursos todos los programas destinados para la política social del Gobierno.

¿De dónde cree la ministra Vélez que saldrán los recursos para asistir a los más necesitados del país? Es bueno recordarle la célebre frase de la campaña presidencial de Bill Clinton en 1992, cuando enfrentó a George W. Bush: “Es la economía, estúpido”.

Así es: si la economía sale mal, todo saldrá mal para el gobierno de Petro. Pero –sobre todo– saldrá mal para todos los colombianos

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