El Heraldo
Fachada solitaria de La Estación, ubicada en la carrera 35 con la calle 8, en la ciudad de Barranquilla. Orlando Amador y Luis Felipe De la Hoz
Economía

Cuatro icónicos rumbeaderos que la pandemia tiene en jaque

Dueños de La Estación, El Rancho Currambero, La Troja y Bourbon St. hablan de su situación.

Ser Patrimonio Cultural y Musical de Barranquilla no ha servido de escudo para protegerse de los embates del coronavirus. Ese reconocimiento, ganado a pulso, de los estaderos La Estación, el Rancho Currambero y La Troja, tampoco les ha ayudado a recibir las ayudas del Gobierno que en reiteradas ocasiones el presidente Iván Duque o el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, han socializado con los colombianos.

Lo mismo pasa con otros negocios más nuevos, también de rumba y diversión, que abarcan otra esfera musical como Bourbon St, templo de los amantes del pop y el rock en la capital del Atlántico.

Todos los propietarios de estos establecimientos coincidieron en dos cosas: dependen de su ingenio y que la ciencia encuentre la vacuna contra la COVID-19 antes de fin de año.

Como lo ha anunciado el Gobierno, serán estos negocios de rumba los últimos en abrir, por el riesgo que representa el contacto directo entre las personas. Sin baile, goce y consumo de licor simplemente pierden su esencia y su fuente de mayores ingresos.

La Estación sin visitantes

Nelson Fontalvo es propietario de La Estación, carrera 35 con la 8, uno de los estaderos de salsa más icónicos de la ciudad. Durante más de 60 años, si se tienen en cuenta a sus dos primeros dueños, este establecimiento ha sabido cultivar una numerosa clientela que cada fin de semana escucha música, baila y consume licor y comida.

Un eco que rebota en sus paredes reemplazó el Sonido bestial de Richie Ray y Bobby Cruz desde que el Gobierno nacional decretó el aislamiento obligatorio para contener la propagación de la COVID-19.

Pasados casi 100 días, su situación es más que calamitosa. Fontalvo aún no sabe qué hará y lo dice con sinceridad. El jueves 30 de mayo pagó la última quincena “que podía pagar”, y eso, apenas el 70% de lo que acostumbraban a recibir sus 28 empleados. En promedio ganaban entre $1.500.000 y $1.700.000 con las propinas.

“De aquí para adelante la cosa se está poniendo más dificultosa. Vamos a ver cómo hacemos para resolver ese problema, porque yo me quedé sin plata. Nadie sabe sobre la gotera de la casa ajena. Yo les comenté la situación a mis empleados, fui sincero. Ellos me sugirieron hacer una Estacionatón, pero yo no estuve de acuerdo. Lo único cierto es que tenemos que reinventarnos”.

Fontalvo recalca que “hasta ahora no se han sentido las ayudas del Gobierno”. “No sé cómo piensa el presidente que vamos a pagar los créditos a los bancos, con qué pagaremos los intereses. Además, de llegarse a dar solo se cubrirían dos o tres meses, pero, de ahí en adelante cómo haremos si supuestamente esto va hasta el otro año”, pregunta.

El comerciante barranquillero reconoció en su momento que no se ha acercado a los bancos a solicitar los préstamos, pero que con la experiencia de amigos del gremio que sí lo han hecho le basta para saber que no tendría chance de conseguirlos.

Un Rancho Currambero apagado

El último evento que se celebró en el Rancho Currambero, carrera 24 con calle 36, fue el Día de la Mujer, exactamente un domingo 8 de marzo. Desde ahí casi que cerró sus puertas.

Su dueño, Robinson Albor, no le tiembla la voz para decir que su organización está “prácticamente quebrada”. Como también es restaurante vendió comida a domicilio hasta el Día del Padre, pero “los costos no daban” y también clausuró la cocina.

El Rancho Currambero, otro emblema de la música folclórica en el Caribe, abierto desde el 30 de agosto de 1984, tenía dos empleados fijos, pero los fines de semana trabajaban entre 12 y 15 personas. Hoy todos están cesantes.

Sobre las ayudas anunciadas por el Ministerio de Hacienda y el presidente Iván Duque simplemente se limita a decir que “eso no ha funcionado”.

“Ahí tenemos aguantadas las obligaciones que ya teníamos. Ayudas como tal, nada. Aquí hay algunos establecimientos que por decreto fuimos declarados Patrimonio cultural y musical de la ciudad por parte de la Alcaldía, pero la verdad es que nada. Estamos incluidos con La Troja desde el año 1999”.

Cabe recalcar que la Gobernación también declaró al Rancho Currambero como Patrimonio Gastronómico en el año 2000, cuando cumplieron 27 años de fundado.

Pero a la falta de ayudas se le suma el puntual recibo de otras obligaciones. “La empresa Aseo Técnico, los que recolectan la basura, nos siguen cobrando la misma tarifa sin producir basura. Desde marzo, que no producimos ningún desecho, nos siguen facturando. Los poquitos fines de semana que vendimos comida, todo era a domicilio, o sea que no generábamos basura”.

“La idea es que el Rancho siga, pero en estas condiciones lo veo complicado”, sentencia Robinson, que no pierde la sonrisa pese a la sombra del coronavirus que hoy más que nunca ensombrece la ciudad.

En Bourbon ya no hay rock, solo 2 x 1

Jack Daniel’s, cerveza, picadas, rock en vivo y gente con ganas de rumbear. Ese era el ambiente en Bourbon St. de la carrera 53 con  calle 79 una semana antes de que la debacle del nuevo coronavirus copara todo en el país.

Presente en Barranquilla desde 2011, este establecimiento se había convertido en el refugio nocturno de rockeros de la ciudad, extranjeros y músicos que allí sonaban. La crisis en pocas semanas le bajó el volumen a todo.

Su propietario, Ricardo Orrego, llegó de Bogotá a esta esquina del Caribe a comenzar de nuevo y lo estaba logrando, pero esa es otra historia.

Es realista y sincero en el análisis de la situación. Tuvo que suspender los contratos de los 30 empleados que tenía, incluidos meseros, bartenders y cocineros que laboraban en la sede de la carrera 53, y la que acababa de abrir en el Centro Comercial Mallplaza Buenavista. Esta no tenía ni seis meses.

Desde la primera semana de mayo empezó a llamar a sus empleados en turnos de cinco (que ellos mismos escogen) para vender comida a domicilio 2x1 en toda la carta y licores a precio de supermercado.

“Tigre, si yo puedo ajustar los gastos sería una maravilla, pero si llego a un 10% con los domicilios sería mucho, vamos a ver cómo nos va”.

Mover las facturas de licor que están por pagar, cancelar las deudas de servicios públicos, (que no dejan de cobrar) y ayudar con un ingreso, así sea poco, a su personal que quedó en el aire son las metas a corto plazo de Bourbon St.

A largo plazo el futuro es nublado y el camino tortuoso. Como a muchos otros empresarios los bancos simplemente se negaron a prestarle. A duras penas le aplazaron por tres meses el crédito que ya tenía, “pero los intereses siguen corriendo”. Con los dueños de los inmuebles donde operan están en conversaciones y parece que llegarán a un arreglo justo.

La voz de Ricardo Orrego no pierde su timbre de caballero, aún tiene ánimo de reserva, él sabe que la carrera contra la pandemia y sus estragos económicos es larga, de resistencia. Cuando se le pregunta por las ayudas anunciadas por el Gobierno, prefiere guardar silencio.

La Troja enmudecida

Hace unas semanas, en un diálogo con esta casa editorial sobre la misma problemática, señaló que la situación era más que complicada, que como él muchos empresarios estaban “a la buena de Dios”, y que las ayudas anunciadas por el Gobierno no las ha visto, tanto él como los más de 60 funcionarios de su organización. En ese momento, con el ánimo que lo caracteriza cuando está detrás de su tornamesa poniendo música de Carnaval, salsa o africana, Madera sentenció: “La Troja va”.

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