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En la destapada carretera del corregimiento Carolina, municipio de Chimá, Córdoba, cualquier ciudadano que es interrumpido en su marcha da razón de una ambulancia abandonada en el rancho de palma de una finca, diagonal al cerrado centro de salud, porque, hace 4 años, durante una jornada de vacunación, se quedó sin gasolina, y ninguna autoridad se ha motivado a rescatarla.

También son conscientes los nobles campesinos de esta comarca, vecina de la ciénaga Grande, de la suerte que les ha tocado como colombianos, toda vez que, mientras el vehículo Toyota, al que de ambulancia solo le quedan las letras, se deterioró por falta de uso y por la indolencia estatal, a ellos les toca cargar con sus enfermos en bestias y, en el mejor de los casos, en motocicletas, en verano o invierno, de día o de noche, hacia los centros de salud de lejanos municipios como Cotorra o Cereté.

Es que además de la varada que tiene el automotor que debe servir para reaccionar en las emergencias, el centro de salud que está en la plaza principal funciona a medias. Un médico general asiste dos veces por semana para atender 20 pacientes –advierte Germán García, líder cívico de Carolina–, pero el resto del tiempo en el establecimiento de salud una reja y un candado indican que sencillamente no hay servicio.

'Por lo menos ahora está funcionando el puesto de salud, porque, hasta hace poco solo mandaban un médico una vez al mes. Las emergencias no hay cómo solucionarlas con prontitud, por el deterioro de la ambulancia que creímos sería para beneficio de los pobladores, a los enfermos debemos sacarlos, por lo regular, en motocicletas', sostiene García mientras camina alrededor de la Toyota blanca, como pidiéndole a la fresca tarde una explicación.

'El milagro que lo haga santo Domingo'

Jocosamente, en la esquina de la plaza, un nativo desprevenido suelta su aporte desde un caballo para recalcar que el milagro de la ambulancia quizás pueda hacerlo el santo que nació en Chimá: Domingo Vidal.

Mientras el jinete avanza, a unos cuantos metros Ángel Darío Humánez, después de detenerse en su motocicleta azul, dice que la ‘norma’ en Carolina es que nadie se puede enfermar. Ángel recientemente ha tenido que llevar a su hija Marieli, de 20 años, por la madrugada, con dolores de cálculos renales, al centro de salud de Cotorra o al hospital de Cereté, distantes por lo menos 30 kilómetros, a través de vías terciarias en pésimo estado, mientras que desde hace 4 años una ambulancia permanece sin gasolina y sigue como ‘una figura decorativa’ en el pueblo.

'Afortunadamente los dolores a mi hija se le han manifestado en verano, porque si es por estos días de lluvia no salimos ni siquiera a lomo de mulo, es que, además de la falta de ambulancia, nosotros enfrentamos con nuestros enfermos el problema de las pésimas vías que nos rodean', explica Humánez.