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Cuando un primer ministro o presidente de una república se enferma o muere por lo general se le comunica o informa a los ciudadanos por medio de boletines oficiales. De todas maneras, pienso que el estado de salud de una persona es asunto de su vida privada pero no lo considero así cuando se trata de la salud del presidente de la República. Lo anterior en razón que el alcance del derecho a la privacidad es distinto para los ciudadanos que para los funcionarios públicos. Por eso me surge ¿Dónde termina el derecho a resguardar la privacidad de la condición médica y dónde comienza el derecho de los ciudadanos a conocer los detalles del estado de salud del presidente?

De hecho, aún recuerdo todo el hermetismo que se tejió cuando enfermó Hugo Chávez ya que durante meses se desmintió que lo estaba hasta que a él mismo le tocó salir a decir que había sido operado en Cuba de un tumor en el estómago. Pero se volvió aún más estricta la información a los ciudadanos que se preguntaban porqué no se veía a Chávez públicamente. Luego se supo que hubo manipulación de los diagnósticos y boletines médicos hasta que murió de cáncer y no pudieron seguir ocultando la información a los ciudadanos.

La vida y muerte de Fidel Castro siempre se manejó en total secreto y hermetismo pues aún hoy ni la enfermedad, ni los detalles de su tratamiento, ni la causa de su muerte han sido revelados a su pueblo.

Adicionalmente, cuando existía la Unión de Repúblicas Socialistas Sovieticas recuerdo que nunca modificaron en absoluto el hermetismo tradicional de su poder. Sus dirigentes morían de edades muy avanzadas sin ningún previo aviso a sus ciudadanos de su enfermedad y que se enteraban prácticamente el día del funeral.

Ahora bien, sobre el presidente Gustavo Petro se han tejido muchas conjeturas sobre su salud cuando ha dejado plantado en varias oportunidades a personas que a pesar de previa cita o agenda, no acude; como por ejemplo: no llegó a encuentro con el presidente Biden de los Estados Unidos de América y con otros 100 mandatarios. No llegó a reunión con los principales empresarios de los Estados Unidos. No llegó al encuentro con la cúpula militar de Colombia. No llegó a reunión con los magistrados de las altas cortes de Colombia. No llegó a cita con los alcaldes de todo el país. No llegó a importante reunión con el presidente de Francia doctor Emmanuel Mácron, dejó plantados a los banqueros del país reunidos por Asobancaria en Cartagena, entre otros casos.

Así las cosas, nuestro presidente no debe enviar el mensaje al mundo y a sus ciudadanos que enviaron Chávez, Castro y la Unión Soviética que pareciera que mientras menor sea la transparencia de un sistema político, mínima información brindan a sus ciudadanos sobre la salud de su presidente.

En síntesis, es necesario que el señor presidente de una vez por todas le diga a sus gobernados sin conjeturas, ni secretismos, ni hermetismos si está o no enfermo. Y, si lo está, qué enfermedad padece.

Para concluir, en Colombia va a ser necesaria una ley que al menos cada seis meses se publique un informe minucioso sobre el estado de la salud del presidente. Pero, presentado por médicos calificados que ofrezcan a los ciudadanos datos creíbles y verificables no como los boletines oficiales de los que se duda siempre que sean completos o veraces y que ocultan los dolores del poder.

Luis Hernán tabares Agudelo