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Las cifras de quemados por pólvora que, el Instituto Nacional de Salud ha venido informando del país, en el transcurso del mes de diciembre, hacen deducir que, una parte de la sociedad civil, han estado sordos, ciegos e indiferentes a los mensajes de la campaña de sensibilización. En el Atlántico, en especial en Barranquilla en donde se alerta a cerca de los altos riesgos que representan la manipulación de pólvora, a mensajes institucionales para la concientización y prevención que, a través de la prensa escrita, radio, TV, portales web comunicados de prensa y otros medios de comunicación que se han emitido, esta situación no ha sido ajena, aunque las campañas han funcionado, al parecer aún, no se ha logrado en bajar de los quemados como es el deseo.

Según la Iglesia es un pecado que los adultos entreguen pólvora a los menores para que se quemen. Cometen el pecado y delito quienes no cumplen a cabalidad la responsabilidad de proteger el derecho a la vida y la integridad de los ciudadanos: por un lado, algunos alcaldes, al no prohibir el uso de la pólvora, y los adultos que usamos pólvora y que dejamos que los menores de edad la manipulen, cuando tenemos la corresponsabilidad de protegerlos.

Desmotiva ver solo a los secretarios de Salud distrital y departamental, al director del ICBF, a los profesionales de la salud y a unos alcaldes preocupados por los problemas que genera el uso indiscriminado de la pólvora y proponiendo su prohibición, mientras otro grupo de alcaldes no hacen nada para solucionar definitivamente esta problemática, que solo deja quemados, mutilados, ciegos e intoxicados.

Hay que seguir realizando esfuerzos como opinan los secretarios de salud, para cambiar los comportamientos culturales que nos llevan a utilizar este producto peligroso todos los diciembres. Hay que seguir desarrollando estrategias de cultura ciudadana y es necesario que todos nos involucremos para que el resto de los días de diciembre, especialmente el 31 no tengamos que registrar como siempre niños quemados, con rostros desfigurados, con extremidades amputadas o intoxicados con pólvora.

Hay que recordar que existen disposiciones constitucionales que salvaguardan a los niños y a los ciudadanos en general, que no solo incluyen el decomiso y captura para los expendedores, sino también sanciones civiles para los adultos que permitan que sus hijos manipulen pólvora, hasta cárceles para estos malos padre, por que dejar que los niños quemen pólvora es atentar o es dejar que ellos atenten contra su vida, o en el mejor de los casos por las secuelas que deja, someterlos a traumas psicológicos por el resto de su existencia. Recordando mensajes que se han emitido, pongo de presente que: “la pólvora pone lágrimas donde había sonrisas”, “hace triste lo que era alegre”, con el fin que reflexionemos sobre las consecuencias de usar pólvora y tomemos la decisión de disfrutar el 31, forma responsable.

La felicidad que despierta en los niños las festividades decembrinas no debe verse opacada por la irresponsabilidad de dejarlos que jueguen con estos artefactos pirotécnicos

Agustín Guerrero Salcedo