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Es real que no hay verdad absoluta y que todo es relativo a, también es cierto que como en los jardines de la vida hay principios o leyes universales que permiten o facilitan el crecimiento sano de una planta o un ser viviente, el equilibrio si se puede.

Es verdad que nuestros padres nos educaron con todo el amor del mundo, haciendo lo mejor que podían, la gran mayoría siguiendo normas de una época o generación, no conocían otra. Benditos sean sus legados, y nuestra gratitud para honrarlos como se merecen. También es verdad que los extremos son viciosos, que cualquier extremo es estúpido y nunca podría ser punto de referencia para tenerlo como ejemplo a seguir. Mucha luz o mucha agua deshidrata o ahoga.

Con todas las premisas que menciono arriba, voy a un principio en el cual me declaro totalmente radical: “No creo en pegarles a los hijos, ni a los animales o cualquier otro ser viviente”.

La violencia no trae sino violencia, no vale una palmada, menos una cachetada, una correa, o gritos, el maltrato a nuestros hijos o mascotas es el mismo. La familia es el núcleo de una sociedad y todo nace aquí, desde nuestros ancestros. Con este sistema o dinámica para educar, por lo general en el corto plazo logramos detener o “corregir “el mal comportamiento del niño, o animal, siendo el costo muy alto, porque el mismo proviene del miedo y no la comprensión, y ese miedo será la base y pilares emocionales de ese ser, alimentando la falta de estima y seguridad, básico de nuestro desarrollo tanto emocional como cognitivo.

Ante esta práctica sé que todos reaccionamos diferente, algunos sencillamente no lo confrontamos y justificamos de tal forma que hasta nos complace repetir la historia, la convicción es total y vamos defendiendo esta práctica como ideal. Así vamos, cada uno en nuestro camino y proceso de crecimiento.

No corregir es un error, la permisividad es uno de esos extremos, sufrirán ellos, sufrirás tú. Y como antídotos o vacunas creo que la presencia, la confianza, la firmeza y ternura son semillas fértiles que dan buena cosecha.

No vinimos con un manual de instrucciones, todos tenemos nuestros aciertos y desaciertos, pero crecer es precisamente poder llevarnos todo con gratitud, imitar y afianzar todo lo “bueno”, siendo capaces de tener criterio para no repetir historias que retrasan el proceso evolutivo.

La vida es una escuela permanente, seguiremos aprendiendo si así lo deseamos con mente abierta y receptiva para comprender que la violencia no puede traer sino violencia y que no hay nada que justifique la agresión verbal o física, esta no enseña, hace daño y disminuye.

¡Gentil metamorfosis qué fuerte y gratificante eres!

Tuty Gutiérrez de Piñeres