Cuando el filósofo de Sinope perdió el cuenco, su único haber, bebió agua de una fuente uniendo sus manos, se dio cuenta que no lo necesitaba. El loco, como muchos lo definían en su personalidad y su manera de ver las cosas, aplicaba su teoría de manera crasa. De él, cuenta la historia universal que decía: si los animales inferiores viven como nacieron, sin ropa, por qué el hombre no ha de hacerlo. ¿cuál es la diferencia? Las necesidades creadas por el hombre mismo, lo hacen infeliz.
Guardando las proporciones podemos hacer un paralelo con la manera de vivir el hombre contemporáneo; muchos compromisos económicos puestos al filo de la navaja por la inestabilidad laboral, por tener, en muchos de los casos, elementos no prioritarios para la vida.
Cuando vieron a Diógenes con una lámpara en las manos, le preguntaron qué buscaba y respondió: busco un hombre. Hacía referencia al hombre integral, no en su parte física, sino más allá, en lo metafísico. Hoy, todavía, hay quienes lo siguen buscando.
Pareciera una utopía, pero debe existir, sólo que oculto. Lo necesitamos en la política, impoluto, que separe sus intereses personales de los públicos, que no se deje manipular y torcer en el camino de lo justo y lo legal. Que mantenga equilibrada la balanza de la justicia. Que sea un celoso custodio de la moral y la ética. Cuando esta búsqueda termine seguramente Diógenes apagará la lámpara.
Ulises R Rico Olivero