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Cuando este nuevo año apenas está despuntando, se ha iniciado en firme el año político –electoral en Colombia, en pos de conseguir el premio mayor de la Presidencia de la República y una curul en el Congreso.

Por eso cada vez que se celebran estas contiendas electorales, se despierta en mí una curiosidad sobre el comportamiento que asume el político en procura de ganarse el voto del elector y en esa actitud le coquetea, lo seduce, y trata de conquistarlo y muchas veces éste sucumbe ante esa seducción.

El político en su estratagema bien montada, se presenta y luce como una persona virtuosa, impoluta, no contaminada con la corrupción, empática, sonriente, amable, compasivo, preocupado por el bienestar de la comunidad, abrazado con los demás, prometiendo lo divino y lo humano, realiza reuniones en los barrios y las veredas, toca a las puertas de los ciudadanos y hasta se sirve del whatsaap para tener un contacto rápido y directo con el elector que sucumbe ya sea por necesidad, conveniencia o por convicción ante las veleidades que se le ofrecen.

Al elector poco le llama la atención las propuestas, los programas y proyectos que debe presentar el político éste les garantiza que de llegar al cargo público al que aspira, le garantiza la dadiva, lo que les prometió, que regularmente consiste en dinero, en un puesto, en una beca, materiales de construcción, ofrecimiento que muchas veces le son incumplidos, cuando no se oyen también frases que dicen “que en mi gobierno acabaré con la corrupción y la pobreza” “habrá pleno empleo para todos”, “subiremos el salario mínimo como nunca se había visto en Colombia”, “la delincuencia será reducida a su mínima expresión”.

En este punto se me dirá de que no todas veces las cosas son así, que generalizo y acepto esta acotación, que toda regla tiene su excepción, sin embargo lo que he dicho obedece a la percepción que tenemos la mayoría de los colombianos sobre la manera como se hace política en este país.

Valmiro De la Hoz

valdelahoz@hotmail.com