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Aquel ser humano quien, por sus limitaciones económicas, materiales y sociales, no conoce más allá de su terruño, que desconoce la existencia de un mundo diferente que puede ser peor o mejor que el propio, no pide ni exige nada porque no tiene parámetros de comparación y si a todo esto se suma la incapacidad académica, se le puede comparar con aquella ave criada enjaulada con el consecuente entorno limitado, sin conocer más allá de su restringido horizonte.

Dentro de este contexto nos remitimos al estado de derecho manejado por administradores inescrupulosos de los bienes estatales puestos allí por este pueblo inocente y confiado, ajeno a tramoyas y chanchullos, que en medio de su ignorancia no sabe en quien está confiando, agradeciendo con vehemencia al administrador que luego de reclamos cumple con el mandato para el cual fue puesto allí como quien reparte privilegios que favorecen a alguien en particular.

En lo personal no sé explicar mi estado anímico cuando al alcalde o al presidente le dan las gracias porque puso a funcionar el acueducto local o inicia la obra locativa de un colegio.

El caso opuesto a la actitud pobre del personaje arriba tomado como ejemplo es el individuo que aprovecha cualquier ventaja y ya sea con mentiras y falsas posiciones actuando con dolo. Este ciudadano oportunista, timador, mentiroso, ladrón, para quien el escrúpulo es un mito en cualquier plano, no desperdicia tiempo para lograr su cometido aun apoyando en sus acciones a quienes se ha encargado el manejo de la cosa pública.

Haciendo ahora de abogado del diablo, luego de las contraposiciones antes señaladas, me atrevo a decir que estos casos no son ciento por ciento aplicables a la realidad dado que los pueblos oprimidos por las necesidades y desesperanzas son fácilmente manipulados por falsos líderes que aplican remedios con resultados peores que la enfermedad.

De todas maneras, se puede decir que las posiciones expuestas en el presente comentario son las resultantes del abandono por parte de gobiernos inoperantes que sólo sirven a intereses egoístas de grupúsculos suicidas si nos remitimos a lo que está pasando en nuestro país.

Lo que sí está claro es que el facilismo en cualquiera de sus formas y destinos sólo deja desolación para quien lo aplica y tristeza para quien espera ser beneficiario mediante la aplicación cabal del espíritu legal.

Colombia no está exenta de sufrir las consecuencias de situaciones como el expuesto arriba y se ve continuamente las decepciones que sufren sus ciudadanos por efectos de la corrupción practicada por muchos de sus administradores.

Ulises R. Rico Olivero