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'Hey, llégate a la vaina, que todo va a estar ‘bienmiamor', dice, imitando a un bacán de esquina, el muchacho delgado, con su corte de ‘farándula’.

Va, con su ‘boro’ (grupo de amigos), por una calle del popular barrio de El Pozón, Cartagena adentro, en la ciudad que se levantó a orillas de la ciénaga de La Virgen. Más allá de las murallas y los rascacielos de Bocagrande.

'Oe, (ahí están) los productos de las gafas para que vayas ‘bienmiamor', agrega, mirando a la cámara, una jovencita morena, de ojos vivaces, de cintillo y cabello afro, que luce una camiseta del equipo Barcelona. Ella señala sonriente el icopor lleno de lentes baratos de sol, de un vendedor callejero.

Los adolescentes son los protagonistas de un video hecho por ellos mismos para la invitación de los 15 años de John Wilches, un muchacho que vive en el sector Primero de Mayo, de El Pozón.

'Te volviste famoso', le dicen a John, que ahora ya no lo apellidan Wilches, sino ‘Bienmiamor’: John ‘Bienmiamor’. A su madre le pasa igual. Ahora es Irel ‘Bienmiamor’. No Irel Atencia Salgado, como aparece en la cédula. Ella cuenta que desde cuando el video se regó como pólvora por las redes no ha dejado de recibir llamadas de Barranquilla, Cali, Medellín y Bogotá. De conocidos que supieron de la inusitada fama que hoy tiene el audiovisual aficionado de su hijo. Como si fuera poco, la calle polvorienta por donde viven es, desde hace una semana, la calle ‘Bienmiamor’. Y donde viven, la casa de los ‘Bienmiamor’.

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John Wilches le dijo a su amigo Brayan la semana pasada: 'Baja ese video que no alcanzamos a editarlo bien y se fue con unas cosas que no nos gustan'.

Él estaba preocupado porque durante la filmación hubo algunas expresiones que consideraron, después de la edición inicial, que no correspondían a lo que ellos querían expresar de su fiesta de cumpleaños.

Pero cuando a Brayan le dieron la orden de eliminar el video para subir otro mejor editado, él tenía otros planes. Se había arreglado y se disponía a ir a la peluquería para hacerse un corte de pelo para la fiesta del sábado 14 de mayo.

'Después de que me corte el cabello lo bajo', le respondió a sus ‘vales’. Antes ni después de la peluqueada Brayan hubiera podido atajar lo que se iba a convertir en polémica de redes, en tema de blogs de periódicos y asunto de conversación tanto en oficinas refrigeradas de Bocagrande como en tiendas de barriadas.

John cuenta que a los 40 minutos de haberse publicado en el Facebook de Brayan ya había 20.000 reproducciones del video. Después con sus amigos descubrió que el Facebook de ‘Denuncias Ciudadanas’, que tiene 124.564 seguidores, lo había montado y que era objeto de decenas de comentarios, la mayoría adversos, críticos, cuestionando la actitud de los jóvenes. 'En vez de estar estudiando, están es pensando en rumba', escribieron algunos.

Cuando Brayan regresó de peluquearse ya había 70.000 visualizaciones del video y una alharaca en El Pozón y en otros barrios de tal dimensión que el asunto llegó a oídos de la Policía y del Instituto de Bienestar Familiar.

La mamá del muchacho, Irel, estaba confundida. A su casa iban a tocarle a la puerta para comentarle todo lo que se decía y se inventaba en torno al video. El sector Primero de Mayo se revolucionó. Y los nervios se apoderaron de la mujer.

La fiesta de los 15 años decidieron aplazarla por el rebullicio que se armó.

Fue tanto el escándalo que la mujer, el día que estaba prevista la celebración en su casa, se encerró. Hasta sus oídos le llegaron los cuentos de que la Policía de Infancia y Adolescencia y funcionarios del Instituto de Bienestar Familiar daban vueltas por la cuadra para ver si pillaban a menores haciendo de las suyas, como deducían del video, que en algunos apartes hablaba de que las invitadas que fueran con pantalón no entraban. Además, que al festejo estaban invitadas las chicas ‘Bienmiamor’ y las del ‘boro’ de las Playboys de El Pozón. Uno de los muchachos en la invitación habló de cero peleas, pero bastante alcohol y triple X.

La camiseta con la célebre palabra que está de moda.

Con todos estos anuncios, se prendieron las alarmas. Para los más conservadores era ni más ni menos que Sodoma y Gomorra, en El Pozón. Y en los comentarios de las redes sociales acusaban a padres, señalaban a los adolescentes y hablaban de la cercanía del fin de los tiempos.

Era lo peor…

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'Claro mi tío, el John vive cogiendo por la izquierda, dos cuadras más adelante, y sigue derecho. Ahí está el vale. Ojalá sea no para criticar y darle duro. Somos jóvenes, usted sabe, pero ajá, los grandes todo lo cogen por lo malo. Todo bien, mi tío', me dice el muchacho, en una esquina de El Pozón.

Es un lunes caluroso. Estamos buscando a John Wilches y a la productora Blessed, que se anuncia en el video.

Son las 12:40 del mediodía. Algunos jóvenes caminan con sus uniformes de colegio por los andenes. Van sudorosos. Otros están en tiendas y en las esquinas.

Encontramos, al fin, la casa. En una segunda planta vive la familia Wilches Salgado. Por una escalera de cemento crudo subimos y encontramos a la madre de John. Le dijimos lo que queríamos. La mujer se asustó, en principio. Pero la tranquilizamos. 'No es nada malo', le comentamos.

Ella estaba reposando el almuerzo en un colchón en la sala para después irse a trabajar. Es auxiliar de enfermería. Su esposo, el papá de John, es taxista. Tienen dos hijos.

'Mire, John quiere ser diseñador gráfico, o productor de televisión o cine. Con unos amigos creó una empresa y le hacen videos a quienes los contratan. Tienen talento', cuenta la mujer. John no está en casa a esa hora. Se acababa de ir al colegio, nos dice. Al rato apareció John. Del colegio devolvieron a los estudiantes porque unas pandillas estaban protagonizando peleas cerca de la institución. Temieron lo peor y regresaron a los jóvenes para evitar que resultaran agredidos.

John se asusta al vernos. Pero después recobra el color de sus labios. 'A mí me da risa el éxito del video', cuenta. Refiere que decidió hacerlo porque él tiene muchos amigos por otros barrios, como Olaya, Pasacaballos, Arroz Barato y Villa Hermosa, y que lo más fácil era publicar un video indicando la ruta para llegar a su casa, después de que se bajaran del bus de ruta urbana.

Irel Atencia y su hijo John, con su inseparable cámara, y un amigo.

De allí partió todo. John cuenta que su madre lo apoya y que le compró una cámara profesional, que aún está pagando. Con otros cuatro amigos creó Blessed (que traduce 'bendiciones') Production, para hacer trabajos fílmicos y de fotografía.

Con los primeros trabajos han logrado adquirir otras cámaras. Le han hecho videos a un vecino que tiene un negocio de tatuajes; a cantantes de champeta del barrio para montar en las redes. Cobran mínimo por video $200.000. Y por las fotos mil pesos cada una.

'Mi hijo no es pandillero, ni todo lo que dijeron, quiere ser grande, un productor, pero requiere apoyo', nos dice la madre, casi con lágrimas en los ojos.

John, en vista de la barahúnda mediática que se armó con su video, hace unos días llamó a las páginas de Facebook que lo publicaron y les envió otro. Este de su madre, que da la cara y dice que su hijo no es un descarriado, ni que hubo una orgía ni mucho menos en la supuesta fiesta de cumpleaños. Que ni siquiera hubo celebración.

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Nos vamos de El Pozón. Antes, los vecinos de John nos gritan: 'Somos los ‘Bienmiamor’, si así lo quieren decir. Pero aunque somos humildes, somos gente bien'.

Ya en la camioneta, de regreso a la oficina, saco el celular y vuelvo a ver el video. Vamos dejando atrás otro mundo, otra ciudad, otro viaje de vida.

'Lo popular avergüenza a algunos sectores sociales'

La historiadora de la Universidad de Cartagena, magíster en estudio de cultura y docente de tiempo completo de la Universidad del Atlántico Muriel Jiménez, quien además fue docente en escuelas públicas del barrio El Pozón, dice que el debate del video de los ‘Bienmiamor’ es sobre cómo la ciudad reaccionó frente a él.

Sostuvo que en algunos sectores despertó preocupación moral frente al comportamiento de los jóvenes y el hecho de que asistan a fiestas como la que se estaba anunciando, especialmente porque el Concejo trajo el año pasado a debate la forma de bailar en los sectores populares, que algunos de los concejales calificaron de 'inmoral'. Para la académica, lo que muestran los muchachos en el video hace parte de su vida cotidiana. 'Algo absolutamente normal de lo que viven', dice, con la diferencia de que esta vez usaron la cámara de un teléfono y lo grabaron. Agrega que ya no es privilegio de unos pocos filmar y editar videos. 'Lo que ocurre es que estas situaciones antes no se conocían y entonces pasa que la ciudad, que nunca ha ido a El Pozón, reacciona ante ello', señala la historiadora. Agrega que en algunos casos la gente se 'avergüenza de lo popular o lo erotiza al extremo para condenarlo'. Añade que lo que hizo el video fue mostrar algo que estaba oculto a gran parte de la sociedad cartagenera, que existe y con lo que se ha convivido por años.

Para Jiménez es válido que se reivindique lo popular y lo que por mucho tiempo ha sido estigmatizado. Para ella tampoco es raro que exista un grupo que se llame los ‘Bienmiamor’, porque en estos sectores acostumbran a ponerles nombres a los combos.

'Se masificó una cosa que es cotidiana, y que no es exclusiva de los ‘Bienmiamor‘. En cualquier colegio público de la ciudad uno encuentra –yo que estuve en colegios púbicos lo sé– que los combos se ponen nombres. Y siempre su lenguaje es dinámico y se ha incorporado la forma de darle nombre a las cosas. Los ‘Bienmiamor’ hacen referencia a que esto hablan los muchachos y, con el video, se volvió en Cartagena una frase cotidiana, como una vez se incorporó la palabra ‘sparring’, o cuando la emisora Olímpica puso de moda la palabra ‘meque’. Son cosas que el lenguaje ha permitido y que siguen incorporándose a la manera de nombrar la realidad’, señala Muriel Jiménez.