
El uso de los disfraces en los barrios que le da un susto a la pobreza
El Carnaval de Barranquilla es la preciada oportunidad que tienen para llevar el sustento a casa.
Después que el Carnaval de Barranquilla hiciera una pausa obligatoria de dos años por el covid-19, la tradición, la alegría y el desparpajo retornó a la calle.
Una muestra de eso se percibe a través de los disfraces callejeros que aparecen en las esquinas y en los rincones de los barrios más populares de la ciudad, con el objetivo de lanzar una sátira social y a la vez aprovechar la ocasión para recolectar unos “pesitos”.
Esos rostros que se ocultan en máscaras de fantasma, gorila, la muerte, monocuco y además algunos personifican roles como el oficial del Ejército Nacional, la madre cabeza de hogar, el enfermero, la secretaría, entre otros, buscan seguir reviviendo la costumbre e integrarse al ambiente carnavalero que se vive.

Freddy Enrique Beleño es un habitante del barrio Las Américas, que se ubica en la calle 4 con 51 disfrazado de militar con un retén improvisado listo para cobrarle “peaje” a conductores y transeúntes que se acerquen por allí.
“Teníamos mucho sin sentir el calor de la gente en carnavales, siempre me ha gustado disfrazarme todos los años porque de esta manera puedo rebuscarme para llevar un sustento a mi casa”, apuntó.
Beleño no actúa solo, su fiel acompañante es el ‘monocuco’ representado por Brian Orozco, quien manifestó que la mayoría de las personas que circulan por el barrio son “amables” y les resulta gracioso la simbolización de como hacen los personajes.
“Buscamos el sustento diario y preferimos hacerlo de esta manera y no haciendo daño por ahí”, señaló uno de los hombres a EL HERALDO.
Por otro lado, Charlie Fernando, con su peluca color cenizo, unos lentes oscuros y un vestido con rayas rojas y moradas, le da vida a una madre soltera con una muñeca en los brazos, la cual “llora” por falta de tetero.
“Mi propósito de salir vestida de mujer es para ganarme la comida decentemente y no hacer cosas malas. No me da pena esto porque ningún trabajo es deshonra”, señaló a este medio.
En el barrio 7 de abril, Leonar Yesid Payares, por otro lado, se dejó ver en estos carnavales disfrazado de fantasma para reunir unas monedas y al mismo tiempo sacar la parte más divertida que se había ocultado por dejar de celebrar estas fiestas.
Asimismo, en el barrio La Alboraya, José Cantillo, no dudó en ponerse una máscara de gorila y salir junto a su pequeño hermano, quien tenía un saco en la cabeza y un buzo naranja en el cuerpo haciendo referencia a un “enano”.
“Salimos a buscar dinero porque la cosa está dura y con esto ganamos 100 mil pesos depende de lo que caminemos en el día”, afirmaron a esta casa editorial.