
El pesebre gigante de Villas de San Pablo
Casas de cartulina, ventanas rayadas con marcadores y unos 400 personajes de material reciclable hacen parte del gigantesco Nacimiento de este sector.
Checas, cáscaras de huevo, botellas de plástico y latas de atún. Una ciudad de papel y cartón, con casas de cartulina y ventanas rayadas con marcador. A pesar de lo imponente que es, con sus más de 400 habitantes de materiales reciclables, recorrer esta urbe no toma más de dos minutos, o de unos cuantos pasos cuidadosos, pues hay que tener cuidado de no pisar a sus pobladores.
Como un monstruo de películas ochenteras, gigante y con torpeza extrema, toca moverse por entre los cientos de muñecos, casas y animales, todos hechos de materiales que alguien más había desechado, quizás nunca sin imaginar que aquellos recortes de cajas, latas abiertas y cartulinas manchadas iban a volver a la vida. No tanto como lo hicieron en el pasado, sirviendo al propósito que los mismos humanos le dieron, de conservar comida, líquidos o cualquier otro tipo de objetos consumibles. Ahora, dentro de un pesebre gigante, se convirtieron en alegría y celebración, la que han traído a los niños del barrio Villas de San Pablo.
Villas de San Pablo
Este sector, más allá de Caribe Verde y de todas las nuevas urbanizaciones que están al otro lado de la Circunvalar, se ha ido poblando poco a poco, hasta el punto de –según cuentan los mismos vecinos– alcanzar los 8.200 habitantes en los últimos días. Cifra no menor si se tiene en cuenta que cada vez se entregan más bloques, más apartamentos y más familias se ubican en este barrio. En estos momentos, Villas de San Pablo ya tiene un centro asistencial, un CAI de Policía, un colegio y varias tiendas. No es el paraíso, pero sus habitantes están contentos a pesar de las carencias que tienen.
La inseguridad –denuncian– es la principal problemática que los afecta, pues cuentan que salir después de las 6:00 de la tarde es muy inseguro. Ante esta situación, y ante otras que se les han presentado, son varios líderes sociales los que se han levantado, teniendo cada uno de estos un frente específico en el que trabajar por su barrio. Yaneth Lara, lideresa, decidió ayudar a su gente –en especial a los niños– a través de un pesebre.

La obra
El pesebre reciclable más grande de Barranquilla, como ella misma lo anuncia, estuvo en construcción por tres meses. 90 días en que tuvo que pintar, cortar y diseñar cada una de las más de 400 figuras que lo componen, alineadas y organizadas frente al establo en donde nació el niño Jesús, acompañado de sus padres –José y María–, del burro y de la vaca.
Pero este pesebre no solo representa la Navidad, sino también la esperanza de una niñez vulnerable. Para Yaneth Lara, en Villas de San Pablo los niños deben entender que el único camino no es la delincuencia, sino que también deben abrir espacio para el amor en sus corazones. Un amor puro –dice– como el de estas fiestas, algo que la motivó a, hace seis años, hacer el primero de estos pesebres.
“Empecé con algo pequeño, porque de niña siempre quise un pesebre y nunca tuve la posibilidad. Ahora, que ya tenemos cerca de 600 niños beneficiados, no podemos echar para atrás, tenemos que apoyarlos a ellos y seguir alegrándoles la Navidad. Eso sí, lo que no apoyo es que vengan solo a recibir regalos y a comer, sino que se integren… que se apropien de estas tradiciones y actividades”, concluyó Yaneth.
Con esa mentalidad, soñando en un mejor futuro para ella y para su gente, a Yaneth la invade un miedo profundo: el de morirse y que nadie continúe con el legado que quiere dejar con el pesebre. Para ella, de nada valdría haber trabajado tanto sin lograr que los más jóvenes se apropien de ese tipo de iniciativas y que –años después–las puedan continuar.
Con lágrimas en los ojos habla de este proyecto, para el que cuenta con el apoyo de la Fundación Mario Santodomingo, también presente en el sector de Villas de San Pablo. Ahí, Yaneth y otros líderes y lideresas siguen imaginando un mejor futuro, que también proyectan a través de diferentes estrategias, entre las que está el pesebre reciclable.
Sonriente y orgullosa por su trabajo, Yaneth espera que –para la última novena– muchos más niños se acerquen, pero que, aun así, sean menos de los que se presenten el próximo año, dijo entre risas.
