Para ella no existen las limitaciones, mucho menos cuando luce su atuendo de fantasía y su tocado multicolor. La sonrisa de Mery Isabel Varela Galvis parece ser sempiterna, especialmente cuando su cuerpo se mueve a ritmo de fandango. Es la tercera en la hilera humana que conforman los integrantes de su comparsa, Ilusión del Caribe, aunque la pasión que reflejan su rostro y movimientos la hacen destacar.
El síndrome de Down para esta mujer, de 35 años, no es un obstáculo que le impida desarrollar una de sus actividades predilectas: el baile. A su paso por el cumbiódromo de la Vía 40, durante la vigésimo segunda edición de la Gran Parada de Comparsas, los aplausos y el aliento del público estuvieron a la orden del día.
Su progenitora, Olinda Galvis, es su fiel escudera. El sol canicular que se posó sobre el corredor dancístico no fue un impedimento para acompañar a la menor de sus cuatro hijos. Bastaron una gorra, un pañuelo y bebidas hidratantes para hacerle frente a la inclemencia del astro rey. Esconder la satisfacción que le produce verla bailar, radiante y alegre, le resulta imposible.
Sobre la afición de su hija por las artes, la respuesta de Olinda es implacable. 'Creo que esa niña nació con el traje de la comparsa puesto porque le gusta mucho el baile', dice entre risas la madre, quien acelera su paso para acercarse y preguntarle a Mery si está cansada, pues nota que su frente está bañada en sudor, pero esta le responde que no sacudiendo su cabeza de un lado a otro. Se aleja agitando sus hombros y caderas, por supuesto, con una indeleble sonrisa en su rostro.