El 8 de marzo de este año el canal navegable de Barranquilla completó un año con un calado de 10 metros. Tener la certeza de un contrato de dragado de un año a otro, que cubra dos vigencias, es de suma trascendencia para los intereses de esta ciudad que, bajo ninguna circunstancia, puede echar atrás y, por el contrario, debe seguir batiendo récords de movilización de carga y ratificar su condición de ser la Puerta de Oro de Colombia.
No, nada que aprendemos como país y el Gobierno nacional, que es el encargado de tomar las decisiones que terminan beneficiando o afectando a todos los colombianos, se empeña en unos caminos tortuosos que tarde o temprano terminan pasándole factura a la economía del país y por ahí derecho a las finanzas de quienes habitamos en este territorio.
El presidente Petro reclama su derecho a la crítica para defenderse, como cualquier ciudadano. Olvida, sin embargo, que él no es uno común. Su posición de privilegio que le otorga un inconmensurable poder, a propósito de su obsesión con este tema, le obliga a una moderación proporcional. Es lo que se espera. No sucede así. Sus peligrosas arremetidas contra medios de comunicación y periodistas, coartada recurrente en sus discursos, nos exponen a situaciones de riesgo, acoso digital y otras formas de violencia. No es igual agredir que investigar ni atacar que denunciar. En esta crisis de confianza, se necesita un periodismo tan libre como responsable, al igual que un liderazgo político capaz de entender que sin libertad de prensa no existe democracia.
Es indiscutible que las nuevas inversiones anunciadas por los funcionarios asegurarán la puesta en marcha de intervenciones requeridas en las distintas sedes de la universidad. Pero, de lejos, lo más notable de esta apuesta compartida es la provechosa articulación entre el nivel central, Ministerio de Educación, y el territorial, Gobernación del Atlántico, para aumentar la cobertura de la educación superior en el departamento con más infraestructura, sobre todo en municipios.
La muerte siempre es un misterio, también un sufrimiento terrible e inenarrable, usualmente difícil de sobrellevar, para quienes más aman y deben afrontar la pérdida. Quizás porque a todos, más temprano que tarde, nos alcanzará irremediablemente, sea en tercera o primera persona, las reflexiones de Gloria Espinosa acerca de la inminencia de su partida nos aproximaron a ese enigma indescifrable. Con toda honestidad debemos reconocer que no nos gusta hablar de la Parca, pese a que es lo único seguro que tenemos desde nuestro primer aliento, a decir verdad.
No queda duda que el Gobierno Petro está decidido a agravar la durísima crisis económica que nos corre pierna arriba desde hace un tiempo por cuenta del continuo desangre de las finanzas de hogares, pequeños negocios o grandes industrias, derivado del alto costo que pagamos por la energía eléctrica. En vez de entregar resultados concretos en la reducción de las tarifas que nos tienen ahogados, como prometió hace cuatro meses, lo que han preparado con esmero e inusual eficiencia es el regalo envenenado de un gravamen oneroso que nos causará un daño incalculable.
Quien se forma en programación cuadruplica su salario en pocos meses, la demanda de puestos de trabajo en este sector crece sin parar, más no así la oferta, y hoy por hoy apenas el 4 % de jóvenes se decide por una carrera STEM, de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas. Necesitamos presionar por un cambio de paradigma, de coexistencia de modelos de educación en Barranquilla, municipios del Atlántico y el resto de la región Caribe, que nos inserte en la actual revolución digital que transcurre a tal velocidad que si no somos capaces de dar el salto cuántico que requiere terminará por dejarnos tirados o a medio camino. Literalmente.
Cada sector de la economía está resintiendo las consecuencias de la falta de un acuerdo entre los transportadores y el Gobierno, cuyas posiciones están en orillas distantes. Como quien dice, cada quien en su raya mientras se sufre esta parálisis que afecta a 23 de los 32 departamentos del territorio nacional y que al comercio, estima Fenalco, le está generando alrededor de $240 mil millones diarios en pérdidas.
¿Qué será lo que el Gobierno nacional espera que pase con nuestra crisis energética, porque nos sigue haciendo conejo o mamando gallo, mientras el tiempo corre a su favor e insiste en negar problemas, reescribir los hechos de acuerdo con sus propios intereses e incumplir con descaro los plazos que fijo? De Petro para abajo, ministros y superintendentes, parecen deshojando margaritas, sumidos en la ligereza de la frivolidad, sin saber con certeza qué hacer, en tanto le nacen nuevas patas a este cojo que cada día empeora. Esa es la verdad. Estamos solos y jodidos.
¿Qué deben hacer Barranquilla y el resto del Atlántico si aspiran a tener, como es lo más lógico, un aeropuerto de talla internacional? Pues, apostar por una nueva concesión, por un privado, que con interés estratégico decida invertir en el departamento. Pero, no son tiempos fáciles para proyectos tan ambiciosos, tenemos además cerca a destinos turísticos que atraen a muchos más viajeros que nosotros en la región. De manera que se hace indispensable liderazgos de nuestros sectores público y privado que generen condiciones competitivas o de confianza para, al tiempo que se ejecutan las obras, se estructure la IP que nos devuelva al radar de los grandes aeropuertos, donde no estamos desde hace rato.