El Heraldo
Eduardo Verano con Juan Pablo Deik y Carlos Rosado cuando firmaron el convenio para las obras en el Sur. Archivo
Atlántico

“No me arrepiento de haber dicho que el sur del Atlántico estaba blindado”

El exgobernador Eduardo Verano asegura que “no hay un camino, ni nadie que le diga a uno cómo salir de una tragedia”.

Eduardo Verano de la Rosa, exgobernador del Atlántico (2008-2011) y (2016-2019) y exministro de Ambiente, dice que desconocía la existencia de mangueras y tuberías instaladas clandestinamente en los diques protectores y carretebles que socavaron la vía y provocaron la ruptura del Canal del Dique hace 10 años. Señala que todas las alertas de la comunidad fueron tenidas en cuenta y defiende su gestión al frente del desastre, soportando con “agallas y cuero duro” los ataques recibidos.

P.

Diez años después, ¿se arrepiente de haber dicho que el sur del Atlántico estaba blindado?

R.

No me arrepiento de haber dicho que el sur del Atlántico estaba blindado. Nos habíamos dedicado con mucha anticipación, planeación y recursos a ejecutar obras de protección nuevas, de mantenimiento y realce de las existentes. Prueba de esto es que el nivel nunca superó los terraplenes construidos y realzados en la franja paralela a la carretera Oriental o en el dique paralelo al canal. La cuota de inundación máxima establecida hasta el año 2010 era de 8 metros con 20 centímetros sobre el nivel del mar, en Calamar, y el nivel alcanzado en esa etapa desde agosto fue por encima de los 9.34 metros sobre el nivel del mar, o sea casi 1 metro con 20 centímetros por encima de cualquier registro histórico. Todos los farillones y muros de contención fueron calculados con la historia del río hasta ese momento. Parece ser que el rompimiento fue por una perforación hecha por particulares, de manera subterránea para tubería de riego, por la que finalmente se percoló el agua ante una presión sostenida de más de siete meses, algo que nunca antes tampoco había ocurrido, y un volumen de agua por encima de los 18 mil metros cúbicos durante tanto tiempo hizo colapsar todos los muros de contención y las muchas protecciones construidas. Nuestra labor de blindaje fue técnicamente aceptada y oportuna.

P.

¿A partir de qué análisis consideraba que el departamento estaba blindado ante la arremetida del Río?

R.

En las obras de realce que habíamos realizado y reforzado en los diques colindantes al río y al Canal del Dique, hechas con base en estudios hidráulicos y de geotecnia. Nuestra labor fue planeada y ejecutada juiciosamente con antelación suficiente para afirmar que estábamos blindados. Por ejemplo, se hicieron los muros de contención en Malambo, especialmente en Mesolandia, y también en la Ciénaga Grande para tratar de aislarnos; se hizo un gran muro de contención con unas casetas de bombeo hacia afuera para evitar la contención de agua de lluvia en Sabanagrande, Santo Tomás y Palmar de Varela, muro de contención que todavía hoy está intacto y los protege. También se hicieron muros y trabajos de contención y protección en Ponedera y la comunidad había hecho un trabajo importante de muro de contención en Suan. 

P.

¿Contempló, en ese momento, la posibilidad de una inundación?

R.

Siempre creímos que la zona estaba blindada por las obras. El realce de toda la vía que conduce desde el puente de Calamar hasta Santa Lucía y compuertas hecho con la firma de Sergio Torres Reatiga funcionó porque el dique en ningún momento sobrepasó esta vía. Lo que ocurrió fue una erosión por debajo, a manera de partida de pudín como decimos en la Costa, y eso no se contempló porque no sabíamos que había esos cuerpos extraños con mangueras tuberías instaladas clandestinamente en los diques protectores y carreteables. Aunque estábamos tranquilos por la labor responsable y oportuna realizada desde principio de año, nos preocupaba que el nivel del Río subía diariamente y amenazaba con el sobrepaso de la cota superior a los diques en algún sitio.

P.

¿Por qué no se tuvieron en cuenta las alarmas de la comunidad?

R.

Todas las alarmas y alertas de la comunidad fueron siempre tenidas en cuenta y además, atendidas. Se hacían reuniones de seguimiento del Río que ese año tenía un comportamiento totalmente diferente porque había más lluvia y agua que nunca antes en toda su historia. El Canal del Dique no se rompió por ningún sitio que se mostrará vulnerable en ese momento, sino por un sitio donde había un tipo de asentamiento y ni siquiera un ahuellamiento de la carretera, tampoco había erosión en el talud contra el Canal de Dique. Personalmente ese día yo tuve la oportunidad de estar en las compuertas llevando apoyos y ayudas a la gente de ese sector con mi esposa Liliana. De regreso hicimos nuevamente una revisión de toda la vía Santa Lucía- Calamar y no vimos nada que nos mereciera ningún tipo de alarma. Al mediodía viajé a Bogotá.

P.

¿En qué momento se enteró de la ruptura?

R.

Me llamaron a Bogotá para informarme. De inmediato hice toda la movilización necesaria, vía telefónica, para entender la dimensión del problema y realicé un recuento de los recursos que disponíamos para tratar de cerrar la perforación lo antes posible y evitar una inundación total  Llegué al sitio de la tragedia a las ocho de la noche y ya había hablado con Sergio Torres Reátiga, quien me manifestó que si la rotura era del tipo que estaban relatando los medios de comunicación, realmente la situación sería grave porque no había manera de parar el volumen de agua que iría a entrar. Él nos alertó sobre la gravedad de la situación.

P.

¿Qué hizo entonces?

R.

Esa misma noche tomamos una serie de decisiones acertadas, como por ejemplo la contratación de dos equipos de contratistas experimentados y con el músculo financiero suficiente para acometer los trabajos de cierre del boquete de manera inmediata. Era un tema difícil de trabajar porque establecimos que teníamos una dimensión y un volumen de agua entrando equivalente al río Sinú: 1.400 metros cúbicos de agua por segundo porque el boquete llegó a tener 245 metros de longitud. Se hizo un trabajo simultáneo en ambos sentidos para tratar de llegar a la mitad. Los hermanos Osorio, experimentados en el manejo de cierre de boquetes a lo largo del Río, se encargaron de la parte que venía de Santa Lucía hacia Calamar utilizando la técnica de melina en madera y con sacos de arena. Simultáneamente del lado oriental, se fueron haciendo unas jaulas con tuberías de acero que se rellenaban con bolsas de material de sedimentos, las cuales iban formando unos tapones provisionales para seis meses. Esto nos obligaba a contratar casi de inmediato los estudios de diseño para buscar recursos y finalmente contratar la obra y la interventoría de la reconstrucción del espacio que se había llevado el Río. La erosión creada por el canal era muy honda, tenía una profundidad de 18 metros, en su parte más profunda, y eso hacía que fuera necesario reforzamiento con arcilla impermeable para garantizar el sellamiento. Por último, se haría una vía de pavimento. En 40 días y 40 noches de trabajo ininterrumpidos se cerró completamente el hueco, el 25 de enero de 2011, y empezamos la labor de desagüe de todo el sur del departamento.

P.

¿Cómo se adelantó esa etapa?

R.

Teníamos contratados a unos expertos fabricantes de bombas de impulsión repartidos en los sitios con la cuota precisa de evacuación, y por otro lado, teníamos la información de algunos caños naturales ubicados en varios sitios a lo largo del Canal del Dique y por Manatí. Dada la topografía plana de nuestro departamento era muy difícil sacar toda el agua y teníamos que hacer rebombeos a lo largo y ancho de la zona central de la inundación para llevarla a los caños evacuadores, o simplemente sacarla con los diques de bombeo, pero había que esperar a que el Río bajara porque la salida por gravedad únicamente se puede lograr una vez esto suceda. Mucha gente pensó que era muy difícil cerrar el boquete hasta que no bajara totalmente el Río, pero nosotros rechazamos esa idea y nos dedicamos al cierre. Una vez se pudo evacuar el agua porque empezó a bajar el río por Caño Tabaco y por Caño Arena, el agua que quedó, por gravedad, se sacó a través de bombeo en seis diferentes sitios de los diques del sur. 

P.

Volvamos al primer momento, ¿cuál fue su reacción inicial tras lo sucedido?

R.

Lo primero, ir al sitio de la ruptura del boquete y en los días siguientes, visitar a la gente en Campo de la Cruz, Santa Lucía, Repelón y Manatí. Hubo una reunión que recordaré toda mi vida porque fue prodigiosa y reveladora. La gente estaba muy exaltada, gritaba, echando culpas, se quejaba, era el clamor popular. Pero hubo un grupo de personas que dijo, “no discutamos con el Gobernador aprovechemos que está aquí haciendo presencia” y me condujeron a un sitio casi mágico, donde, en un salón pequeño, estaba un grupo como especie de los sabios de la tribu que me dijo las tres cosas más importantes que había que hacer. 

P.

En serio, ¿qué le dijeron?

R.

“Verano, nosotros sabemos que esto ocurre cada determinado tiempo y no puedes de ninguna manera perder la calma.  Eres la cabeza y debes mantenerte tranquilo, no puedes perder la calma. Tú debes dirigir tu acción a tres grandes tareas y nosotros hacemos el resto de manejo de comunidad: dedícate a que no haya hambre, epidemias, enfermedades, dificultades y que no haya entidades nacionales e internacionales que se inmiscuyan en el manejo de nuestro entorno social que nosotros lo sabemos hacer”. Yo regresé a la Gobernación e instalamos un gran equipo de trabajo que era como una mesa de crisis con estas tareas muy claras que habíamos convenido con los sabios de la tribu.

Eduardo Verano, ex gobernador del Atlántico. Archivo
P.

¿Qué tan compleja fue esa operación?

R.

Teníamos que conseguir alimentación constante. Al principio, durante el primer mes, la gente se prodigó generosamente en regalarle comida a los afectados, eso nos ayudó muchísimo. Luego, se consiguió con la Presidencia de la República unos recursos para entregar durante un año comida a 25 mil familias cada mes. Una minuta calculada de 25 kilos que no permitió que hubiera hambre. Lo segundo, era evitar epidemias y enfermedades de transmisión, se hizo un gran plan de desratización, fumigación y vacunación. Tareas que se acometieron de una manera ordenada, planificada, constante y permanente y no tuvimos una sola víctima. Atendimos a la gente casi que caso por caso, a través de procesos interesantes e importantes. La Universidad del Norte nos mandó su equipo técnico a ayudarnos a hacer estudios y trabajos con la comunidad para conocer su estado de ánimo, de esos trabajos surgió una frase de una niña de siete años, en un albergue, que decía “Nada será igual, todo será mejor”. Eso se convirtió en un lema que nos dio no solo ánimo y fuerza, sino la filosofía gubernamental de que todo lo teníamos que hacer mejor porque todo debía ser mejor.

P.

¿Qué tanto apoyo recibió del Gobierno Nacional para conjurar la crisis del departamento?

R.

Ese día el presidente Juan Manuel Santos estaba en Brasil, lo llamamos y nos contestó el teléfono, no tenía clara la dimensión de la gravedad de la situación y decidió regresar al país directamente por Barranquilla. Nos reunimos esa misma noche, un encuentro un poco complicado y difícil, y él mismo me dijo: “vamos a dormir, ya entendí, vamos a calmarnos y mañana sobrevolamos la zona”. Al día siguiente lo hicimos y él se impactó muchísimo al ver a la gente e incluso, como varias veces me pasó a mí, se le salieron las lágrimas. Cuando aterrizamos nos quedamos solos durante un rato largo. Él se iba ese día para New York a una reunión de la ONU y se quedó pensando, me preguntó cuál sería la solución. Le expliqué que lo primero era atender inmediatamente a la gente, y lo segundo, avanzar en el proceso de reconstrucción.

P.

¿Qué le respondió?

R.

A raíz de esa conversación se crearon dos entidades con dos propósitos diferentes: Colombia Humanitaria para la Atención Inmediata de un Desastre y el Fondo Adaptación, cuya tarea principal sería la reconstrucción de las zonas destruidas por algún evento de esta naturaleza. A lo largo de estos años, entre 2011 y 2019, se han invertido $1,4 billones en el sur del Atlántico: $1,14 billones en obras de infraestructura, $77 mil millones en obras sociales y $157 mil millones en aspectos ambientales. Son muchas obras, pero hay una muy importante de protección de un talud seco construido a un lado de la vía Calamar hasta las compuertas, que debe actuar como un muro de contención para evitar una nueva ruptura del Canal del Dique. Su costo, asumido por Fondo Adaptación, fue de más de $100 mil millones.

P.

¿El Fondo Adaptación le cumplió al Atlántico?

R.

Creo que el Fondo Adaptación sí cumplió. Con todas las dificultades lo hizo, eso sí, hubo muchos contratiempos, dificultades, discusiones y enfrentamientos entre nuestros funcionarios y los de Bogotá, pero finalmente el esfuerzo que se ha hecho es gigantesco y las inversiones por $1,4 billones deben apoyar en gran parte el proceso de recuperación, aunque todavía queda mucho por construir y hacer hacia el futuro.

P.

¿Cómo afectó este hecho su mandato como gobernador?

R.

Uno se curte en las dificultades. Una tarea de gobernación nunca jamás será fácil y se deben tener las suficientes agallas y el cuero duro para soportar las dificultades y los ataques que uno recibe, pero yo me enamoré del sur de Atlántico de tanto ir, de tanto visitarlos y realmente mantengo amistades en la zona. Cada obra que terminábamos me daba una enorme satisfacción: los estadios de béisbol en Repelón y en Manatí, los hospitales, las escuelas, todo era una gran satisfacción. Todo lo que se haga por estas personas se lo merecen, sufrieron muchísimo y yo, seguiría trabajando por ellas eternamente.

P.

¿Cómo asumió el tema su familia?

R.

Entrega total a mi familia que lo entendió. Mi hija Stephanie tenía la ilusión de qué pasáramos la Navidad de 2010 juntos, y cuando ella vino la invité a sobrevolar la zona con mis otros dos hijos, Eduardo y Sebastián. Cuando vieron la dimensión de la tragedia, lloraron y Stephanie me dijo una frase que nunca jamás se me olvidará: “Ellos te necesitan, debes quedarte con ellos”. Gratitud a mi familia que estuvo en todo momento acompañándome y soportando mi ausencia porque realmente me tocó prácticamente mudarme a vivir al sur y fui durante ese tiempo un miembro ausente de mi hogar.

P.

¿Cree hoy que lo pudo hacer mejor?

R.

Uno siempre se puede martirizar pensando que todo se hubiera podido haber hecho mejor, pero pienso que muchas cosas se tuvieron que hacer día a día, paso a paso, porque es así como se sale de las tragedias. No hay un camino que a uno le tengan señalado y no hay nadie que le diga a uno verdades absolutas sobre cómo salir adelante, así que encontrar el camino es quizás lo más difícil. Ojalá hubiéramos tenido un manual de solución de problemas de esta naturaleza que creo que ya existe. Pienso, eso sí, que de pronto hubiéramos podido conseguir más recursos para más inversiones, pero todavía queda una vida entera por vivir y seguramente lo que viene son planes y soluciones integrales como el macro proyecto del Canal del Dique. También en el Atlántico se requiere una operación macro en el Embalse de El Guájaro, disminuir los riesgos de inundación y buscar un desarrollo agropecuario a través del manejo de los distritos de riego. Afortunadamente, la gobernadora Elsa Noguera ha logrado algo muy importante, la operación directa por parte de la Gobernación de los distritos de riego. Hoy pienso que nada será igual, todo será mejor. Ojalá que se cumpla el deseo de esa niña en el sur del Atlántico. 

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