La vegetación en el departamento se ha perdido en zonas planas, de serranía y costeras. La afirmación hace parte de un estudio de biodiversidad que en los últimos años ha venido monitoreando la Universidad del Atlántico.
Desde el punto de vista biológico, los bosques, son los ecosistemas terrestres más diversos, que albergan cerca del 80% de las especies animales y vegetales, de ahí su importancia. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) informó en el 2018 que cerca de 13 millones de hectáreas de bosque anualmente son deforestadas en el mundo, lo que contribuye entre el 12 y 20% a las emisiones de efecto invernadero causantes del calentamiento global.
En el Atlántico, la situación no es más alentadora. Un comité integrado por un grupo de 14 expertos, recorrió cinco sitios del departamento (las ciénagas de Luruaco, Uvero, El Jobo, embalse de El Guájaro y la subregión del canal del Dique) para verificar el nivel de deforestación asociado a los humedales.
'Esos niveles en algunos estudios nos hablan de deforestación en un 90 y 95%', señala Luis Carlos Gutiérrez, director del grupo de Biodiversidad del Caribe Colombiano y Vicerrector de Investigación de la Universidad del Atlántico.
Asimismo, asevera que lo que queda en el Caribe es muy poco, en el caso del bosque seco, la investigación señala que se habla de un restante de vegetación de un 5% y que estarían agrupados en zonas de difícil acceso como la Sierra Nevada, en las que la situación de inseguridad con el conflicto armado hizo más difícil el ingreso, por eso fueron menos deforestadas.
Pero, ¿qué sucede en el Atlántico?. 'Que es fácil acceder a las zonas de vegetación', dice Gutiérrez, mientras argumenta que en este territorio no hay grandes montañas, lo que facilita el acceso.
'Los humedales del departamento están en zonas bajas, la llanura caribe por ser una zona de accesible ha sido tradicionalmente un área utilizada para la agricultura y la ganadería, por lo cual han sido deforestadas casi que en su gran mayoría', asegura Gutiérrez.
Sin embargo, una decisión acertada fue crear zonas de reserva, que durante mucho tiempo fueron respetadas y colocadas como zonas vegetales. Eso, según el estudio, también jugó en contra del mismo territorio, ya que el resto del departamento comenzó a ser deforestado sin ningún tipo de restricción. 'Las ciénagas no fueron protegidas, la deforestación en lo que se llama vegetación riparia o vegetación de ribera se deforestó completamente, al punto que las cercas de las fincas hoy son los linderos de las ciénagas y del río. Ahí se irrespetó toda clase de norma, de prevención y no se dejó vegetación', explicó el biólogo.
El documento de la investigación, en la que se tuvieron en cuenta imágenes satelitales, se observó la transformación de las coberturas vegetales en Luruaco. 'Se observa que las coberturas fueron ampliamente deforestadas para establecer cultivos y ganadería, y que estas han mostrado resiliencia al disturbio durante los 12 años siguientes, como por ejemplo, en algunos fragmentos que conforman lomerios (elevaciones de tierra) o hacen parte de las serranías. Sin embargo, estos fragmentos en regeneración siguen con presiones de expansión agropecuaria', señala las conclusiones del estudio.
La ciénaga del Uvero, en Ponedera, también mostró alta deforestación en las últimas dos décadas, las especies nativas reportadas están inmersas en matrices agrícolas y ganaderas. En arbolados de pastizales, es donde se pueden encontrar algunas especies de flora nativa que son aprovechados como recurso alimenticio para el ganado.
Hasta aquí se concluyen dos principales razones que han contribuido al fenómeno de acabar con los árboles en las zonas ribereñas. Pero hay algo más. La investigación determinó que en el Atlántico tiene conflicto con el uso de suelo.
'El uso que le estamos dando no es consistente con la vocación del terreno', afirma el investigador.
Igualmente explica que la mayor cantidad de hectáreas de uso de suelo en el departamento está dedicada a una ganadería extensiva, cuando su vocación principal es la agricultura.
'Esa consideración la hizo el Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC). Además, las serranías nuestras son de suelo no consolidado, que deberían protegerse. Esos casos se aprecian en zonas de Puerto Colombia, Luruaco y Repelón, estas son zonas donde se deben proteger los bosques', advierte Gutiérrez.
Igualmente hace énfasis en la ciénaga de Luruaco y el embalse del Guájaro, en Repelón, en los que ha disminuido su nivel, debido a que no hay una vegetación capaz de proteger ambas represas de la radiación solar. 'Lo que permite que se erosionen con mayor facilidad'.
Fauna afectada
La deforestación ha impactado a grupos de animales como los anfibios, que se han visto afectados, sobre todo en su etapa de reproducción, la cual está asociada a la vegetación que se encuentra alrededor de la ciénaga, entre ese grupo de animales se encuentran las hicoteas, iguanas y babillas.
'Por ejemplo las hicoteas usualmente buscan una superficie vegetal para poner sus huevos y difícilmente la encuentran'.
Faltan áreas de vegetación
Debido a la falta de áreas de vegetación, el investigador propone que haya zonas de reserva en el área metropolitana. Dice que por ejemplo en Galapa tendría que existir tener zona de reserva de vegetación, porque en este municipio hay arroyos, lo cual evitaría inundaciones.
La misma consideración la hace para el lago del Cisne en Puerto Colombia. El biólogo considera que este cuerpo de agua necesita una ronda hidráulica de área de vegetación. Lo mismo para la ciénaga de Mallorquín y para Mesolandia en Soledad.
En este último municipio insiste en la urgencia de una vegetación funcional capaz de conservar ecosistemas y de disminuir riesgos. 'Cualquier vendaval que llega a Soledad causa un daño horrible, porque no existe una vegetación capaz de amortiguar vientos. Tenemos una deuda en el área metropolitana, porque requerimos vegetación funcional que garantice nuestros ecosistemas'.
Riesgos de sismicidad moderada, riesgo de inundación y de vendavales alta, riesgo frente a huracanes y ciclones, son los fenómenos a los que está expuesta la región Caribe y que podrían ser amortiguados con la vegetación que 'prácticamente ha ido desapareciendo'.
Se puede reforestar
Es posible recuperar lo que se ha deforestado, pero para que sea efectivo, el investigador recomienda a las autoridades ambientales que en los planes de compensación se obligue a sembrar árboles de distintas especies, además se debe considerar que sean nativas, ya que estas son capaces de soportar las extremas condiciones climáticas del territorio. 'Los árboles van a funcionar si se siembran mezclados, por parches no van a cumplir su función y van a tener una vulnerabilidad muy alta. Si le cae una plaga a uno automáticamente la misma especie se va a contaminar toda. Adicionalmente estarán estresados de competir con su misma especie'.
Por último, el académico reitera que la reforestación no puede ser pensada como diseño arquitectónico, sino como reforestación funcional, que sea capaz de preservar los ecosistemas y ser útil para la biodiversidad.
Usos del suelo
El estudio señala que la deforestación de las coberturas vegetales está asociado directamente a los usos del suelo. En el Atlántico 'es preocupante' que el 73% (241.964 hectáreas) de los suelos este en conflicto de uso, 24% en sobreutilización y el 49% en subutilización (IGAC, 2012). En el caso de la vegetación, la consecuencia ha sido la deforestación de bosques y los incendios para extender la frontera agropecuaria, la pérdida de la biodiversidad, entre otros. Lo que hace necesario implementar medidas inmediatas para disminuir los efectos tanto económicos y sociales que ya se han empezado a visualizar.
Investigador. Luis Carlos Gutiérrez Moreno es licenciado en biología y química, especialista en Ciencias Ambientales y Zoología. Es magister en Ciencias Biológicas. Doctor en Biología. Investigador senior de Colciencias y director del grupo de investigación Biodiversidad de Uniatlántico y vicerector de docencia en la misma universidad.



















