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El curso de la vida sigue siendo inusual. Así sintieron los atlanticenses la llegada del 2021, que a pesar de haber amenizado la pesada sombra de la Covid-19 con la característica alegría del costeño ratifican que este primero de enero fue diferente a todos los demás.

La tradicional olla de sancocho en las cuadras fue reemplazada por los pequeños asados familiares, el abrazo de fin de año con los vecinos se limitó a un choque de codos y aunque el sonido de los picós se escuchó a ‘todo timbal’ en distintos sectores de Soledad, Malambo, Galapa y Barranquilla, esta vez las maquinas musicales sonaron en el interior de las terrazas.

La soledad y el silencio fueron protagonistas en gran parte de las calles de Barranquilla y su área metropolitana, a excepción de unos cuantos que aún se encontraban departiendo, pero en su mayoría eran pequeños grupos en las terrazas de las casas. Como Raúl Vanegas y su familia, quienes residen en el barrio El Carnero, de Soledad, y se consideran picoteros de tradición.

Vanegas asegura que no fue fácil vivir 'una pandemia en medio de una festividad'. 'Fue un inicio de año diferente, duro, fue la alegría de despedir un año que no fue nada fácil y recibir uno nuevo con expectativas, pero sabiendo que hay una pandemia. Tratamos de hacer lo posible para divertirnos, porque hay que celebrar que seguimos con vida'.

Agrega que 'aunque Soledad es un municipio que alberga una cultura picotera y la música no faltó, se sintió la falta de conexión con el vecino. Cada quien estuvo en su casa, no como años anteriores que solemos reunirnos en la cuadra'.