Menos mal que la candidata de Wall Street en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en noviembre pasado era Hillary Clinton, mientras que Donald Trump logró convencer a un número suficiente de votantes de que no tenía nada que ver con el odiado establishment financiero de su Nueva York natal. Porque ahora resulta que toda la política económica del futuro inquilino de la Casa Blanca estará en manos de altos directivos o gente muy cercana a Goldman Sachs, el banco más poderoso de Wall Street que siempre se las apaña para estar del lado del caballo ganador. El secretario del Tesoro (Steven Mnuchin), el jefe de gabinete (Steve Bannon) y el principal asesor económico (Gary Cohn), entre otros, han trabajado en este banco y el futuro jefe de la SEC, el organismo que debe supervisar a los mercados, Jay Clayton, es un reconocido abogado neoyorquino que ha asesorado a Goldman Sachs, donde trabaja su esposa.
Lo primero que va a hacer la nueva administración republicana –lo del muro en la frontera con México va para largo, imagino– será desmantelar la regulación que Barack Obama impuso al sector financiero en respuesta a las prácticas y abusos que provocaron la gran crisis de 2008 que acabó contagiando medio mundo. No sorprende pues que las acciones de la banca hayan sido las que más han subido desde la victoria de Trump. Los inversores se están frotando las manos ante la perspectiva de que la Ley Dodd-Frank de regulación financiera acabe en el cubo de basura de la Historia.
Muchos expertos criticaron a Obama por no ir lo suficientemente lejos en castigar a los responsables de Wall Street cuya avaricia e irresponsabilidad causó la gran crisis financiera. Pero el presidente saliente tomó algunas medidas importantes, como la separación entre la actividad más especulativa de los bancos y el negocio tradicional con el pequeño ahorrador. EEUU ha ido mucho más lejos que Europa en instalar cortafuegos en el sector financiero. El colchón de capital de las entidades americanas ha aumentado bastante más que el de sus colegas europeos, por ejemplo. De hecho, Washington logró excluir los servicios financieros de las negociaciones con la Unión Europea para crear un gran espacio de libre comercio, el famoso TTIP, para no tener que rebajar sus estándares más estrictos. Wall Street estaría encantado en adoptar la regulación mucho más laxa del sector en Europa.
Con Trump y su agenda proteccionista, el TTIP está muerto pero, el sector financiero de EEUU podrá cantar victoria con el esperado fin de Dodd-Frank. Los republicanos alegan que menos regulación ayuda a los bancos a invertir más y, de este modo, crear más empleo. Puede que sea así a corto plazo, pero a largo aumentará el riesgo de que se cree otra burbuja financiera, probablemente mayor que la que estalló en 2008. No hay que olvidar que los responsables de entonces siguen mandando en Wall Street, si no han fichado ya por la administración de Trump. Ya se sabe, a final la banca siempre gana.
@thiloschafer
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