En los últimos días, y con motivo de la celebración de la semana nacional de la movilidad sostenible, se han anunciado varios eventos, acciones e iniciativas relacionadas especialmente con el uso de la bicicleta como medio de transporte alternativo al vehículo particular. Adicionalmente a las ciclo-rutas que se han comenzado a implementar en la ciudad, y me refiero al cierre de vías que está ocurriendo hace varios domingos, me ha parecido muy llamativa la demarcación de unos carriles para bicicletas en algunas de nuestras calles, una acción importante que vale la pena resaltar.

Nuestra ciudad no se ha destacado por implementar medidas efectivas y prácticas que verdaderamente motiven a sus ciudadanos a experimentar con diferentes modos de transporte. Todavía, y falta mucho para que eso cambie, movilizarse en carro constituye la manera más cómoda y digna de moverse en Barranquilla: por muchos trancones que estemos padeciendo, soportar la parsimonia del tráfico será siempre mejor a la sombra y con aire acondicionado. Lo paradójico es que quienes tienen ese privilegio consideran que la movilidad se define únicamente por el movimiento de sus vehículos, y con eso sustentan la mayoría de las peticiones en ese sentido, usualmente limitadas a que se construyan más vías y se amplíen las que existen. Parece que estas personas ignoran, o peor, no hacen caso a diferentes estudios que determinan que eso no sirve de mucho, y que para movernos en una ciudad lo que se necesita es un eficiente sistema de transporte masivo y medidas complementarias que estimulen las caminatas y el uso de la bicicleta.

Por esta razón se deben aplaudir todos los proyectos que intenten cambiar ese paradigma, tan arraigado todavía en nuestro país, que pretende modelar nuestras ciudades alrededor del vehículo particular. Los carriles para bicicletas son un buen inicio para fomentar este cambio, ofreciendo un espacio demarcado y regulado para el uso de los ciclistas y reclamando un espacio que los carros no necesitan, un espacio que se desperdiciaba.

Claro, para que esto funcione todos tenemos que hacer nuestro aporte. Los conductores tendrán que respetar esos carriles, quizá el reto más complicado, pero también los ciclistas deberán demostrar que no por hacer uso de una bicicleta tienen autoridad para incumplir con las normas. Sobran ejemplos de ciclistas imprudentes que constituyen un verdadero peligro para todos, propiciando con su comportamiento accidentes y caos. Que sea esta novedad una buena manera de medir nuestra capacidad para adaptarnos a nuevas reglas, y que poco a poco podamos demostrar que somos capaces de vivir con atención y respeto hacia nuestros semejantes.

Aunque nuestro durísimo clima ofrece unas limitaciones que no es posible ignorar, la bicicleta tiene la posibilidad de ayudarnos en muchos sentidos, nos obliga a minimizar el sedentarismo y puede ser el vehículo ideal para trayectos cortos y ocasiones en las que no importe una gota de sudor extra. Lo importante es que la ciudad nos brinde una opción segura para usarla, y eso es lo que está comenzando a ocurrir. Ojalá todos nos animemos a pedalear, para que esta iniciativa tenga la continuidad que merece.

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