Tal vez mejor papel pueden hacer los orgullosos y diligentes diputados del departamento del Magdalena, cuestionadores ellos de la invitación que los concejales de Barranquilla le hicieron esta semana a Julia Miranda Londoño, la directora de Parques Nacionales Naturales de Colombia. La amable invitación de marras no fue para tomarse un café y charlar sobre los encantos de la naturaleza, sino para analizar la invasión de 300 personas y de las quemas inmisericordes realizadas por manos non sanctas en el Parque Isla Salamanca.

Y a los miembros de la Asamblea le hirió en su orgullo ancestral la invitación porque consideran, muy activos ellos, que ese candente tema debe tratarse en su departamento y no en el Atlántico. ¿Por qué no guardan esa efusividad para discutir el asunto a fondo? ¿Por qué se rasgan las vestiduras regionalistas peleando jurisdicciones? Más les vale a los briosos diputados que trabajen de manera mancomunada con los concejales de Barranquilla, quienes han puesto su empeño en el problema, en vez de debatir a cuál departamento le pertenece ese rico pedazo de tierra que es patrimonio de todos los colombianos.

Son miles de hectáreas con variadas especies de fauna y flora que se encuentran en este maravilloso y rico Delta del Río Magdalena y de la Ciénaga Grande de Santa Marta, declarado sitio Ramsar como reserva mundial del ser humano, por su variado ecosistema marino y terrestre, por los manglares y humedales.

Tal vez los diputados solo conocen por las noticias que, con relativa frecuencia, una nube de humo envuelve a La Arenosa y esa humareda proviene de las quemas causadas por quienes buscan “civilizar” tierra o producir carbón de leña de manera ilegal, contraviniendo las normas ambientales. Son los habitantes de esta ciudad los que sufren como venenoso flechazo a sus pulmones el impacto de los mal intencionados incendios forestales y no nuestros queridos hermanos samarios y cienagueros.

Y extraña la posición de los activos diputados del Magdalena porque en la sesión del martes en Barranquilla con la directora de Parques Nacionales tuvieron ellos una buena representación de su departamento. Esa representación, en cabeza de la impetuosa Elvia Mejía, llamó la atención en voz alta de la responsabilidad que en este caliente asunto le cabe sin objetar a la nación, dada la importancia del Parque, cuya extensión de 56.200 hectáreas se pierde a la vista del hombre. A esa reunión también asistieron Lilibeth Ladrón de Guevara, directora de la Oficina de Medio Ambiente del Magdalena; y Juan Lora, delegado del departamento. Todos de acuerdo en que el medio ambiente no tiene fronteras, que a los colonos hay que sacarlos de allí y que no se puede proteger a los que roban tierras del Estado en un parque nacional para explotarlas produciendo un daño irreversible.

Entonces, honorables diputados, ¿cuál es el problema? ¿Viejas y elementales disputas regionales? Ojalá sea solo eso y no algún oculto interés particular para defender lo indefendible. Seguro estoy equivocado en esas injuriosas y calumniosas especulaciones.

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