Las encuestadoras no se equivocaron. Fue que, como a los del No los satanizaron y calificaron como amigos de la guerra, pues los encuestados mintieron. A Santos hay que abonarle que se sometiera a plebiscito. Era la refrendación popular, aunque Timochenko y él fueran tan impopulares. Pero creyó que bajado el umbral, y en marcha la maquinaria gubernamental, pese a su propia desfavorabilidad la cosa, vender la paz, sería fácil. No estableció que plebiscito que tenga campaña por el ‘No’ es mejor no hacerlo, ni siguió el ejemplo de Mockus de callarse, y silenciar a su gente.
Salió entonces el gobierno a promover el No. Primero por su infinita soberbia y arrogancia, y después por la gran intolerancia y agresividad, fueron ganándose la antipatía de la gente: Trampas innecesarias, contradictorias declaraciones, amenazas de bombas, exagerado gasto en publicidad, mentiras evidenciadas, incomprensible equívoco y larguísimo texto, y hasta la caprichosa pregunta fueron minando la credibilidad en el proceso. Para rematar, Gina Parody con sus cartillas y el tipo Perfetti con su aberrada encuesta generaron gran rechazo ciudadano a los actos del gobierno y, peor, lo mostraron atentando contra los valores familiares, vinculando sus desafueros con lo plasmado en el texto como “enfoque de ideología de género”, cuando la fácil y simple era no hablar gaseosamente de género sino consignar la promoción y priorización de los derechos de la mujer. O quitarlo, nada que ver. Las pataletas de Gaviria fueron funestas, Roy Barreras contraproducente, y un gris De la Calle que no convenció. En resumen, no fue solo que la arrolladora maquinaria y la mermelada no funcionaron, sino que también los encargados se esforzaron para anotarse un autogol.
Si bien Uribe con sus trinos se impuso contra todos los medios escritos, radio y televisión, y contra ocho partidos enmermelados, y demostró su innegable liderazgo alertando sobre los sapos, el triunfo no fue solo del Centro Democrático. La ayuda de Jaime Castro y otros personajes reconocidos como serios enviando mensajes nítidos, fue otro gran aporte al resultado. Y a pesar del decaído Partido Conservador siempre pendiente de las migajas que le entreguen, Andrés Pastrana se plantó, y con Martha Lucía dio a las directivas lección de coherencia.
Viene ahora que los del No, Uribe a la cabeza, sigan la mesura de Pacho Santos y que, con gobierno, guerrillos, y la izquierda toda se dispongan, en serio, humildemente, y sin protagonismos, a reunirse para corregir el acuerdo, donde los sapos sean digeribles, para poder concluir que ganó la paz. Empero, se dice que el “quizá, quizá”, las contradicciones al gobierno, y todo lo que chocó a la gente, fue adrede para que el Sí perdiera, y los de la farc quedaran felices, amnistiados, y los jefes pelechando en Cuba, prolongando las negociaciones, y continuando sus “operaciones”. Están bacano, y protegidos. Así que el triunfo no fue de Uribe, ni de la paz. Los que ganaron fueron ellos.
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