Nada lo detiene. Solitario y con caminar cansino, José Víctor De Castro Carroll arriba a las oficinas de EL HERALDO. Prefirió no esperar el transporte de sus hijos y se vino en taxi. Está completamente vestido de blanco, impecable, elegante. Se apresta a saludar a la recepcionista de la sala de redacción cuando se escucha una sonora ovación. Los periodistas, veteranos y jóvenes, interrumpen sus labores, se ponen de pie y comienzan a aplaudir sin parar.

La muestra de admiración y respeto es el preámbulo de un merecido homenaje que esta casa editorial, con motivo del Día del Periodista, le tributó ayer a este maestro de maestros del periodismo colombiano que ya tiene ‘la bobadita’, para decirlo en sus términos coloquiales, de 96 calendarios de edad y 72 de profesión.

Sí, leyó bien, 96 años de edad (en marzo cumple 97) y 72 años de profesión. ‘Chelo’ De Castro, como es conocido este insigne columnista de EL HERALDO, es uno de los pocos comunicadores del mundo, por no decir el único, que en la actualidad se da el lujo de sostener su carrera periodística con una lucidez y vitalidad realmente asombrosas. ¡96 años de edad y 72 de profesión! ¡Agárrenme ese trompo en una uña!

Ahí, en la sala de juntas del diario, sentado al lado del director del periódico, del alcalde Alejandro Char y del gobernador Eduardo Verano, rodeado de muchos de sus colegas, ‘Chelo’ luce apacible, con una mirada dócil. No pareciera que detrás de ese señor al que las canas tiñeron de blanco se esconde un incansable gladiador de las letras que siempre se ha mantenido en pie de lucha por su Barranquilla natal, por su departamento, en contra de las cosas turbias e injustas del deporte.

Con algunos achaques propios de la edad, pero con la misma pasión, combatividad, carácter y creatividad, don Chelo sigue escribiendo su columna de opinión ‘Palestra deportiva’ y emitiendo su programa radial ‘Desfile Deportivo’.

Con un estilo inigualable, que combina espontaneidad y sapiencia, buen humor y seriedad, que entretiene y educa, que suelta carcajadas y pone a pensar, Chelo posicionó un espacio periodístico que goza de amplio reconocimiento en la ciudad y en la región que tanto defiende a capa y espada.  

Su sentido de pertenencia por la tierra que lo vio nacer, su espíritu guerrero, su particular forma de escribir, su autenticidad, su valentía, su honestidad y su rectitud hacen parte del enorme legado que ha forjado para los periodistas de la Costa Caribe colombiana.

Su valioso ejemplo es un espejo para que las nuevas generaciones del periodismo deportivo y general se miren. Su pasión y su entrega son dignas de imitar en una profesión compleja y exigente, en la que es vital tener valores y moral para poder cuestionar. 

Chelo nunca ha tenido el rabo de paja y siempre se ha arrimado a la candela para exponer sus posiciones. Contra viento y marea, incorruptible y sólido, da a conocer sus opiniones con fuerza y vehemencia.

Más de una vez se ha metido en líos con algún poderoso, con alguna ciudad ofendida a la que lanzó sus dardos, pero siempre ha salido con la frente en alto, con la tranquilidad de que está atendiendo el llamado de sus convicciones, de su manera de ver las cosas, jamás el de intereses particulares y oscuros.  

Han sido siete décadas y dos años de comentarios “pringamoceros”, “fregando la pita a los más malos que el azul de pelotica”, a todos los “rabo ‘e vaca”, “mama chiva”, “microfoníferos” y “plumíferos” del deporte local, nacional e internacional. 300 mil pares de aplausos para usted, don Chelo.