Buena por Teo, Bacca, Mejía, James, Yepes, Farid y demás estrellas que nos representaron, todos grandes merecedores del alud de elogios. Los muchachos se sobraron y participaron con solvencia, con propiedad y, cosa importante, con alegría, esa alegría que también transmitieron al país. Pero hemos mostrado alguna cujidería en la ponderación a Pékerman, el autor intelectual de los triunfos alcanzados, porque esos mismos muchachos se encontraban a oscuras, sin brújula, hasta que el argentino prendió la linterna, iluminó el camino y marcó el norte, no solo a los jugadores, sino también a los directivos (cero interferencias), a los periodistas (nada de presiones), a los sapos con intereses (ninguna baraja), y a nosotros los hinchas nos pidió apoyo y mesura, iríamos paso por paso.

Tremendo papel hizo nuestra Selección en el Mundial. Superamos la etapa de octavos, que alguna vez alcanzamos y desperdiciamos por una payasada. Y aunque en la primera vuelta no nos tocó, como a Costa Rica, enfrentarnos a reconocidas selecciones, hoy aquellas grandes diferencias no existen, y nuestros adversarios estaban lejos de ser “pan comido”, pues si llegaron a Brasil fue porque se lo merecieron. Uruguay fue una prueba de fuego, ex campeón mundial, y semifinalista en el pasado torneo. Los muchachos enfrentaron el segundo tiempo con seriedad, sin sobresaltos, como los grandes, recuperando el mejor fútbol del Mundial, que a fe que lo practicamos, y por ello llegamos a cuartos de final.

Pero perdimos el sentido de las proporciones. Argentina, por ejemplo, que es potencia futbolística suramericana, tuvo que esperar 24 años para alcanzar una semifinal; Brasil, igual, hacía doce años no llegaba; y nosotros así de ‘larín larán’ ya nos veíamos derrotando a Brasil en su casa, y coronados campeones mundiales. Fuimos, sin duda, la selección más brillante del Mundial. Pero solo hasta los partidos definitivos, donde el buen fútbol no basta, se impone la experiencia, la jerarquía, la fuerza mental que otorgan los triunfos históricos, requisito para que no te impacte el pánico escénico y el cultural miedo a la gloria total, que atornillaron a Ospina y a Sánchez en los goles brasileños, que desorientaron a James, descuadraron a Cuadrado y, salvo Yepes y Zapata, se reflejaron en el equipo durante el primer tiempo, en el cual, ahí sí, se notó la ausencia de un Falcao habituado a los retos difíciles.

Perdimos el partido pero, además que ganamos en jerarquía, nos fue superbién en el Mundial: quedamos de quintos. Los semifinalistas son los cuatro grandes. Nos estamos acercando, los muchachos son jóvenes, y en Rusia sin duda nos irá mejor. Pero que las directivas no inventen vainas. Que ni piensen en traernos a los Bolillos, los Leoneles, y ni siquiera a Pinto, aunque le haya ido bien en Costa Rica; déjenlo allá. Pékerman es la batuta, y debe seguir siéndolo. Ya nos conoce, nos lidió, y dio exitosos resultados. Solo falta que se aprenda el himno.

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