El autor del vocablo con el que bautizo este artículo no es el senador Horacio Serpa, como muchos creen. “Mamola”, en el sentido que la conocemos, es una palabra de la cosecha de un caudillo de verdad en toda la extensión de dicho título: el gran Jorge Eliécer Gaitán. Muy lejos está el decadente Serpa de parecerse al hombre que movía masas y encendía corazones. Como toda imitación, Serpa es una pésima copia de Gaitán. El primero encarna todo lo que Colombia quiere olvidar; el segundo, el sueño que nunca pudo ser.
No es necesario ahondar en el pasado truculento del político santandereano de marras: el país conoce sobradamente su recorrido, sus atajos y veleidades. Basta con recordar que el pueblo le dijo NO a sus tres fallidas aspiraciones presidenciales; por algo habrá sido. La gente no es tan bruta como algunos quisieran.
Al senador Serpa no le ha bastado con pelechar del Estado los últimos 50 años (prácticamente nació con un nombramiento debajo del brazo); tampoco se sacia con el hecho de que su desteñido delfín ocupe una curul en el cabildo de la capital de la República. Serpa quiere más: otros ministerios para su partido, organismos descentralizados y la Fiscalía General (esta última para aplicarle a sus detractores y opositores el derecho penal del enemigo); posiciones todas que, de suyo, traerán consigo miles de puestos y plazas burocráticas. Un manjar para Serpa y su combo.
Del político apasionado y defensor de las causas sociales nada queda. Serpa ha dejado ver su verdadero rostro: el de un hambriento demagogo que condiciona su apoyo a determinadas causas, de acuerdo con el número de puestos que le entreguen. La relación con el Gobierno era idílica, hasta el día en que Santos no incluyó, en la terna para Fiscal, al candidato de los afectos de Serpa. El romance se agrio aún más a los pocos días, cuando el Presidente cambió a varios ministros y, entre los nuevos funcionarios, no estaba algún “calanche” del personaje.
Es un gracejo de los malos que el Partido Liberal pretenda modernizar la política nacional con un “dinosaurio mañoso” como Serpa. Flaco favor le hace esa colectividad a la democracia con tan absurda actitud, máxime cuando entre sus filas hay gente preparada y alejada de las inveteradas prácticas electoreras que tanto daño le han causado a la Nación.
La verdad de todo esto es que a Serpa solo le importan los puestos, y de paso busca atravesársele a la inevitable candidatura presidencial de Germán Vargas Lleras. Por eso la pataleta. Me temo dos cosas: la primera: Hasta aquí llegó Serpa con el gobierno; la segunda: a Vargas Lleras no lo ataja nadie. De cualquier forma, es hora de que Serpa se recoja (de seguro sus nietos estarán felices de tenerlo en casa).
La ñapa I: ¡Qué inconsecuente e incoherente resultó Clara López! La compraron con un ministerio.
La ñapa II: Ahora la Corte Constitucional produce fallos favorables a algunos procesados y condenados que son irretroactivos. ¡Y todavía dicen que la justicia no está politizada!
La ñapa III: Entre la plata de las Farc y los secuestrados del ELN, hay un elemento común: la ausencia del Estado.
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