Dentro de una semana estaremos coronando el tan mentado segundo domingo de mayo, Día de la Madre, una celebración a todas luces comercial, que impulsan con denuedo las organizaciones del ramo tanto como los centros comerciales y aun la tienda de la esquina, con el ánimo de mejorar las ventas: promociones que incluyen madrugones y trasnochos con precios muy buenos, o sea, es el momento cuando cobran el valor real de bienes y servicios, sin perder un centavo y obteniendo ganancias: así de claro.

Me pregunto de qué publicista varón nació la idea, porque no es posible que esta ‘celebración’ haya sido diseñada por mujer alguna. Basta con ver los anuncios “para mamá”, muy llamativos por cierto, que ofrecen rebajas de precios en todo para el hogar, de donde concluyo que a nosotras nos han ubicado entre los electrodomésticos, una vez que cumplimos el ‘sagrado’ deber de reproducir la especie. Y así, un día que debería ser de descanso, recibir atenciones y regalos apropiados para la mujer lo transformaron los maridos en la oportunidad para reponer o adquirir aparatos y máquinas que supuestamente aligeran la horrible carga de lo doméstico.

Tal vez se deba a que muy pocos hombres están al frente del hogar, ellos, como los hijos, están convencidos de que nada alegra más a una madre que una nevera no frost, una licuadora digital, una plancha con vapor, una estufa sin fogones individuales, un minisplit o una batería de cocina. Desde luego que estos aparatos facilitan el inicuo trabajo doméstico, labores que no permiten pensar en nada distinto al proceso que se desarrolla: la menor distracción puede llevar al desastre y, de paso, la agria recriminación de quienes no realizan esas dulces tareas.

Luego viene el almuercito familiar —todos juntitos a celebrar a mamá—, que suele realizarse en casa de la abuela, todavía mujer entera con sueños y deseos: le toca a ellas organizar y costear su propio festejo y hasta rogar para que se reúnan todos, a pesar de los desencuentros comunes en un grupo familiar compuesto por tantos caracteres disímiles. Y si el momento es escogido por quien tenga más resentimientos para limpiarse de emociones negativas, la madre comienza aquello de ‘atajar pollos’, en vano intento por tener una reunión en paz.

Finalizada su celebración, cuando hijos y nietos le han dejado la casa hecha una melodía salvaje de revoltura y desorden, la cándida mami pasa por lo menos dos horas reorganizando y preparando todo lo del lunes, que para eso el calendario le avisa de todo lo que debe continuar al día siguiente, con sonrisa incluida. Y amanece molida como café recién tostado, pero rodeada regalos para el bienestar doméstico que ninguna relación guardan con sus deseos y sueños (sí los tienen y distintos a la familia).

Sugiero que para el próximo domingo, si quieren celebrar a la mujer que recibe el título de madre, invítenla a sus casas o a un restaurante y cuando vayan de compras esta semana, aunque sea de última hora, busquen cosas que a ella le gusten en lo íntimo y personal. Sin embargo, me temo que a muchos les quedará monte arriba porque desconocen a la persona que personifica a su mamá.

losalcas@hotmail.com