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Bajo el ardiente sol, dentro del agua y entre plantas, 16 jóvenes se dieron cita con la naturaleza. Alrededor de aves marinas de todos los tamaños y colores, trasplantaron mangles rojos con el objetivo de ayudar a renacer la vida en un terreno plano, húmedo y contaminado. Ayer, Puerto Colombia fue la cuna elegida para la restauración ecológica.

'La idea es que en medio de la basura pueda germinar la vida. Eso es resiliencia, la capacidad de enfrentar las adversidades y salir más fortalecidos', expresó Julieth Dávila, estudiante de séptimo semestre de Relaciones Internacionales de la Universidad del Norte.

Esta bogotana no conocía los manglares antes de llegar a Barranquilla, donde estudia detrás de una reserva de este ecosistema. Las quemas comunes en el lugar despertaron su interés por preservarlo, así como al del resto de voluntarios que se congregaron la mañana de ayer.

Después de cinco meses regando, por fin vieron germinar las semillas que cultivaron en el Aula Viva, una zona designada por el programa ambiental Ecocampus de Uninorte. En total 320 plántulas de unos 30 centímetros fueron sembradas en un área entre el malecón y el mar que los dividía del muelle de Puerto Colombia, donde confluye un perfecto equilibrio entre el agua dulce y salada, encuentro necesario para que el mangle crezca.

La enea, una yerba de finas hojas largas, les indicó el lugar con las condiciones ideales para la siembra: poco profundo y con un sustrato que absorbe el agua para mantener la arena mojada. En orificios de unos cinco centímetros ubicaron cada plántula, separadas a un metro unas de otras. Es el nivel perfecto para que estas plantas crezcan y desarrollen una especie de zancos que atrapan sedimentos y forman los suelos donde están por años.

'Los mangles rojos se encuentran en suelos pantanosos a la orilla de las aguas, gracias a los zancos que les dan estabilidad. Esos zancos sobresalen del agua para que puedan respirar, a través de unos poros u orificios llamados lenticelas, ubicados en las partes aéreas de esta raíz. A diferencia de otros árboles, los mangles no respiran por las hojas, estas cumplen la función de eliminar el exceso de sal', explicó Omar Gutiérrez, un representante del parque Isla Salamanca que estuvo apoyando la actividad.

El mangle rojo es el más propicio para la repoblación. Su proceso de crecimiento es muy rápido, se toma aproximadamente cinco años. También son vivíparos, es decir, que las semillas caen del árbol germinadas para dar vida automáticamente a una nueva planta. De esta forma se producen regeneraciones naturales.

Durante el trasplante, más de 12 aves, entre migratorias y residentes, pudieron ser avistadas por los voluntarios. La garza azul, el correlimos de Alaska, el candelero mexicano, el playero aliblanco y el pitotoy grande son algunas de las especies que resultan beneficiadas de esta restauración ecológica, fuente principal de su alimento.

Además, los mangles ayudan a controlar la erosión costera que afecta a Puerto Colombia, y sirven como fuentes captadoras de oxígeno para mejorar el entorno. 

'Por esas razones, este es un proyecto educativo para generar espacios de encuentro social para dar a conocer las características de este ecosistema y sensibilizar a la comunidad sobre su importancia', dijo Maritza Duque, docente de Biología de Uninorte. Aún quedan más de mil mangles amarillos y negros que serán sembrados en el parque Isla Salamanca el próximo año.