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Alberto Assa: un visionario y un legado

Las instituciones educativas que el profesor fundó en B/quilla cambiaron la historia de la ciudad • A 20 años de su fallecimiento, alumnos de la primera promoción del Instituto Pestalozzi, colegio que creó, reconstruyen su memoria.

“Yo llegué a Barranquilla escapado de una finca del Magdalena. Tenía 13 años y me tocó dormir en la calle. Como por esos días no tenía mucho que hacer me leía los periódicos, y en uno de estos vi una noticia que decía que en la ciudad iban a abrir un colegio para superdotados. Yo me presenté al lugar y pasé”, recuerda César Anaya.

El colegio para superdotados al que hace referencia es el Instituto Pestalozzi, que Alberto Assa Anavi–mejorconocido como el profesor Assa–fundó en 1959, en Barranquilla, tierra que llamaba su ciudad “por adopción y afición”.

A 20 años de su fallecimiento, un día como hoy 13 de marzo, el legado de Assa sigue tan vivo, que sus primeros estudiantes hablan de él con profunda admiración.

El haber sido estudiante del Pestalozzi y haber conocido al profesor Assa durante varios años fue, según cuenta Anaya, un factor fundamental que sin lugar a dudas–expresa– modeló el ser humano que es hoy, tanto en los personal como en lo profesional.

El impacto del plantel educativo y del hombre que fue Assa perduró en Anaya, tanto así que años después, este se convirtió en profesor de la institución “sin cobrar un peso”.

“En esa época no querían matricularme para entrar en el colegio porque no tenía a ninguno de mis acudientes conmigo. Finalmente pasé las pruebas, que eran dificilísimas, y pude entrar. Cuando el profesor Assa supo sobre mi  historia de vida me empezó a dar billetes de dos pesos para que tuviera algo de dinero para comer y otras cosas, además del dinero que yo me ganaba en oficios varios”, cuenta Anaya, ingeniero químico que se dedicó parcialmente a la docencia.

Un legado vivo. Anaya es uno de los 12 estudiantes de la primera promoción del Instituto Pestalozzi, una de las instituciones que Assa creó en Barranquilla, ciudad a la que llegó en 1952 y en donde solía caminar largos trayectos siempre vestido de blanco. Nació en Haydar Pashá,  hoy Turquía, en 1909. En su país se formó con institutrices francesas y suizas, y luego como institutor en la Universidad de Hamburgo, en Alemania.

Al llegar a La Arenosa desarrolló un amor tan grande por esta ciudad, que toda su vida la dedicó a realizar grandes aportes que enriquecieron sustancialmenta a su cultura, su educación y su desarrollo. Hoy en día, su huella es tan admirada como cuando vivía motivado por el cambio social, a 20 años de su fallecimiento en  marzo de 1996.

Poco después de haber llegado al país fundó el Instituto de Lenguas Modernas, plantel que sirvió de base para cinco proyectos más: la Escuela Superior de Idiomas, la Universidad Pedagógica del Caribe, el Instituto Pestalozzi, el Instituto Experimental del Atlántico, además del Concierto del Mes.

Con este último, el profesor Assa promovió por años la música clásica. El amor por los idiomas lo ponía en práctica él mismo, ya que era reconocido por ser un excelso políglota. También esta casa editorial gozó durante más de 40 años con su columna, El rincón de Casandra, nombre bajo el cual bautizó el espacio por medio del que compartía sus concienzudas opiniones. 

“El profesor Assa quería para nosotros una educación diferente. En la época en la que fundó el Pestalozzi no era común que hubiera colegios mixtos, pero para él debíamos formarnos hombres y mujeres, juntos y por igual. Era un concepto muy moderno, como todo lo que lo caracterizaba a él”, cuenta Alicia Miranda de Acosta, quien también perteneció a esta primera promoción de estudiantes que recibió su grado en 1965.

Miranda de Acosta reitera  que los idiomas eran sumamente importantes para este educador y humanista por excelencia. Además, afirma que por su carácter, “no habría aceptado ningún tipo de homenaje en vida”.

“Teníamos clases de inglés, francés, dábamos raíces griegas, latinas, alemán, italiano, solfeo, historia de la música, deportes, era un colegio realmente diferente. Él también nos enseñó con su rectitud a ser personas honestas. Era un hombre sumamente exigente, serio, hablaba muy fuerte, su voz se escuchaba por todo el colegio. A veces le teníamos un poco de temor”, agrega Miranda de Acosta, que hoy en día es rectora de la institución educativa Jorge Isaacs, camino que escogió influenciada por el profesor Assa.

Un hombre serio y altruista. “El profesor Assa siempre se esmeró por llevar la cultura a las personas que más lo necesitaran. Muchas veces ayudaba a los estudiantes que no tuvieran la posibilidad de acceder a la educación. Fue un verdadero humanista”, expresa Magaly Martínez, en quien la influencia de Assa se trasladó también a su propia formación.

Estudió idiomas en la Universidad del Atlántico y se dedicó también a la docencia, elemento que comparte con sus compañeros y amigos, Anaya y Miranda de Acosta. “El deporte era algo que también le interesaba. En el colegio dábamos clases de natación. Para él era muy importante que tuviéramos una formación completa para ser seres humanos íntegros”, cuenta con un tono nostálgico.

Quienes lo conocieron concuerdan en que Assa–aunque era un hombre primordialmente serio, e incluso un poco cascarrabias–también poseía un fino y peculiar sentido del humor y no dudaba en expresar lo que pensaba.

“Él tenía la habilidad de decir los comentarios más chistosos con una profunda seriedad. Nos puso sobrenombres de animales. Si alguien se parecía a una ardilla, así le decía. Cuando nos visitaban cónsules o embajadores de Alemania o Francia nos hacía hablar en estos idiomas. Gamberro era una de sus palabras favoritas”, dice Anaya.

Así mismo, el actual rector del Instituto Experimental del Atlántico José Celestino Mutis, Antonio Martínez, que conoció al profesor Assa en uno de los conciertos que este organizaba en Bellas Artes, “en el año 79 u 80”, afirma que aunque este no fue su profesor, sí fue un gran maestro para su vida.

“Él me postuló como su sucesor en la rectoría del Instituto Experimental, cargo que ocupé en 1992. Él murió 4 años después. Yo sigo tratando de mantener en el colegio los principios que él me enseñó, de la rectitud y, sobre todo, de la devoción hacia el estudio”, dice Martínez.

El profesor Assa, además de haber sido un consumado educador, fue un hombre de familia. Estuvo casado con Nuria Munt de Assa, con quien tuvo dos hijos: Carlos, violinista que falleció en 1992, y Nuria Assa Munt, quien en la actualidad vive en Estados Unidos.
 

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