El Heraldo
Cuando los jóvenes se lastiman no tienen sensación de placer ni de dolor, solo quieren eliminar el sufrimiendo psíquico, según la especialista Bleisi Montenegro. Shutterstock
Salud

Conductas autodestructivas en los jóvenes, problema de la era moderna

Los casos de suicidios no consumados pueden surgir desde los 14 hasta los 21 años. La falta de afecto, la separación de los padres y la sobreprotección aumentan estos comportamientos.

En la actualidad los psiquiatras cada vez más se encuentran con jóvenes que sufren una serie de conductas que podrían ser interpretadas por sus familiares como raras. Conductas que caben dentro de los trastornos de personalidad limítrofe, que se caracterizan por tener una inestabilidad emocional, con falta de control de impulsos, sentimientos crónicos de vacío, dudas acerca de su imagen corporal, baja autoestima.

En la mayoría de los casos son pacientes que viven en familias disfuncionales, sin mecanismos de autocuidado, lo que genera conductas de autoagresión, como comportamiento suicida, pobre adaptación social. Si estos casos no se intervienen de forma oportuna, cerca del 10% de los afectados puede cometer suicidio consumado.

Este tipo de comportamiento es más frecuente de lo que se podría pensar. En los noticieros, radio y otros medios de comunicación cada vez con mayor frecuencia se escucha al respecto. Por lo general, en los casos por intento suicida no consumado que van a consulta de urgencia se observa una población entre los 14 y 21 años de edad.

“Estos casos están asociados a episodios depresivos graves, y son personas que vienen ejecutando una conducta de daño sobre ellos mismos, cortándose los brazos, piernas y abdomen con objetos corto punzantes, por cada dolor o decepción que tienen. Este tipo de autoagresión ha ido tomando un auge intenso en los jóvenes”, señala Bleisi Montenegro Ibarra, doctora del Hospital Universidad del Norte (HUN).

Este fenómeno es conocido como cutting, que es definido como el acto de cortarse las muñecas con objetos afilados hasta producirse heridas superficiales. Al principio son cortes muy pequeños, pero paulatinamente se van realizando con mayor frecuencia ante cualquier situación estresante.

Según la doctora Montenegro, cuando se lastiman, los afectados no tienen sensación de placer ni de dolor, pero describen el acto como una forma de cortar con el dolor psíquico. Entre las formas de agredirse también se incluye quemarse con cigarrillos o golpearse.

Además, existen conductas que han ido en creciente aumento, como las famosas ‘tardeadas’, en las que un grupo, que por lo general se pone de acuerdo por una red social, se reúnen en un sitio cerrado, donde hay venta de drogas psicoactivas y sexo sin protección.

Dentro del argot juvenil son comunes las fiestas temáticas, como las semáforos, que de acuerdo a la coloración del vestido se permiten muchas cosas. O la famosa y creciente ruleta sexual (en ciudades como Medellín ya hay niñas con embarazos no deseados y enfermedades de trasmisión sexual a causa de estas prácticas), que consiste en una reunión en la que las niñas pasan por los muchachos en una ronda, teniendo relaciones sexuales sin protección con varios de los asistentes, y pierde quien eyacule primero.

O las fiestas de fármacos, que inicialmente aparecieron en series televisivas de otros países, y que ya se está introduciendo en el nuestro. Consiste en reunir grandes cantidades de medicamentos (por lo general de venta libre o los tienen en sus casas), los cuales son mezclados en una pecera y los van tomando por grandes puñados hasta que inicien los efectos secundarios; en algunas ocasiones se combinan con alcohol y otras sustancias.

Según la doctora Montenegro, todos estos trastornos de la conducta, si se exploran desde un punto de vista psiquiátrico, ponen en evidencia ciertos factores determinantes como una condición biopsicosocial propia, la falta de afecto, dificultad para reconocer, expresar y manejar las emociones que no pueden canalizar y que explotan en actos puramente impulsivos. “Hay niños con cada vez menos tolerancia a la frustración, sin embargo juega un papel importante también la sobreprotección, separación de los padres, y serios compromisos de identidad”, agrega.

En un artículo llamado “Automutilación: ¿Síntoma o síndrome?”, realizado por los doctores Armando Náder y Virginia Boehme, se habla del poco conocimiento que se tiene acerca de esta patología, tanto en la comunidad médica, como en general. En 1970, Karl Menninger, psiquiatra estadounidense, habló por primera vez del tema, y acuñó el término de “suicidio focal”, sugiriendo cierta relación con la ideación suicida y estas conductas. En 1989, lo describieron como un fenómeno oculto y extendido, y se habló de “epidemia silenciosa”. Sin embargo, hoy se sabe que no siempre este tipo de conductas se asocia a suicidio y va más de la mano de la personalidad limítrofe.

Esta conducta autodestructiva indirecta no implica la intención de morir, pero pone en riesgo la vida de manera reiterada y frecuente, dado los procesos infecciosos que se podrían generar en los sitios de corte, las enfermedades de transmisión sexual y enfermedades orgánicas. Además, la comorbilidad que existe de ciertos comportamientos como el tabaquismo y la anorexia, entre otras.

Esta violencia sobre sí mismo lo único que busca es destruir o dañar de alguna manera el cuerpo, tratando de decir ‘¡aquí estoy!’, y busca provocar cambios en la vida de la persona. “Estas conductas suelen ser adquiridas y logran adherirse a nuestros jóvenes con una gran firmeza; y funciona como un aprendizaje social, pues existen grupos en las redes sociales que exigen para su ingreso la práctica de ciertos rituales de agresión corporal o pruebas”, explica la doctora Montenegro.

Se sabe que existen mecanismos neuroquímicos que hacen tener mayor predisposición a estas formas de violencia física sobre la persona, como la disminución de neurotransmisores como la serotonina, y el aumento de las catecolaminas, acetil colina, adrenalina, e incluso niveles de testosterona que han demostrado que están directamente relacionados con este tipo de conductas de agresividad contra otros y contra sí mismos.

Este tipo de conductas, explica Montenegro, se pueden identificar en pacientes con un diagnóstico de trastorno del humor, ansiedad, abuso y dependencia de sustancias, incluso los trastornos de la conducta alimentaria y episodios psicóticos, al igual que en cada uno de los trastornos de personalidad.

El llamado es a la comunidad en general a estar muy atentos a las señales que dan los jóvenes, los cambios en la conducta, estados de ánimo. Se recomienda a los padres tratar de conocer los amigos de sus hijos, a qué tipo de fiestas acuden, orientarlos en sus actos y sobre la sexualidad con protección y sin promiscuidad.

En detalle

Algunas posibles señales que indican que algo pasa:
Las personas que padecen de esta enfermedad por lo general tienen conductas que llaman la atención. Puede que utilicen ropa amplia, cubran sus brazos o piernas o no utilicen traje de baño para ir a la playa o no quieran asistir a paseos de estos.

Esto porque no quieren exponer sus heridas, lesiones o cicatrices que no tienen explicación razonable. Asimismo, hay que fijarse si estas personas utilizan con frecuencia objetos que pueden cortar, como vasos, cuchillas, navajas. Además, pueden mantener reserva absoluta sobre sus cosas, sus amigos tienen este tipo de conductas, o asiste a lugares no conocidos o esconde los lugares que frecuenta.

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